Del prostíbulo al cuartel

Pedro Reino - Wikipedia, la enciclopedia libre

Foto: Wikipedia

 

Por: Dr. Pedro Arturo Reino Garcés

Cronista Oficial de Ambato 

Sin mayor comentario sobre cómo han actuado las oligarquías transnacionales haciéndonos enemigos a pueblos hermanos, con el apoyo de la prensa que nos ha “enfermado” de nacionalismos para saciar sus intereses, comparto esta nota guardada en viejos periódicos:

Una recluta de tropas peruanas. 1910

“Las tropas peruanas

La recluta

Relato de un testigo presencial

En los barrios bajos de Lima, en las tortuosas callejuelas donde los chinos tienen sus prostíbulos cosmopolitas, hubo una noche un gran alboroto. El rumor de sables que rebotaban sobre los adoquines, ternos  dichos con voz atiplada y en los que se podía escuchar de cuando en cuando la palabra ¡Monos! Dicha con miedo, gritos desaforados de ¡cójanlo!, ¡amárrenlo! Dieron a comprender que se trataba de una leva de hombres.

Se reclutaba gente para el ejército. Me río yo de los fantásticos relatos de los periódicos limeños que cuentan de los voluntarios en masa presentándose a pedir armas para ir a la frontera a pelear con el Ecuador.

Doscientos o trescientos hombres se presentaron así, es cierto; pero esos voluntarios eran el desecho de los establecimientos penales del Perú, que hallaban una situación admirable para ejercitar sus profesiones delictuosas en la frontera, y – claro- la aprovechaban.

Las puertas de los miserables zaquizamíes se cerraban de golpe, pavorosamente; callaban las canciones canallescas entonadas adentro con voz desafinada y alcohólica; las callejuelas estaban desiertas; vacilaban las comisiones del ejército de línea, encargadas de la recluta y lentamente emprendían el regreso a sus cuarteles, llevando como única presa a un jovencillo escuálido y de ojos viciosos, triste ejemplar de la mezcla con la raza china, que había salido a aplacar la ira de los militares, con promesas indecibles.

Era un futuro reservista!

De pronto, por una esquina de la tortuosa callejuela, aparece un hombre obeso que a duras penas se sostiene en el enorme caballo que trota deganadamente.

-Cuántos hombres lleváis- pregunta imperiosamente.

– Uno mi general! – responde el oficial de la escolta.

Brutos! – ruge el de a caballo – Echad abajo las puertas y sacad a todos.

Es el general Muñiz, el Ministro de la guerra, que ronda la ciudad para ver de qué manera se cumplen sus órdenes de reclutamiento.

De mala gana regresa la escolta y se detiene ante una puerta tras la cual se adivinan más bien que se escuchan, cuchicheos. La emprenden a golpes con bayonetas y culatas y a poco cae derribada la mísera defensa.

Penetran orgullosos de su victoria; la habitación está a oscuras y vacía; siguen hacia adentro rasgando fósforos, y en el último cuarto, entre camas mugrientas, sillas descalabradas, canastos de ropa sucia y botellas vacías, ven un hacinamiento de cuerpos. Ya hay luz eléctrica.

A patadas hacen poner de pie a todos. Son mujeres pintarrajeadas y con ojos en los que se refleja un cinismo temeroso, innumerables jóvenes que castañetean los dientes y se arreglan con mano nerviosa los elegantes trajes; y al fondo, como genios maléficos de esa carroña humana se contempla los bigotes desconsolados de los chinos que fingen y sienten tristeza porque ven arruinado su negocio.

Amarran los soldados a los reclutas, uniéndolos por los codos y los sacan a empellones, en medio de las mujeres. Y van a repetir la operación en toda la calle.

A las 3 de la mañana la cuerda de reclutas alcanza a 500 hombres que son encerrados en un caserón con honores de cuartel y provistos de un rifle.

Al día siguiente “El Comercio”, El Diario” y los tres periódicos de Lima publican en letras gordas sueltos que dicen así, más o menos:

“VOLUNTARIOS – Conforta el patriotismo la conducta generosa  y altiva de los peruanos, 500 hombres, de todas las clases sociales, se presentaron anoche como voluntarios en los cuarteles y juraron morir o vencer al Ecuador. ¡Somos un pueblo grande! ¡Tiemblan nuestros enemigos! ¡Viva el Perú!.”

Tomado de EL ZORRO, Semanario satírico jocoso, Guayaquil junio 12 de 1910