Por: Rodolfo Bueno
“Hay que recordar que es el Ejército Ruso el que, tras el asalto a Berlín, puso punto final a la guerra contra la Alemania hitleriana”, declaró el Presidente Putin antes del inicio de la gigantesca parada que se dio en Moscú en conmemoración del aniversario 70 de la victoria soviética de 1945 sobre la Alemania Nazi. Lo dijo, tal vez, porque a la toma de Berlín se la ha intentado representar como una batalla que casi no tuvo importancia, como si los aterrorizados berlineses se hubieran agazapado en las galerías del metro en espera del ineludible final que presagiaban los ataques aéreos de los aliados y la artillería soviética, lo que es falso.
El General Eisenhower en su libro “Cruzada en Europa” escribe que se encontraba a 480 Km de Berlín y le era imposible llegar a esta ciudad antes que los rusos, que estaban apenas a 50 Km. Lo que no explica es por qué sucedió así, en fin de cuentas, después del desembarco en Normandía los soviéticos se encontraban lejos de Berlín. Mientras el Ejército Aliado liberó el norte de Francia, Bélgica y el oeste de Alemania, en ese mismo lapso, para llegar a 50 Km de Berlín, el Ejército Rojo liberó gran parte del territorio ruso, bielorruso, ucraniano, moldavano, un pedazo de Finlandia y Noruega, toda Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Rumania, Bulgaria, Yugoslavia, Hungría, el oriente de Alemania y buena parte de Austria y Checoslovaquia. Todo esto sin contar con que las tres cuartas partes del Ejército Alemán, precisamente sus sectores más selectos, peleaban en el frente oriental.
Tampoco es correcto decir que los Aliados no estaban interesados en la toma de Berlín. En septiembre de 1944, el Mariscal Montgomery escribe al General Eisenhower: “Está claro que Berlín es nuestra meta principal… no hay ninguna duda sobre que debemos concentrar toda nuestra energía y recursos para rápidamente realizar un golpe en dirección a Berlín.” Hay un detalle extra que descaradamente se pretende ocultar: El 16 de diciembre de 1944, cuando en las Ardenas los alemanes desencadenaron la contraofensiva “Viento del Norte” y la Wehrmacht rompió las defensas de los Aliados en un sector de 80 Km y se introdujo dentro del territorio aliado unos 100 Km en 10 días, golpeando al Ejército de los EE.UU. acantonado en Alsacia, y amenazando con cercar a las tropas aliadas acantonadas al noreste de Estrasburgo, con lo que las tropas anglo-norteamericanas corrían el peligro de un segundo y más desastroso Dunquerke, Sir Winston Churchil envió el 6 de enero de 1945 el siguiente telegrama a Stalin: “La batalla acá en el Oeste es muy difícil y puede que en cualquier momento sea necesario tomar decisiones del mando supremo… Usted conoce muy bien… qué difícil puede ser la situación en un frente muy amplio, cuando éste debe ser defendido después de haber perdido la iniciativa. El General Eisenhower está deseoso de conocer qué planes tienen ustedes. ¿Se podrá contar con una gran ofensiva en el Vístula o en cualquier otra parte durante el mes de enero? Este tema es muy urgente para nosotros”.
Con respecto a este problema, el General Eisenhower escribe al Ministro de Defensa de los Estados Unidos: “La tensión de esta situación podría disminuir en mucho si los rusos comenzaran una gran ofensiva”, y pide ayuda de urgencia a su gobierno, la misma que se le ofrece para después de dos meses, por lo que la única salvación es que el Ejército Soviético comience una ofensiva que obligue a los alemanes a retirar sus fuerzas del Frente Occidental hacia el Oriental, y salvar de esta manera a las fuerzas aliadas de una verdadera catástrofe.
El 7 de enero, Stalin le contesta a Churchill: “Para nosotros es muy importante aprovechar nuestra superioridad en artillería y aviación, para lo cual es necesario que haya buen tiempo, pero, sin tomar en cuenta las dificultades que representa el mal tiempo, en vista de la situación en que se encuentran nuestros aliados en el Frente Occidental, el Comando Supremo del Ejército Soviético ha decidido completar la preparación, en un ritmo rápido y, sin tomar en cuenta las condiciones meteorológicas, desencadenar una ofensiva a gran escala contra los alemanes a lo largo de todo el Frente Central, no más allá de la mitad del mes de enero”. A lo que Churchill le responde: “Le estoy enormemente agradecido por su emocionante misiva… Ojalá, los acompañe la buena suerte en su noble tarea. Sus noticias reconfortaron inmensamente al General Eisenhower, puesto que los alemanes deberán dividir sus fuerzas”. El viernes 12 de enero, los soviéticos comenzaron una ofensiva generalizada en la línea Óder-Vístula. El 14 de enero, el mismo Eisenhower envió un telegrama a Stalin en el que le decía: “La importante noticia acerca de que el indomable Ejército Rojo con un nuevo y poderoso asalto se mueve adelante ha despertado en las fuerzas aliadas de Occidente un gran entusiasmo. Yo le expreso a usted, y a todos aquellos que dirigen esta gigantesca ofensiva y participan en ella, mis felicitaciones y mejores deseos”.
La ofensiva soviética tomó a los alemanes por sorpresa. Las tropas del primer frente de Bielorusia, bajo las órdenes de Zhukov, avanzaron desde el Vístula en dirección a Berlín y las del segundo frente de Bielorusia, al mando de Rokosovsky, comenzaron una ofensiva en el norte en dirección a Danzig. Las fortificaciones que los alemanes habían construido para impedir el cruce del Vístula eran muy poderosas; sabían que una vez que los soviéticos lo cruzaren, la toma de Varsovia era inevitable y el camino a Berlín quedaba abierto. La noche del 17 de enero de 1945, los soviéticos forzaron el Vístula y luego de cruentos combates liberaron Varsovia, que estaba en ruinas.
El 19 de enero, las tropas de Koniev liberaron Cracovia y para fines de enero las tropas de Zhukov cruzaron al sur de Poznan la frontera polaca-alemana de 1938 y en su camino hacia Francfort del Oder tomaron la provincia alemana de Brandemburgo. En la batalla por Königsberg, la capital de Prusia Oriental, cayó gravemente herido el General Cherniajosky, el más joven de los generales soviéticos y uno de los más brillantes, como consecuencia de esta heridas muere poco después.
El 29 de marzo, las tropas soviéticas entraron en Austria; el 30, en Danzig; el 4 de abril, en Bratislava, capital de Slovakia; el 9 de abril capturaron Königsberg y toda Prusia Oriental; el 13 de abril, las tropas de Malinovsky liberaron Viena. Ahora a las tropas soviéticas sólo les faltaba forzar el paso de los ríos Oder-Neisse, para que se despejase el camino a Berlín, que era no sólo capital política del nazismo sino también el centro industrial de Alemania, razón por la que allí se habían concentrado importantes fuerzas de la Wehrmacht, se habían construido grandes fortificaciones de defensa, de una profundidad de entre 20 y 40 Km, los puentes estaban minados y listos para hacerlos estallar y había grandes barricadas en todas las calles que conducían a su centro. La lucha por tomar Berlín sería a muerte, se defendía con un poco más de un millón de soldados y oficiales. La parte central, donde se encontraban Reichstag y la Cancillería, era la más protegida. El 15 de abril, Hitler ordenó fusilar en el mismo lugar a cualquier soldado u oficial que pretendiera rendirse o retirarse y amenazó con tomar represalias contra las familias de quienes fuesen capturados por las tropas soviéticas.
En el camino a Berlín, las tropas soviéticas habían tomado las ciudades de Francfort del Oder, Pankow, Oraniemburg, Birkenwerder, Karlshorst y otras. En todas ellas se liberaron a prisioneros de guerra de múltiples nacionalidades, se liberó incluso al Comandante General del Ejército Noruego y a un ex Primer Ministro de Francia.
En el plan para tomar Berlín se analizaron todas las implicaciones militares, políticas y económicas; el objetivo era separar a las fuerzas alemanas en dos. Para ello se debía romper las defensas del Oder-Neisse, rodear a las tropas alemanas, dividirlas en algunas partes, destruirlas una a una y después dirigirse al Elba para encontrarse con los Aliados, comandados por el General Eisenhower. Para la realización de este plan, el alto mando soviético concentró al este del Oder a 2.5 millones de hombres, 42 mil piezas de artillería, 1500 tanques y 3300 aviones.
El paso del Neisse se realizó en el transcurso de una hora, pero en otro lado de este río los alemanes contraatacaron todo el tiempo y la batalla fue sangrienta. La mañana del 18 de abril, los rusos se acercaron al río Spree, que atraviesa Berlín, lo forzaron e iniciaron la ofensiva contra la ciudad. Por doquier las batallas se caracterizaban por su extremada dureza, y el avance soviético disminuyó de ímpetu, pero no fue detenido. La mañana del 22 de abril, el tercer ejército de tanques rompió las defensas del sur de la capital de Alemania, lo que imposibilitó el envío de refuerzos alemanes por esa ruta. El 24 de abril, las tropas de Koniev y las de Zhukov se reunieron en el suroriente de Berlín y el 25 de abril, en la región de Torgau, sobre el río Elba, las tropas soviéticas y las aliadas entraron en contacto y se produjo una verdadera fiesta de amistad entre los soldados de ambos ejércitos. A partir de ese momento, Alemania quedó dividida en dos partes.
Para fines de abril, el Comando Soviético fijó su atención en la toma de Berlín. El General Rokosovsky hizo el siguiente llamamiento a las tropas bajo su mando: “Ante ustedes, valientes soviéticos, está Berlín. Ustedes deben tomar Berlín y tomarla lo más pronto posible, de tal manera que el enemigo no logre recobrarse. ¡Por nuestra patria, adelante! ¡A Berlín!” El 26 de abril, el Ejército Soviético rompió la férrea resistencia de las tropas alemanas de Berlín y el 29 de abril comenzó la lucha por la toma del Reichstag. El 30 de abril las batallas fueron extremadamente duras, todo el tiempo se combatía sin descanso; los contrincantes de ambos bandos no conocían de fatigas, aun así las guarniciones alemanas cayeron una a una.
El 30 de abril, Hitler contrajo matrimonio con Eva Braun, escribió dos testamentos, uno personal y otro político, mató a lo único que de verdad llegó a querer en su vida, su perro “Blondi”, y, aparentemente, se suicidó.
El 1 de mayo fue tomado el Reichstag y la bandera roja, izada por los sargentos Mijail Yegórov, Abduljakim Ismaílov y Melitón Kantaria, flameó como símbolo del heroísmo soviético. La instantánea, que inmortalizó la toma de Berlín por el Ejército Soviético, fue tomada por el fotógrafo Evgeni Jaldei. Ese día, el General Krebs pidió un alto al fuego, cruzó la línea del frente y propuso iniciar conversaciones soviético-alemanas. La parte soviética rechazó esta propuesta porque no contemplaba la capitulación incondicional, tal como lo exigían las fuerzas aliadas. A las 15 horas del 2 de mayo, la guarnición de Berlín se rindió incondicionalmente. La batalla de Berlín duró 17 días, fue larga y sangrienta.
El 5 de mayo se produjo el levantamiento de Praga, ciudad donde se concentró lo más selecto de las tropas de las Waffen SS de Alemania y donde la lucha continuó hasta el 9 de mayo, a pesar de que ya el 7 de mayo Alemania había firmado la capitulación incondicional por parte del Mariscal Jodl, en Reims, y el 8 de mayo había hecho lo mismo Von Keitel ante el Mariscal de la Unión Soviética Gueorgui Zhúkov, en el suburbio berlinés de Karlshorst.
Cuando los alemanes amenazaban con destruir Praga, los tanques del general Koniev la liberaron el 9 de mayo de 1945, lo que selló el último día de la guerra en Europa y la victoria soviética, con la importante contribución de los Aliados.
Desde la fatídica madrugada del 22 de junio de 1941, cuando Alemania Nazi atacó a la Unión Soviética, habían transcurrido 1418 días de incesante lucha. Vale la pena recalcar que Alemania Nazi había perdido la guerra antes de comenzarla, porque se había ido en contra de todos los sueños de libertad del hombre.
La Segunda Guerra Mundial dejó cambios profundos en la estructura social del mundo y en la consciencia colectiva del genero humano. La victoria aliada es la más grande epopeya de los pueblos del planeta por conquistar su derecho a la vida, contra el fascismo, que es por naturaleza propia su negación. Esta lucha no ha concluido mientras subsistan en el seno de nuestras sociedades el anticomunismo, el racismo, el chovinismo, la intolerancia y el militarismo, banderas bajo las cuales se ocultan los mayores enemigos de la especie humana.