Culebrillas, la mítica laguna

Por: Vinicio Vásquez

Con gran satisfacción y una vez que la justicia ha permitido que el Qhapaq Ñan, merezca el reconocimiento de la UNESCO, como PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD, estimo nuestro deber el difundir los distintos elementos tangibles que lo constituyen, con el firme propósito de poner en valor su relevancia cultural y el enorme potencial que estos representan para nuestro desarrollo.

En tal virtud, es digno exponer un perfil simple sobre la Laguna Culebrillas, ubicada en la parte alta del cantón Cañar, provincia del mismo nombre, lugar que desde siempre ha generado el interés de los visitantes. Desde la época de los cronistas españoles se planteó la duda de si su estructura respondía a una formación natural o era fruto de la construcción del hombre. Hasta la actualidad no hay una respuesta contundente al respecto, aunque en el 2006, gracias a un esfuerzo conjunto entre la CCE, núcleo del Cañar y la Municipalidad local, se contrató al INPC, para que lidere un proyecto de arqueología subacuática, el mismo arrojó dos resultados relevantes: en sus profundidades se encontró un aribalo, lo que demuestra el valor religioso que nuestros ancestros atribuían a la laguna; y, además se encontraron varias paredes construidas en el interior de la laguna, mismas que fueron fotografiadas por el arqueólogo Gerardo Castro y forman parte del Tomo 2 de la Serie Patrimonial de Cañar. Este hecho evidencia que en la laguna hubo intervención humana, debe añadirse a esto las formas caprichosas de los meandros que serpentean el agua a la entrada y salida de la misma, que parecen romper las leyes gravitatorias, ya que a distancias minimas se observa como el caudal del agua cambia de sentido en espacios aparentemente de idéntico nivel.

En mi modesto criterio, en este lugar se recrea la famosa leyenda Cañarí de “La Guacamaya”, los distintos elementos, La Leoquina (La culebra que vomita hombres), la transición entre las dos eras de Viracocha, donde pasa de un tiempo de vida sin conciencia a una de conocimiento, dolor y muerte, las cuevas, y los espacios filosóficos del Hanan Pacha, Uro Pacha y Kay Pacha están todos presentes en el entorno donde el agua domina y se constituye como elemento integrador vital y generador de energía.

La laguna está junto a uno de los tramos mejor conservados del Qhapaq Ñan, al igual que el Labrashcarumi, fábrica donde se trabajaban los materiales de construcción de la época. En las cercanías está también el Paredones, vestigios de una edificación militar, realidades que muestran la importancia de este lugar para los Cañarís, quienes, según los estudiosos, los construyeron entre el 500 y el 1200 y lo hicieron con tecnología muy avanzada.

Lo de los meandros y el hecho de que esos muros hayan resistido dentro del agua más de ochocientos años, testifica la calidad del trabajo. La majestuosidad de esta construcción, a mi parecer, generó celos de los Incas conquistadores, quienes en primer lugar adoraban al Dios Inti, es decir al sol y no a la Quilla, diosa luna, que cada noche era capturada en la magnificencia de esta laguna, por lo que prefirieron la indiferencia.

La conquista llegó con afán de oro y dominio, con la premisa de que todo lo que encontraron era barbarie e idolatría y había que despojar del valor real a lo existente. Es más, las rutas que a ellos les interesaban no tenían nada que ver con lo cultural. En su lógica, lo importante era vías de comunicación para poder sacar al mar las riquezas minerales, así se olvidaron de este trayecto, que es en sí una vía de comunicación entre los pueblos de la América Prehispana; así se perdió incluso el nombre del lugar; la palabra “Culebrillas” es cien por cinto castellana significando “pequeñas culebras”, que seguro fue impuesta por los conquistadores en función de las formas de los meandros mencionados. El nombre original debió ser otro con mucho mayor significado que ayudaría a entender su realidad.

Es de esperar que esta declaratoria, permita entender en magnitud plena la realidad de este santuario que está ligado a la identidad ecuatoriana, especialmente a la Cañarí, teniendo en cuenta que el aprovechamiento turístico debe darse con estricta sujeción a parámetros que no afecten su valor cultural. Estimo que la UNESCO dictará políticas y normativas que deberán de cumplirse a cabalidad, de forma técnica y en armonía total con lo cultural y ambiental.

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