Somos polvo de estrellas

Por: Mgs. María Eugenia Torres Sarmiento
Comunicadora Social y Gestora Cultural del Cañar (Ecuador)

Margaret Burbidge, primera mujer que presidió la Sociedad Astronómica Americana entre 1976 y 1978.

Las estrellas han estado allí siempre, desde los albores de la humanidad, fascinándonos y haciéndonos soñar. Los antiguos veían en ellas animales y formas, los viajeros las usaban para orientarse al navegar, y los hombres modernos sueñan con ese día en que finalmente puedan viajar hacia ellas y descubrir los misterios que esconde su lejanía.

No me digan que en una noche estrellada, no se han sentado a observar los movimientos especiales de las  estrellas, han buscado descifrar sus formas creativas y hasta esperar que un rayo celeste se pronuncie para hacernos vibrar.

Estos cuerpos celestes  tienen tanto significado en nuestras vidas, acaso no recuerdan que la estrella más luminosa –para mí-, “El sol”, ha sido el elemento natural que marco la historia de los Incas, era el Dios, el omnipotente. Luego la “Luna”, ha trascendido entre los mitos y leyendas de los pueblos incaicos –de misterios y de historias conmovedoras del amor humano. Y  por el orden, todas tienen una historia que contar.

Cuando leí el artículo realizado por la importante periodista  Rocío P. Benavente , sobre la  autobiografía de Margaret Burbidge, titulado “Estamos hechos de polvo de estrellas”, realmente me quede fascinada. Pues hablar en el Siglo XXI de aquellas anécdotas de mujeres fuera de serie, y lo digo tan categóricamente porque en estos días, no es nada extraño que una mujer sea astrónoma, pero sí lo era en 1943, cuando una astrónoma, física y matemática, aquella mujer que venciendo obstáculos propios de una sociedad de líderes,  –hombres-,  y que haya incursionado en la ciencia  e incluso sea parte de esa búsqueda total de equilibrio y equidad, realmente produce una sensación interesante por conocer los  entretelones que llevaron a esta astrónoma a hurgar y buscar en las estrellas aquellos misterios del universo, que en ellas están guardadas.

En 1920, hablar de astronomía,  era una época en el que ese terreno estaba vedado a las mujeres. Burbidge, la  primera mujer que presidió la Sociedad Astronómica Americana entre 1976 y 1978,  y fue ella quien hizo aportaciones fundamentales en ese campo sobrepasando todas las barreras. Nunca aceptó ningún tipo de discriminación por el hecho de ser mujer.

Burbidge nació en Davenport, Reino Unido, el 12 de agosto de 1919.  La Revista Annual Review of Astronomy and Astrophysics en 1994, contaba divertida que cuando a los 11 o 12 años aprendió algunas cosas sobre la vida, como la concepción de los niños, se dio cuenta que la suya propia debió coincidir aproximadamente con el armisticio que dio fin a la Primera Guerra Mundial.

Todo aquel interés por la ciencia, tenía una razón de ser, su padre era profesor de química y su madre había sido una de sus alumnas. Cuando ella era muy pequeña la familia se trasladó a Londres donde su padre pasó a trabajar en la industria química, obteniendo varias patentes que resultaron ser muy lucrativas.

Pero algo interesante, en 1978,  Burbidge contaba que fue a los 4 años en un viaje que hizo con su familia de vacaciones a Francia la primera vez que se fijó en las estrellas, quien decía: “Un niño que crece en Londres no ve demasiado el cielo a causa de tantas nubes”.

Y entonces, fue precisamente en ese contexto histórico y geográfico en donde Burbidge, vio en la obscuridad de la Guerra, una oportunidad para mirar el cielo. Yo pienso  que todos hemos vivido guerras, que no necesariamente han sido bélicas, pero nos han mostrado un cielo diferente.

La Segunda Guerra  Mundial, conmocionó el mundo,  y  sacudió a aquellos endebles y apáticos. Se fortalecieron  las bases para emprender una lucha por los derechos humanos, así como  la  concepción de la universalidad de los derechos humanos; es un gran logro de la comunidad internacional, la conformación de las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad, los  Organismos internacionales, la amenaza nuclear, el fin de los imperios, la conformación de la Unión Europea.

La Segunda Guerra Mundial implicó un conflicto global en una escala sin precedentes; la urgencia absoluta de la movilización de toda la población hizo la expansión del papel de la mujer inevitable, aunque los roles particulares variaban de un país a otro. Fue una oportunidad determinante para aquellas mujeres que participaban por primera vez.

Han sido guerrilleras, aviadoras, agentes, y fabricaron armamentos, embarcaciones y carros de combate. Se ocuparon de todos los entornos y en diferentes zonas existentes siendo partícipes activas en la lucha mundial.  Y luego de haber conocido toda esta historia de las mujeres de aquellos días,  es importante sacar conclusiones sobre el valor de las mujeres del siglo XXI, me parece que bastan muchas manifestaciones de la mujer en los diferentes ámbitos para saber cuan valiosa e inteligente –es-,  solo hay que visibilizarla para saber cuan o más perspicaz y emprendedora –es-,  sin menospreciar la  capacidad de la  misma Burbidge.

No obstante, fue la época en la que se produjeron alternaciones importantes en la economía con respecto a las mujeres, ya que los hombres renunciaron a sus trabajos para insertarse en el ejército. Esto conllevó a un avance referido a la producción masiva de armas para impedir descender en la pobreza.

Y así fue de conmocionado la historia de una de las grandes de la ciencia, -durante los años que duró la Segunda Guerra Mundial trabajó cuidando y manteniendo el telescopio del observatorio de la universidad, un trabajo que habitualmente llevaban a cabo hombres. Esto le permitió realizar observaciones para sus propias investigaciones, que además se vieron fortuitamente favorecidas por la guerra: los apagones en la ciudad por la falta de energía y para dificultar los bombardeos hicieron que ver las estrellas fuese más accesibles de lo que habían sido en años.

A finales de esa década, buscando cielos más claros donde las estrellas fuesen más visibles, ella pidió una beca en el Carnegie Institution for Science con el objetivo de investigar en el Observatorio de Mount Wilson, en Pasadena California. Su solicitud fue denegada: las mujeres no podían utilizar esos telescopios. “Los hombres que hacían esas normas tenían la idea de que a las mujeres de los astrónomos que investigaban allí, no les gustaría que sus hombres trabajasen con otras mujeres durante la noche”.

La carta de rechazo le abrió los ojos, contó años después, a una nueva e inquietante realidad: la de la discriminación por género. “En ese momento se activó un principio en mi vida: si se frustraba un empeño por un muro o cualquier tipo de obstáculo, buscaría una forma de rodearlo, otro camino hacia mi meta. Este consejo se lo he dado a muchas mujeres que se han encontrado en situaciones similares. Siempre les digo: inténtalo, ¡funciona!”.

No exagero en reiterar el –liderazgo-, adoptado a  través de la historia por los propios hombres. Parece es hora de que la mujer defienda todo su protagonismo alcanzado en las últimas décadas, hoy a más de ser una brillante representante del género, es portadora de ser calificada como profesional, académica, investigadora y administradora en el auténtico sentido de la palabra.

Y vuelvo al tema de  la “Síntesis de los elementos en las estrellas”, una publicación de la Burbidge y su esposo William Fowler y el astrónomo inglés Fred Hoyle.  En donde se explica,  que casi todos los elementos químicos que forman la materia conocida, del aluminio al zinc, se generan en las reacciones que tienen lugar en el interior de las estrellas. Por entonces ya se sabía que los elementos más ligeros, como el helio o el hidrógeno, se habían originado en el Big Bang, pero otros elementos más pesados, como el carbono, el oxígeno, el oro o la plata, la materia “que nos conforma a nosotros y todo lo que nos rodea, era el centro de un inconcluyente debate.

De allí  la importancia  de volver a la  memoria del mundo, con  la intrépida e interesante historia de una de las más importantes científicas de los años 40, quien le dio importancia a  las estrellas de neutrones que son remanentes estelares que han alcanzado el fin de su viaje evolutivo a través del espacio y el tiempo. Y a partir de este conocimiento o teoría “o” -si queremos referirla como ciencia-, nos ponemos a pensar cuán importante es fijarnos en los movimientos de los cuerpos celestes del espacio, cuán importante es guiarnos por la luminosidad de las estrellas, que para aquellos creyentes estas nos traen misterios del universo, aquellos por los que se interesó una de las brillantes científicas del siglo XX,  para quien -estamos hechos de polvo de estrellas-,  una frase preciosa porque, además de evocadora, es científicamente correcta. Fue 1957,  año, en el que se argumentaba que prácticamente todos los elementos químicos que conforman el mundo en el que vivimos y nuestro propio organismo provienen de las reacciones que tienen lugar dentro de las estrellas, y es precisamente,  lo que hoy se llama nucleosíntesis estelar.

Referencias

Margaret Burbidge, Wikipedia

Margalit Fox, Margaret Burbidge, Astronomer Who Blazed Trails on Earth, Dies at 100, The New York Times, 6 abril 2020

Margaret Burbidge, Watcher of the SkiesAnnual Review of Astronomy and Astrophysics 32 (1994) 1-36

David DeVorkin, Margaret Burbidge, Oral History Interviews, American Institute of Physics, 13 julio 1978

Keay Davidson, Harvard president under microscope / Female scientists debate comments on gender, science, SFGate, 31 enero 2005

K. Margaret Burbidge, G. R. Burbidge, William A. Fowlner and F. Hoyle, Synthesis of the Elements in StarsReviews of Modern Physics 29 (4) (1957) 547-655