
Por: Dr. Enrique Espinoza Freire, PhD
Universidad Técnica de Machala (Ecuador)
La reflexión la dedicaremos a un mal que con frecuencia observamos en las instituciones educativas de la enseñanza superior, referido a la asignación de roles pedagógicos a profesionales que no cuentan con el perfil afín. Se ha visto en diferentes instituciones la existencia de profesores graduados de especialidades distintas a las que imparten asignaturas.
Realidad que a todas luces desvela el desconocimiento de las autoridades administrativas institucionales sobre la importancia que reviste el estudio de las Ciencias en sus diferentes áreas, lo que impacta negativamente en el desarrollo del proceso docente educativo y en la calidad de la preparación de los futuros egresados.
No podemos olvidar que en el caso de la docencia universitaria no es suficiente contar con título profesional y/o híper especialización; también se requiere del dominio de las Ciencias Pedagógicas que preparan al docente científica, metodológica y didácticamente durante largos años de carrera en asignaturas como Pedagogía, Didáctica general, Didácticas particulares afines al área de especialización y Psicopedagogía, entre otras, que lo capacitan para el ejercicio de la profesión.
No es solo contar con una sólida formación científica en los contenidos propios de las disciplinas que impartirá una vez egresado, es necesario también poseer una preparación profunda de los aspectos pedagógicos para poder hacer efectiva su labor en el aula; de lo contrario se está olvidando la importancia de las disciplinas propias de las Ciencias Pedagógicas, que deben ser del dominio de cualquier docente que se precie de serlo.
Ante esta situación hay que preguntarse ¿cuándo un docente se considera idóneo para desarrollar su actividad en el aula?
Para que un docente universitario se considere idóneo además de una sólida preparación científica y conocimiento de la ciencia que imparte debe demostrar competencias pedagógicas como portador y actor de la práctica educativa, contar con habilidades pedagógicas que le permitan el establecimiento de las múltiples interacciones necesarias con los estudiantes, el claustro y el resto de la comunidad educativa; debe ser un profesional creativo con probada maestría pedagógica, comprometido éticamente con su profesión.
Las competencias profesionales, específicas de su especialidad, así como las pedagógicas adquiridas durante el proceso formativo, en las instituciones de la enseñanza superior, dotan al docente para concretar en la práctica los conocimientos que atesora, permitiéndole elegir las estrategias apropiadas en situaciones complejas para alcanzar los objetivos trazados en la labor educativa. Un docente idóneo se caracteriza por su sabiduría, la comunicación asertiva con los demás, saber proceder sobre bases científicas y didáctico-metodológicas, ser un incansable investigador de las necesidades de sus estudiantes y del contexto, y por ser sistemático en su superación de manera autónoma.
Por lo hasta aquí analizado, podemos afirmar que las competencias pedagógicas caracterizan al docente de la enseñanza universitaria, significando su valor imprescindible para llevar a feliz término todas las actividades propias de su labor, direccionadas al ámbito cognitivo, científico-investigativo y de vínculo con la sociedad; esto es lo que distingue la idoneidad del desempeño docente.
Sirvan estas líneas para llamar la atención de los directivos y administrativos sobre tan delicada situación, y poder aprovechar las potencialidades de los docentes y reorientar la labor de otros profesionales en las áreas propias de sus especialidades.