Mucho se habla hoy de que las nuevas fuerzas laborales tienen mayor consciencia de que el trabajo es la manera de financiar su espacio de ocio, pero lo hacen pensando que ese espacio es el que les está tocando vivir.
El mayor tiempo de ocio viene después de los sesenta años de edad, cuando ya es poco probable que el trabajo ocupe un lugar tan importante de nuestra agenda. Por otro lado, es lo común que las personas se emparejen y tengan hijos adquiriendo una responsabilidad económica con ellos por un tiempo aproximado de veinticinco años. Es por esto que si una persona tiene su último hijo a los treinta y cinco años tendrá responsabilidad económica hasta los sesenta y también un espacio de tiempo de dedicación a ellos que ocupará parte importante de su agenda.
Por otra parte, mientras más dedicación de tiempo se le asigne al trabajo cuando jóvenes, más rápido se recorrerán las curvas de aprendizaje a las que se debe enfrentar un profesional, generando mayor dinero por concepto de mejores rentas por la mayor entrega de valor agregado a la empresa. Así mismo se debe tener en consideración que un mundo altamente competitivo, como en el que vivimos, premia a los profesionales que van alcanzando sus logros antes que el resto y castiga a quienes se retrasan el su desarrollo profesional con rentas inferiores.
Es así que el joven trabajador debe tener en mente que la ecuación de trabajar para vivir tiene una componente de largo plazo que se logra financiar con mayor cantidad de trabajo en la etapa temprana de la vida laboral. No digo que los jóvenes deban dedicarse sólo al trabajo, sino sólo que deben tener en consideración esto a la hora de distribuir sus horas de ocio y trabajo. Así podrán tomar una decisión equilibrada entre el aprendizaje que deben lograr con trabajo en la etapa temprana, utilización del tiempo de ocio y las consideraciones económicas que sustentarán el buen pasar una vez que se comience la tercera edad.
Por @Gerente2012