Aprendiendo a enseñar

Por: Vinicio Vásquez Bernal

Puede sonar a retórica, más cuando el corazón habla siempre generará ecos. En tal sentido, me permito afirmar que no hay actividad más gratificante que aquella de enseñar, de enrumbar a mentes limpias hacia espacios de la ciencia, aspirando que de ellos surjan los ideales que han de hacer de este mundo el escenario donde reine la justicia y la paz; anhelando siempre que sean ellos quienes mañana lideren los cambios que brindará bienestar a los conciudadanos.

Es en este escenario de causalidades donde cobra jerarquía absoluta el compromiso de quienes se involucran en esta actividad docente.

Pedagogos y didactas desde siempre han propuesto procesos y metodologías que buscan sistematizar esta actividad y de hecho han presentado aportes muy significativos sobre el tema. También las tecnologías han construido herramientas que facilitan y buscan la eficiencia de la actividad, lo han logrado con éxito; sin embargo, la relación profesor – alumno, sujeta a las circunstacionalidades del entorno, al subjetivismo de cualquier relación humana, ameritará siempre un esfuerzo continuo para lograr el cumplimiento cabal, cumplimiento que nunca estará en función del acatamiento crudo de indicadores estadísticos, ni en el llenado de cantidades de formatos preestablecidos que muchas veces son burdas repeticiones de alguno que se creyó correcto. Representa más bien la generación de nuevos retos y paradigmas que exigen el concurso de esfuerzos y de sueños para alcanzar esos espacios donde la ciencia es amiga del hombre, lo ayuda a vivir mejor, a ser feliz.

Es necesario, entonces, estudiantes convencidos que sus letras son su camino al bienestar y docentes que continuamente se reinventen, que hagan de su clase, el laboratorio ideal para evidenciar que el nuevo conocimiento se genera en cualquier latitud, especialmente en aquellas donde la indolencia de la pobreza no permite más insumos que la voluntad de su gente. En este caso, el reto es mayor, es que en esta realidad los cambios tienen un mayor sentido de triunfo.

Con estas ideas es menester que entendamos al proceso de enseñanza como un algoritmo que integra docentes, alumnos y familiares y busca construir conocimiento. Por lógica simple, los dos últimos son actores temporales. Es el profesor quien permanecerá fiel a su misión, a pesar de todo, aceptando los mil malentendidos que se dará a su función, acatando normas y reglamentos, y sobre todo conviviendo con los sueños, frustraciones, sufrimientos y alegrías de esos seres que por el azar del destino llenan nuestras aulas.

Mientras mayores vicisitudes tengamos que vivir, más nos prepararemos para ser maestros, reconociendo eso sí, que jamás estaremos ciento por ciento preparados para ello; que siempre el entusiasmo de enseñar superará lo que los textos nos proponen y que la calidez humana ayudará a superar cualquier inconveniente.

El enseñar es tan gratificante ya que cada instante nos permite aprender, nos posibilita llegar a escenarios mayores donde esa búsqueda de la verdad da sabor a cada instante de la vida, donde los sueños se convierten en puentes que transportan al hombre hacia esos lugares que tienen el membrete de inalcanzables.

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