Educación popular intercultural, como proceso unitario, o emergencia neoliberal, como el peor de los colonialismos

“Educar para transformar y transformar para educar” es el título de un libro de autoría de Carlos Núñez, uno de los grandes continuadores de lo que se instituyó en el mundo como pedagogía del oprimido, a través de los aportes fundacionales de nuestro gran Paulo Freire. Un legado dialéctico que se convirtiera de a poco en la educación popular latinoamericana. La médula vital de esta postura educativa es construir procesos dialógicos, donde profesores y estudiantes acuerdan aprendizajes mutuos, con sentido integral de crítica y conciencia social bajo parámetros de igualdad, por tanto, anticapitalista. Sin duda este fue un escalón indispensable, para no solamente contar con claridades respecto a la necesidad de hacer un mundo sin clases sociales, sino también como proyectil ineludible de proyectos educativos que devinieran como interculturales; es decir, la unificación de diversos sectores en franca lucha por desestructurar y superar la hegemonía del capitalismo. América Latina, de hecho, tiene en lo popular e intercultural un referente de identidad y diferencia en cuanto a educación y toda su historia a nivel mundial.

El academicismo neoliberal, transnacional y global, no cuenta con mínimos niveles de sintonía con lo popular ni con lo intercultural. Los planes y programas del sistema educativo se mantienen mediante nociones tecnocráticas del capitalismo como sistema mundial de acumulación, que impone la ciencia no desde significados de emancipación, sino más bien desde ópticas tan unidimensionales como los del absolutismo bíblico. Así en la Edad Media se elevaba a verdad indiscutida, todo aquello que estaba en las sagradas escrituras, mientras que, en la actualidad, con similar poder dogmático, se imponen descubrimientos científicos, bajo sesgos positivistas, como el eje de lo concebido como única verdad. En ambos casos inentendibles; en el primero por estar en latín, lengua que conocían casi con exclusividad los sacerdotes, y en el segundo por un conceptualismo manejado solo por determinados científicos; los primeros expuestos en la Biblia, los segundos en revistas indexadas.

Ahora la intención no es sostener que todo cristianismo fue hegemónico e impositivo, como tampoco que toda ciencia es funcional a intereses oligopólicos, que se autodenominan como sociedad del conocimiento, cuando el conocimiento es inherente a todo proceso socio histórico y su heterogeneidad cultural. Que la actualidad se caracterice por generar fanatismos de corte religioso, que invitan a una segunda era de cruzadas de cristiandad, no significa que la teología de la liberación latinoamericana, se haya alineado con la dominación y colonización sobre los pueblos originarios o indígenas de América. Los aportes educativos de Monseñor Leonidas Proaño y de la comunidad salesiana fueron esenciales en la estructuración del movimiento indígena ecuatoriano; negar tales contribuciones sería inaudito e injustamente irreal. Igual cosa podemos sostener del CIMI en Brasil y su rol en la constitución de lucha socioétnica de diversidad de comunidades indígenas. El pensamiento crítico, generado por el socialismo y el comunismo, fue también reconocido por mama Dolores Cacuango y mama Tránsito Amaguaña, dos emblemas de la lucha indígena en Ecuador.

Nuestro país, con la Constitución de 2008 y con la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI) se transformó en uno de los pilares innovadores en materia educativa, que ningún favor teórico y epistemológico le piden a los países Nórdicos. Obviamente, los distintivos se encuentran en la praxis, pues Suecia, Noruega y Finlandia no han sido víctimas de 500 años de colonización y epistemicidio, ni de lógicas de predominio neoliberal. No obstante, eso no significa que la Educación Intercultural sea patrimonio de los pueblos indígenas, aunque hayan sido sus protagonistas indiscutidos, pues ellos mismos lo han catalogado como un sistema educativo de diálogos de lucha contrahegemónica, tendiente a un compartir el poder en términos políticos, epistémicos y educativos, principalmente, que lo han sintetizado como un sistema educativo basado en la unidad de lo diverso; afirmación que la tuviera antes Marx para referirse a su comprensión científica de la realidad. Consecuentemente, lo intercultural lo reconocen también en calidad de contrahegemonías en occidente. Desde luego, que esto no implicó identificar a toda la   historia de los pueblos indígenas bajo el merecido calificativo de intercultural, ya que siempre insistieron en la crítica y la autocrítica. De este modo, saben los pueblos indígenas que la interculturalidad es un proceso educativo que parte del rol decisorio de comunidades y ayllus, no del clasismo incásico, por mencionar un claro ejemplo. Se debe tener cautela con aquello que identifica como sistemas imperiales con exclusividad a occidente. El incario masacró a integrantes del pueblo caranqui, suceso que lo rememoramos en el histórico Lago de Sangre Yahuarcocha. Obviamente la dominación y evangelización española, se aprovechó de los serios conflictos con el incario y provocó a la final un sistema  más trágico, pero eso no implica catalogar que todo occidente es sinónimo de dominación ni todo lo indígena sinónimo de interculturalidad.

Con la crisis provocada por el actual gobierno y régimen político, sumado a la propagación pandémica por covid19, estamos atravesando un tiempo de severa emergencia. El neoliberalismo nos ha colocado en una situación de extrema gravedad socioeconómica, político-institucional, de salud y educación públicas, entre las principales. Requeriremos de algunos años para recuperarnos. Dentro de este contexto la educación intercultural ha sido notablemente devaluada. Esa desvalorización, sin embargo, no puede ignorar el aporte de las Nuevas Tecnologías de la Educación, que se han constituido como educación en línea o virtual. Esto es, si bien el capitalismo es el que predomina también en los escenarios virtuales de educación, no puede negarse posibilidades de transformar este escenario educativo en contrahegemónico, a pesar de tener cualidades estrictamente occidentales. Hacer un llamado, por consiguiente, a la unidad no está nada fuera de lugar. Es urgente elegir por un proceso progresista y rechazar  la continuidad neoliberal. No identificar esta realidad es un claro sin sentido, por homogeneizar enfoques y por no priorizar la unidad, necesidad que siempre fue enmarcada por las propuestas interculturales, que se construyen en procesos y no bajo suposiciones de cambio inmediato. Hacer oposición sin conformar un Frente Unitario Antineoliberal, solo hará juego a las oligarquías tradicionales y al imperio de Estados Unidos;  en poco tiempo la Educación Intercultural será reemplazada por un sistema de privilegio oligopólico transnacional. Corregir errores de procesos de modernidad educativa es correcto, pero tal correctivo no se concreta concibiendo al progresismo y neoliberalismo desde una oposición que no es mayoritaria en Ecuador; que se considere un éxito electoral el 19,38%,  no conlleva suficiencia mayoritaria desde ningún punto de vista. Hacerlo sería autoritarismo no diálogo intercultural, reproduciendo lo que siempre cuestionaron.

Los trayectos de la educación popular intercultural se hicieron en procesos y continuarán en esa dinámica. Cuidado perdemos de vista la actual emergencia y aguda necesidad de articular la urgente unidad política, como recuperación y sostenimiento de procesos de institucionalidad estatal; indispensables para la revitalización de a  interculturalidad como propuesta educativa. Una cosa es exigir cambios en cuanto a los procesos de modernización educativa y otra es hacer juego a la más catastrófica de las imposiciones colonialistas: el neoliberalismo. El binomio de UNES ha ofrecido corregir errores cometidos por el régimen de la revolución ciudadana, sobre todo respecto al sistema de educación intercultural. Entonces procede la corresponsabilidad y asumir la concreción de tal proceso en acuerdos y procesos de vigilancia social, mas no las desubicadas consideraciones del candidato Pérez y un sector de la dirigencia de Pachakutik, quienes peligrosamente reproducen la caduca discusión entre correísmo y anticorreísmo, cuando uno de los peores gobiernos de Ecuador ha sido el anticorreísta de Moreno, Trujillo, Celi y otros; que ha servido para el posicionamiento neoliberal más agudo de toda nuestra historia. No permitir salidas del neoliberalismo social es la peor de las decisiones colonialistas. En las mayorías de Pachakutik y de la CONAIE estará responder a esta urgencia, o terminar a la cola del colonialismo neoliberal, con el autoritario supuesto de concebir que el 19,39% es suficiente para hacer gobierno y mantener los  logros interculturales.