El ahijado de Federico Páez. 1937

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Cronista Oficial y Vitalicio de Ambato

Situémonos para esta historia en 1937. Tenemos al frente a dos protagonistas de la política ecuatoriana. La historia dice que ambos fueron socialistas. El caso es que en la conducción de la República, “El 26 de septiembre de 1935, Antonio Pons Campuzano dimitió ante el Ejército, en una histórica reunión celebrada en Baños de Agua Santa, y (el General Alberto) Enríquez Gallo hizo designar dictador a su padrino de bautizo, el Ing. Federico Páez, quien correspondió el gesto entregándole la espada de General de la República y nombrándolo en noviembre para el Ministerio de Defensa”, según cuenta Rodolfo Pérez Pimentel en su diccionario Biográfico Ecuatoriano.

¿Cuánto poder tenía el ahijado de Páez? Eso lo saben los hombres que se someten a las armas. Los hombres civiles somos los que tenemos más miedo a la muerte, por eso nos gobiernan los que manejan el miedo convencidos de que sus aberraciones se llaman vocaciones; y sus actos, heroísmos. Cuenta el biógrafo que en 1900 cuando Alfaro pasaba por las haciendas del El Tambo de Cuilche, en las proximidades de Latacunga, encontró al niño Enríquez Gallo recogiendo casquillos de las balas producto de los enfrentamientos contra Lizardo García. Alfaro le había acariciado la cabeza y poniéndole una moneda de oro en sus manos le había dicho: “Tus parientes han sido conservadores, pero tú serás liberal”.

Alberto Enríquez Gallo nació en 1894, y para 1911, con 17 años estuvo en el ejército presto a combatir a Flavio Alfaro en Huigra. El 15 de noviembre de 1922 fue a Guayaquil y como parte del batallón Imbabura, intervino en la “sofocación” a los obreros que terminó en la brutal represión y “matanza indiscriminada de obreros y gente del pueblo cuyos despojos fueron despanzurrados a punta de bayoneta y lanzados a las aguas del río Guayas para que no quedara evidencia del crimen colectivo” que se calcula llegó al millar.

Leer o aprender historia desde la perspectiva de los líderes militares es adentrarse en ese mundo de revueltas, insurrecciones, armisticios, sofocaciones y revanchismos. Enríquez Gallo se habría deslumbrado del verbo de Velasco Ibarra, por ello le brindó su apoyo, porque había tomado experiencia y trayectoria en los cuarteles. Era considerado como el mejor jinete que tenía el País. Estuvo entonces de Ministro de Defensa de Federico Páez, como dijimos: “En esa cartera, Luis Alberto logró mantenerse con inteligencia y prudencia, hasta que en agosto de 1937 se instaló la Asamblea Nacional Constituyente. Entonces, Páez maniobró para obtener la Presidencia por cuatro años, pero se le adelantó Enríquez, y el 22 de octubre, el Ejército, proclamó su Jefatura Suprema. Se dijo entonces que Páez, al saberlo, había exclamado: «No me sorprende la cosa, pues mi ahijado, de chico me meó y de grande me cagó». La verdad es que la dictadura de Páez en los últimos meses había sido sangrienta y estaba muy desprestigiada por la tenaz persecución a las izquierdas”

Deja una respuesta