Por: Dr. César Ulloa Tapia,
Vicerrector del Instituto de Altos Estudios Nacionales
El correísmo y el fujimorismo son hermanos gemelos y de ello sobran las evidencias. Los dos gobernaron por un periodo de 10 años en Ecuador y Perú. Vulneraron las instituciones de la democracia cuantas veces quisieron y como quisieron. Ayer, en el vecino del sur, cerraban el Congreso con tanques de guerra, mientras acá los diputados de los manteles eran filmados en una hostería, en el peor escenario de la conspiración y asalto a la democracia. Eso dio paso a la peor Constitución que hemos tenido y ahora saltan los arrepentimientos.
En los dos gobiernos hubo personajes que superaron la fantasía de lo siniestro: Vladimiro Montesinos y Jorge Glas, los dos con sentencias en firme y sin perder de vista varios oscuros políticos que ocuparon diferentes cargos y siguen haciendo gala de actos bochornosos. Al final, la justicia llega y la historia se encarga, y los resultados se van viendo en los procesos electorales, aunque no hay una sentencia definitiva del pueblo.
Las dos fuerzas políticas irrumpieron en la escena electoral con líderes outsiders, Fujimori y Correa, bajo el paraguas de estrategias populistas. La narrativa que emplearon fue la misma: todos contra los partidos políticos y las instituciones democráticas, la personificación del poder en sus presidentes, la mediatización de la política para exacerbar grotescamente las características de los mandatarios y ninguna posibilidad de relevo, pues a Keiko no le alcanza y lo propio sucedió con Luisa.
Desde que Fujimori y Correa no están en papeleta, ninguno de sus partidos ha logrado alzarse con el poder, sin embargo, es innegable su presencia contundente en los legislativos de los dos países. Hay un segmento importante de la población en Perú y Ecuador que siguen votando por el chinito y por el mashi. Sus coidearios se cobijan en el legado y la nostalgia de los expresidentes, incluso justificando las denuncias de corrupción y la agenda de la impunidad.
Desde la salida de Fujimori y Correa del poder, la realidad política de estos países vecinos se agota todos los días en ingobernabilidad, escándalos y vacíos institucionales. La herencia del populismo.