Por: Marco Vinicio Vásquez Bernal
La fortaleza de los pueblos se pone de manifiesto ante las tragedias. Esta frase podría resumir lo que nuestra Patria ha vivido estos últimos días. El terremoto que afectó a la Costa Ecuatoriana y el gran susto que vivimos todos los ecuatorianos el sábado 16 de abril ha dado paso a una solidaridad que emociona. Nunca antes se ha sentido tanta unidad.
El dolor de enterrar a centenares de compatriotas no puede mitigarse, no hay nada humano que permita superar las dolencias de la muerte de seres queridos, más la solidaridad del semejante constituye bálsamo ideal para superar esos momentos y de alguna forma mirar al frente, porque por la gracia del Creador de los días, la vida sigue.
Ante todo matengamos la serenidad. Las tragedias deben superarse y un accionar desorganizado o malintencionado genera caos, en estos casos cada uno de los dieciséis millones de compatriotas que vimos la luz en esta hermosa geografía y quienes por su decisión escogieron cobijar su vida con nuestro hermoso sol, somos exclusivamente ECUATORIANOS, compartimos el amanecer y el dolor que nos azota, y sabremos reconstruir nuestro país, cada uno desde su particular espacio, cumpliendo a cabalidad lo que nos corresponda. Recordando que compartimos una bandera y un destino y que superaremos esta embestida atroz de la naturaleza porque nuestra patria es mucho más que cemento y asfalto, está constituida por mujeres valientes y por hombres generosos que no dudaremos en enfrentar la inclemencia del tiempo para construir nuevos horizontes.
Es el momento menos oportuno para lamentaciones o para negativos presagios, es la hora de la proactividad y del accionar positivo. Tendremos que superar tiempos difíciles, nada ganamos con vanidades ni con egos infundados. Si Dios nos ha dado algún talento especial, pongámoslo al servicio de nuestros hermanos afectados por el sismo y que hoy necesitan de todo.
Condenemos esa insensatez que a momentos busca desdecir los órganos regulares; conscientes estamos de la magnitud del desastre, un número más o un número menos no hará la diferencia, más concentremos los esfuerzos mayores para que el terremoto no destruya los valores del hombre. Recordemos a ese ser que a su tiempo dijo “En tres días reconstruiré la morada de mi padre”. Actuemos con fe, con sentido de sociedad, y seguro los resultados nos serán alentadores.
En esos segundos que sentí el temblor, reconocí una vez más lo insignificante que es el individuo ante la inmensidad del destino. Ahora la única alternativa para poder defender la vida y lo avanzado por la humanidad es el poder unir esfuerzos y objetivos. Entendamos que a lo material lo caracteriza su fragilidad, que lo único que trasciende y dota de valor a nuestra existencia surge de nuestro espíritu y del sentido de servicio a los demás.
Nos unimos al dolor íntimo de todos los compatriotas que han perdido a sus seres queridos, con absoluta reverencia hincamos la rodilla al creador y suplicamos por la tranquilidad de sus ánimos. Comprendemos que su dolor no cesará, en tal virtud proponemos que la altivez del ecuatoriano se convierta en solidaridad efectiva y silenciosa, respetuosa y compasiva, generosa y con amor. Sí, teniendo en cuenta que mañana es otro día y que nadie esta exento de los avatares del destino.