Cajamarca. 2013

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Cronista Vitalicio de Ambato

Creí que el “Cuarto de Rescate” era el que daba a la calle Amalia Puga # 750, puesto que ahí está una placa con esta leyenda, pero el escudo de armas en piedra, con insignias cristianas (corona de rey europeo y una cruz) y un sol en el tercio inferior, me hizo pensar que algo había pasado tras de un frontis colonial de dos pisos, reducido a 4 metros de frente a dicha calle. El anuncio en su puerta cerrada indicaba: en restauración. Tuve suerte porque el Sábado 22 de junio, pasadas las 5 de la tarde, al repasar por el lugar, encontré a los restauradores que habían abierto, de casualidad, la puerta de madera que oculta la contemplación de ese hito histórico más alucinante del continente americano. Fui con mi producción bibliográfica de obsequio, y no se dijo más, porque desconectaron las alarmas para que yo pudiera observar el “cuarto” que está tras de una puerta de vidrio en el interior de un solar. El cuarto es de mampostería, según se me explica, de 11.80 m de largo por 7.95 m de ancho en su base, y de 3.10 m de alto en su parte externa. Veo las paredes inclinadas de piedra, y viene a mi memoria las ruinas de Inga-pirca en Cañar. La amabilidad fue parte del tesoro con el que me trataron. Les comenté de “nuestro” Eugenio Espejo y de sus raíces cajamarquinas, “cajachas”, dirían ellos. Entre tantas cosas, los archivos están a la orden en las iglesias, me dijo el funcionario restaurador de dicho patrimonio.

El escritor, periodista y poeta cajamarquino Jorge Pereyra Terrones (1952), director que fue del noticiero Telemundo, cree que “cuando la historia es mediocre, las musas arrugan al escritor y lo tiran al tacho de la basura”. Salí y fui a comprar artesanías de lanas de alpacas y vicuñas, la “cholita” me regaló un llavero hecho en arcilla, donde está Atahualpa levantando el brazo y dando la señal hasta dónde tenían que llenar el oro del rescate, (palabra acuñada desde la perspectiva de los secuestradores y ladrones) convencido que los cristianos le iban a volver su libertad: ¿Qué cree usted de este rescate?, le pregunté. –Creo que fue bastante muspa, o sea tonto, respondió entre sonrisas. “Él ya sabía que los españoles mataban a la gente”. Concluyó. En mi apreciación experimentada, Atahualpa no es de la simpatía sureña. Los conquistadores llegaron en plena guerra entre hermanos de panacas diferentes. Es de suponer que el oro que ofreció Atahualpa era algo que no le pertenecía. Desvalijar los templos sureños próximos, para llenar un cuarto con objetos rituales y entregar a la codicia de unos ladrones que habían venido por el mar, resulta un feriado bancario de un ladrón atrapado que hace negocio con Viracochas transnacionales. Los cajamarquinos tienen una rica historia preinca en su imaginario con respaldo en la arqueología. Miren que a estas alturas de la historia, recién están restaurando “el Cuarto del Rescate”, como “atractivo turístico”. Como ecuatorianos, Quitocentristas, educados en simpatías de orgullos atahualpistas, podemos decir que las diferencias y las beligerancias tienen sedimentos con sabor a invasores para los cajamarquinos.

Cuando estuvimos en “Los Baños del Inca”, a 6 kms al Este de Cajamarca, a 2.700 metros del nivel del mar, junto a esas pailas, 11 pozas vaporizantes de las termas que hacen el Pabellón Imperial, de entre 102 pozas hirvientes en total, desde donde se conduce el agua a las diversas instalaciones, el guía pedía a los visitantes que primero lean la información histórica contenida en los murales, antes de que pasemos por turnos a ocupar los cuartos individuales donde uno se baña, y luego de lo cual se asean los espacios, para lo cual dan media hora por usuario. Claro, ahí está el cuarto y la poza donde estaba bañándose Atahualpa a la llegada de los cristianos, a quienes minimizó, porque los traductores, indios mediocres esclavizados por Pizarro, Martinillo y Felipillo, responsables de la comunicación y los engaños, le dijeron a Atahualpa que eran unos simples ladrones. La historia cajamarquina cuenta que Atahualpa (probablemente) fue borracho a la entrevista con Pizarro, puesto que un día antes había recibido la noticia de su triunfo sobre Huáscar, y esto lo celebró en tan maravillosas termas, con comidas y bebidas, y por ello había ordenado que Rumiñahui fuera con sogas para atrapar y amarrar a los intrusos. Después de la tragedia en manos de los astutos españoles, Rumiñahui se sabe que se regresó a Quito resentido, después de que había llorado de rabia por la testarudez de Atahualpa que no lo dejó actuar con armas. ¿Cuánto tiempo demoraría en retornar a Quito desde semejantes laberintos? Regresar a Quito caminando 1350 kilómetros (constatado en el kilometraje de mi vehículo) nos ha parecido una historia inverosímil a mis acompañantes. La historia de América empieza como una historia de ladrones.

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