Por: Dr. Luis Rivadeneira Játiva
Don Emiliano Baquero sembró un aguacate en su terreno que heredó, junto a su primo Luis Humberto Baquero, en Tababela, en la calle Justo Coello de esta parroquia rural de Quito.
El árbol creció y se hizo grande, verde y lozano, pero, lamentablemente, por las obras de urbanización, de ensanchamiento de veredas, quedó el mismo en el límite entre el terreno y la vereda, lo cual imposibilitaba la construcción de la pared frontal del terreno. Comenzó, entonces, las ideas sobre el aguacate, de quienes trataban de tumbarlo para hacer la pared frontal del terreno y de quienes trataban de conservar el mismo, ya que decían que el árbol tenía alma y sus frutos eran los más apetecidos del valle. Los frutos del árbol, muchas veces, sirvieron a todos los ciudadanos de la parroquia, porque el terreno no tenía cerramiento. Algo parecido sucedió con el árbol de coco de la Ciudad de Ibarra, que formó la historia de la esquina del coco, incrustado en una pared del antiguo edificio del Colegio Teodoro Gómez de la Torre. Hasta el momento existe el árbol que se conservó y los ciudadanos quisieron que viva por siempre, un ícono en la Ciudad de Ibarra. En muchas ciudades hay árboles que se conservan inclusive dentro de los restaurantes.
La nueva propietaria del terreno, María de Lourdes Bracho Vélez, decidió conservar el árbol de aguacate y no tumbarlo, a pedido de su familia, aunque el mismo quedó en la pared divisoria del terreno y la vereda de la calle, dando una curvatura a la pared para que esté protegido, formando una pared curva. Solamente, se cortó dos de sus ramas para que no queden en la vereda y las personas puedan caminar sin problema. Si la Quinta lleva el nombre de su propietaria, el árbol ha dado nombre al lugar, que todos lo conocen como la calle de “El aguacate”, dando vida al mismo, a la vez que conservando su derecho a un espacio en la tierra.
Los propietarios del terreno han pensado construir un restaurante en el lugar, el cual llevará el nombre de Restaurante “El aguacate”, entregando a los visitantes los frutos del mismo.
La historia del aguacate debe llevarnos a reflexionar sobre la importancia de conservar a los árboles y tratar de que el avance de la urbanización no afecte su crecimiento. No olvidemos que los árboles tienen vida y recrean a la naturaleza.