“Caminante de la noche y una elegía sin tiempo” de Oswaldo Bustos Azuero

Por: Dr. Luis Rivadeneira Játiva

Oswaldo Bustos Azuero es un poeta nacido en Azogues, provincia del Cañar. Cuenta con una dilatada experiencia en obras literarias. Con más de 35 años viviendo en Santo Domingo, es un prominente hombre de letras y de profesión doctor en Jurisprudencia. Actualmente, vive en Quito, pero no se ha alejado de Santo Domingo. Fundador del Taller de Poesía Rastros, docente universitario y autor del Himno a la Provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas. El 18 de noviembre del 2006, se le otorgó el Primer Premio Nacional de Poesía, en el concurso nacional «El Poeta y su Voz», organizado por la CCE Núcleo Manabí (Premio Bianual).

Oswaldo Bustos Azuero, sostiene que la letra del Himno a Santo Domingo de los Tsáchilas es una inspiración de sus vivencias e historias de la región. “¡Salve tierra de cósmicos pueblos, /corazón de la Patria profunda. /Oh, Provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas de amores y paz!”, reza el coro. La letra del Himno, fue escogida oficialmente por el Consejo Provincial en base a un concurso, actualmente se escucha en las diferentes instituciones y eventos sociales. La motivación es existencial. Luego de haber vivido en Santo Domingo se compenetró de su naturaleza histórica, sociológica, su geografía y sus aspiraciones, para escribir un sentimiento que se volvió himno.

Su poesía es eminentemente social. Su público proviene de una ciudad olvidada por los poderes públicos: Santo Domingo. Lograba emocionar a la gente que asistía a sus recitales. Justamente, le conocí en un recital de poesía, en 1983, realizado por las fiestas de la ciudad, junto a los poetas: Violeta Luna, Euler Granda, Rafael Arias y Julio Pazos. Su primera obra: “…Y cicatrices no”, mimeografiada y con su autógrafo, en una época en que todavía no existían imprentas, la tenían sus seguidores, al igual que lo hacían los seguidores del poeta popular Héctor Cisneros, conocido como el poeta de la calle o “lleca”.

Autor de libros como “…Y Cicatrices no”, “Memorial histórico ecuatoriano”, “Cuando va a venir el día”, “Si Febrero Vuelve”, entre otros. Ha participado como columnista de opinión en varios medios escritos de Santo Domingo, tales como la revista cultural del periódico El Occidente, Nuevo Occidente, El Pionero y Diario La Hora.

“Detrás del arcoiris” es una recopilación de sus artículos de opinión publicados en la prensa nacional.

Poseedor de reconocimientos por su trayectoria en el campo cultural. En la actualidad, pertenece al Núcleo Cultural de la Provincia, a la Confederación Nacional de Periodistas, al Círculo de la Prensa del Ecuador. Fue parte de la directiva de la Unión Nacional de Educadores y miembro actual del Frente Amplio de Abogados Progresistas.

Cuando fue condecorado dijo: “Y aquí me quedé y me sigo quedando como detenido en el aire, como sembrado como polen, como feliz como cosecha”. Manifestó también: “Hay que trabajar el destino de los pueblos desde la cultura, porque en ella los esfuerzos son más realidad, los derechos más diáfanos, las obligaciones más prometedoras, los resultados más halagadores, la conciencia más propia y el alma más libre”.

Durante 33 años he seguido su obra, su largo recorrido literario, junto a su formación como poeta social, que tuvo el acompañamiento de sus seguidores a sus recitales y encuentros literarios. Esto me permite ser objetivo en mi análisis porque he tenido la oportunidad de ver la evolución de la misma. Tengo, entonces, autoridad para escribir estas letras que, además, tienen mi acompañamiento a su lectura y el señalamiento de los inicios del poeta hasta llegar a su sitial actual que me enorgullece por ser su amigo.

De las entrañas de la tierra han surgido los árboles milenarios. De las entrañas del pueblo han surgido los poetas sociales. Uno de ellos, que tiene obra perdurable es Oswaldo Bustos Azuero.

Su actual obra, constituye un esfuerzo intelectual del escritor por reescribir su obra inicial: “…Y cicatrices”, dándole un título más real, ya que con el paso del tiempo, ha encontrado que es necesario no solo revisar la misma, sino darle un valor agregado. Algo similar hizo en su obra “El mundo de las evidencias” el poeta cuencano Efraín Jara Idrovo, porque recogió lo que escribió antes, dándole mayor rigor literario, a la vez que cambió el título de su obra primigenia que, posiblemente, tuvo un título inicial, para su época.

Su nueva obra, que incorpora su anterior, se divide en dos partes: la primera, amplia, que tiene el título de: “Caminante de la noche” y, la segunda, corta, que tiene el título de: “Una elegía sin tiempo”. Las dos tienen nueva semántica.

Vamos, entonces, al análisis de estas dos partes de su obra.

Bustos, tuvo heridas abiertas, por lo cual puso un nombre falso a su primera obra, como el mismo lo señala. El cambio de cicatrices por caminante, permite a esta última el ente lírico. La idea de tocar y retocar los textos, de construir y desconstruir, posibilita el enriquecimiento de la poesía, aunque lo que queda es el alma, la soledad humana, el amor y la muerte, junto al dolor.

En mis manos estuvieron las cicatrices y ahora el caminante de la noche y una elegía sin tiempo, me dan el mismo sabor, un recuerdo del poeta joven, que tiene “cicatrices caminando en la noche”, como también el poeta lo señala.

Uno de sus versos de “Confeso”, señala al caminante, al decir: “/mi alma es rota vena/ paralela a la noche. / Así me iré estando/ hasta que caiga el aire/”. Otro, rememora la soledad, al escribir: “/soledad/ firmamento sin sangre y mente/ pendiendo vertical sobre mi alma/ espacio sin medida/ temperatura ausente/ y la intempórae hendidura de la calma/”.Los demás poemas: “Ajenos”, “Equidistantes”, “Retorno”, “El ignorado”, “contraplano” y “Miedo blanco”, son únicos, pero ajenos y distantes, porque rebasan los límites del tiempo y generan, nuevamente, el mundo de la soledad y la muerte no solo del cuerpo sino del alma, algo imposible, pero que se señala a través de la “/nube cóncava/ antípoda del cielo/”, de su poema “Miedo blanco”, el temor de quedarnos sin alma. Recordé mi poema: “Me he quedado sin alma”, de mi obra: “Alimentos para el alma”, (2015), presentada en forma perfecta por el poeta Oswaldo Bustos Azuero. Coincidimos, a través de nuestros poemas, en la idea de quedarnos sin alma.

Una parte de su primer texto, “El Prisma”, alrededor de la madre y ante el padre, constituye una narrativa poética de dimensiones infinitas y de inmensa fortaleza del poeta. Recoge, con sus manos, la ternura, señalando que quisiera ser un solo ser junto a su madre. ¿Qué alegría infinita?, junto a las lágrimas de la madre: su hijo, fundido en ella. Para que exista lo que señala el poeta, debería existir, la resurrección que, en definitiva, da vida eterna a la humanidad. Esta narrativa, junto a: “Padre y tu trasmigración”, constituyen sus poemas mayores escritos en prosa, los cuales señalan la necesidad de retorno de su padre, imposible, pero no sin sentido. Qué humano no sueña volver a ver a su padre. Los poemas son también sueños. “Ya no somos los mismos”, constituye un conjunto de poemas que nos vuelven a la calma, porque renace la alegría, la esperanza y se anuncia el alba, hay un llamado azul hacia el amor, silencio, amor y agua en el desierto. “Calla” lo dice todo, hace valer al silencio, solo se siente los latidos del corazón. “Dentro de ti” es un poema que nos hace sentir inmortales mientras leemos el mismo, al decir: “/esta noche te amé desde esta vida/ para las otras que vendrán contigo/”. Quién no ha soñado volver a amar, a su amada, en otras vidas, a través de la resurrección que, en el infinito universo, puede existir. “Los mismos”, podría llamarse también: Ya no somos los mismos, al señalar: “/Ya no somos los mismos/ Desde antes de nuestras vidas/ donde empezó el olvido/”. “Te alcancé” es un canto al amor, porque llega a decir: “/vida de mi vida. / Punto medio de argentado planeta/ para mi fiel gravedad de ternura/ azul/ roja/ cielo y sangre/”. “Suprema cima” simboliza la primavera, al manifestar en sus versos: “/todo viene en ti en primavera/ como perdón/ como alimento/ como esa palabra dispara al corazón/ como remedio”/. “Así te amo”, constituye un recuerdo del prendedor que llevamos, porque nuestra amada va prendida a nosotros. “Al fin de la distancia”, es poema que se refiere a las aguas de las resacas, a las olas del mar, para llegar a comparar a su amor con una ola: “/mar que retornaba/ solo si tu eres ola/”. “Renacida”, un poema del eterno renacer, de la soledad y del amor: “/ido todo contigo/ nada dejas/ para fuente mi ser con su tiempo/ y sus resquicios/ todo/ todo se va/ porque todo te he dado/”.

La segunda parte de la obra: “Una elegía sin tiempo”, contiene poemas eternos, que tienen un gran portal para el recuerdo. Contiene 14 poemas, dentro de los cuales hay 2 poemas con el título de plegarias que, son las mismas, pero escritas de diferente manera, para el ejercicio mental de los lectores.

Poemario Una elegía sin tiempo, del poeta Oswaldo Bustos Azuero, (2016). Es un librito para el recuerdo. Sugeriría que sea de bolsillo, para llevarlo a todas partes. Se podría guardar el poemario en el alma, porque es tal la calidad del poeta que, considero, no necesita presentación. Su obra tiene un espacio ganado y llegará lejos. Si bien hoy es parte de otro poemario, podría publicarse en forma independiente. Conserva su fragancia original. Hay libros de efímera existencia y otros que cada vez adquieren mayor dimensión. Considero que este libro, como los anteriores del poeta Bustos, ha sido trabajado para resistir el paso del tiempo.

Vuelvo a leer la poesía del vate de Santo Domingo de los Tsáchilas, de corazón, con placer, rápidamente, de principio a fin, sin descansar. La grandeza de poeta consiste en que su voz permanezca en el tiempo por su mensaje perdurable. La poesía auténtica, está escrita con el alma del poeta y se defiende sola.

El poeta sin tiempo, es decir, sin fronteras. Su clamor, protesta, o la denuncia de su alma afligida golpean con fuerza en los tiempos idos. Su voz nunca se extinguirá. El conoce la modulación del espíritu. El poeta Bustos vive, vivirá siempre, porque transmite vida.

Nos habla de una elegía sin tiempo, con el lenguaje del amor, la soledad, el olvido, la desesperanza. Lo hace con recursivas metáforas y fácil entonación. Sus imágenes son fuertes y definidas. Es nítido y expresivo, original como el maíz y el aire que respira. Toma al hombre como lo que es: a veces alegre, a veces desolado. Su canto es, entonces, una Elegía sin tiempo, porque la humanidad conserva los mismos perfiles de las épocas inmemoriales y habrá de prolongarse entre idénticas aflicciones y pasajeros regocijos. Sólo la salva el amor, porque es poesía.

De “Plegaria” señalo una estrofa: “/ ¿A dónde fueron tus aves/ de maíz/ aire y redención/ tomarán sus nidos en las olas del viento?/”, para apreciar su calidad.

Su poema final realmente no tiene fin, porque escribe sobre: “Regreso al círculo”, a las huellas, al decir: “….aunque sepa que en las líneas de tu mano/ esté siguiendo huellas que se me adelantan/ y me siguen/”.

Desearía, entonces, pedir al poeta Bustos, mi amigo y compañero, volver a presentar la segunda parte de este libro: “Una elegía sin tiempo”, en forma separada, como señalé antes: como libro de bolsillo, en pequeño formato.

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