Marco Arteaga Calderon | artecal85@yahoo.com
Decano de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Babahoyo
Para que del proceso de hominización pueda revelarse la especie homo pasaron, al parecer, muchos, muchos años…
Aunque para los sabios que apuestan, científicamente, a su reflexión numerológica, estos años suman mucho más que unos cuantos miles. ¿Cientos de miles? Hay quienes hablan de algunos millones. Los más conservadores registran, con la certeza típica del conocimiento oficial, entre 2 a 3 millones el tiempo suficiente y necesario para que el antecesor del humano, erguido en sus dos pies, pueda gesticular, libre y hábilmente, sus dos manos… Pero en lo que toca al mundo actual, en la línea genética sapiens, apenas cuentan, para los paleontólogos, 40.000 años… Discutible o no esta explicación casi mágica del saber, para los historiólogos, de semejante parcela temporal, apenas, quizás, menos del 50% tiene que ver con el existir del escenario de las sociedades semejantes a las que hoy están en vigencia. ¿Puede comprenderse, entonces, en este punto, en un contexto general de cambios y transformaciones, que al concluir el acto de ponerse de pie, lograr un aumento cerebral significativo, conseguir alimentarse y protegerse mediante organización grupal, la hominización daba paso, con mucha definición, a la vivencia de la actual humanidad?
¿Es este paso, sin embargo, sinónimo de humanización? Hay quienes creen ( entre ellos algunos antropólogos y cientistas sociales) que al aparecer el homo con capacidad de hacer herramientas y manipularlas con variada destreza (homo habilis u homo faber), la humanización ya hace presencia. Posición, eso sí, demasiado simplista y, por qué no, muy mecanicista que margina al hombre de su proyecto social, a través del cual está obligado a encontrar su identidad y diferenciarse del zoo. Realizar artefactos y manejarlos permite al ser humano solo sobrevivir dentro del instinto de la biología de la especie, pese a los altos niveles de conocimiento que pueda obtener. Hasta puede comprenderse algo así como una proto humanización. Pero la humanización conlleva otras esencialidades… ¿O no? Para Edgar Morin, por ejemplo, “no es solo el hombre el que no puede ser reducido a términos biológicos, es la propia biología la que no puede verse reducida al biologismo”. La sociedad, como fuente clave de las relaciones humanas define, en la praxis, la potencialidad en cuanto a capacidad de existir de cada humano… Capacidad de existir en función de la conciencia respecto a las responsabilidades asignadas o voluntariamente asumidas. Tal evento es susceptible de resultar, por supuesto, en una apertura continua de libertades. Libertades, que para desgracia y hasta el momento, solo han sido un cruce de confrontación y contradicciones.
¿Confrontación? ¿Contradicciones? Sociales. Políticas. Económicas. Culturales. Todo jalonado por un camino y hacia un destino: la ambición por el poder y la solución de su cuestionamiento en la guerra. El acumulado de muertos por las guerras son millones y millones. Algunos datos sueltos nos llaman seriamente a la reflexión… La primera guerra mundial significó cerca de 30 millones, cantidad que se duplica en la segunda guerra mundial. Pero la historia de la humanidad nos cuenta, antes de estos momentos, que las guerras de Julio César en las Galias, por ejemplo, que le otorgaron el poder supremo en Roma, costó a los perdedores cerca de 1 millón de personas sacrificadas y otro millón de prisioneros convertidos en esclavos… Para Napoleón lograr adueñarse, políticamente. de Europa tuvo que optar por la liquidación de más de 4 millones de gentes… Claro, un poco menos que las cruzadas que, en pleno Medioevo, lograron 1 millón más… La guerra civil para consolidar la URSS, entre 1917 y 1922, contabilizó para unos 10 millones de muertos y para otros, casi llega a los 20 millones… ¿Muestra más o menos suficiente?
Como que el humano inició su trayectoria desde la violencia y con el tiempo, en el transcurso de su desarrollo, ha logrado formas de perfección… En armas. En estrategias. En destrucción. La humanización, en cambio, viene atrasando su llegada. Un san Francisco por aquí, una madre Teresa por allá son únicamente referentes… Eso de reconocer en mi las faltas del otro, o aceptar de que soy yo y cobra sentido mi vida en tanto la vivencia de los otros, aun no es recurrencia de la vida diaria… Sí. Casi todas las constituciones recuerdan en su articulado la necesidad de velar por los derechos humanos. También por los derechos sociales. Pero, ni las religiones ni los valores laicos han servido de mucho… La humanidad, en todos los modelos de las sociedades que existieron y existen, siguen dando la razón a Hobbes: “El hombre es lobo para el hombre”. “¡Qué difícil es avanzar a voluntad del ritmo interior –advierte Saint.Exupéry—, cuando hay que luchar contra la inercia del mundo material!”. ¿Es que este ser llamado humano, del cual incluso, y con mucho orgullo, nos sentimos parte subsiste aun en un proceso transitorio, en que no alcanza a tomar conciencia de su humanización? ¿O esto de la humanización no pasa de una trasnoche idealista o quizás un penitente romanticismo surealista?