EcuadorUniversitario.Com

El bautismo más suntuoso de Isamba. 1746

 Por: Dr. Pedro Reino Garcés

Historiador/Cronista Oficial de Ambato

“En 1 de Junio de 1746 años, bauticé puse óleo y chrisma a Leandro  Antonio Tadeo (indio), hijo legítimo de Alexandro Martínez y de Josepha Sugsu; fue su padrino en Gobernador General  Don Antonio Sánchez de Orellana quien sabe bien la obligación y parentesco y lo firmé por verdad en dicho día, mes y año dichos.- Firma) Lucas Espinoza de los Monteros”.

Para entender esta historia y comentar la trascendencia del suceso de haber apadrinado al niño indio Leandro Antonio Tadeo Martínez Sugsu, a quien le ponen tres nombres, en vez de uno, como a indio, y luego de darnos cuenta que tiene realmente apellido hispano (Martínez); pensemos que se trata de un acontecimiento que habría concitado todo un revuelo social en aquel tiempo. ¿Cómo es esto de que el padrino, considerado el hombre más rico del país de Quito, haya aceptado tal responsabilidad moral con un indio de Isamba? ¿Cómo fue ese nexo?

 El “afortunado” ahijado que llegaba a este mundo según las fechas y los detalles que quedan especificada en el acta de encabezamiento que guarda el libro de bautismos del archivo de la curia de Ambato, relativo a  la parroquia Isamba. ¿Quién le habría conseguido “semejante” padrino que fue el I Marqués de solanda, lojano nacido sobre el cerro de oro de Zaruma, a quien el Rey de España, mediante cédula real de 27 de abril de 1700, le  hizo noble, por “la suma de 30.000 pesos. Pues a la fecha sus bienes estaban valorados en unos 200.000 pesos”?  (César Alarcón, Diccionario Biográfico Ecuatoriano)

El acta dice claramente que el “Gobernador General  Don Antonio Sánchez de Orellana”,  es el padrino de la criatura, pero por las fechas que vamos a contrastar, creo que el acta tiene un lapsus fatal. Lo que ocurre es que está firmada por otro personaje colonial, nada menos que el cura Dr. Lucas Espinosa de los Monteros, que vino a rendir cuentas a su Dios por las estancias de Hambato colonial, después de predicar el cristianismo por las planicies de Isamba.

Don Antonio Sánchez de Orellana y Ramírez de Arellano. Nacido en el Cerro de Oro de Zaruma un 13 de junio de 1631, fue hijo de Clemente Sánchez de Orellana que había sido Corregidor de Zaruma; y de Jacinta Ramírez de Arellano, de origen madrileño. Antonio tuvo dos matrimonios: el primero con Leonor Espinosa de los Monteros (se casaron en Loja 1674) y con quien procreó un solo hijo “Juan Bautista Sánchez de Orellana y Espinosa de los Monteros, clérigo y oidor de la Real Audiencia de Quito”, según Jorge Núñez, en Historias del País de Quito. Ocurrida la muerte de su esposa, vuelve a contraer nupcias con Elvira Tomasa de Góngora, en Loja en 1676. Su joven segunda mujer le dio una docena de hijos, todos importantísimos personajes. Digamos que conviene saber que el octavo de ellos se llamó también Antonio Gabriel Sánchez de Orellana y Góngora. Pero para nuestra historia conviene tener en cuenta al primogénito del segundo matrimonio: Pedro Javier Sánchez de Orellana y Góngora, que fue general de los ejércitos, Corregidor de Latacunga y Capitán de Armas de la misma región. Este llegó a ser el II Marqués de Solanda.

Estamos ante dos vínculos históricos interesantes para buscar a nuestro protagonista, el padrino del niño “indio”, a pesar del apellido hispano. En Isamba está justamente desde 1746  en calidad de sacerdote el Dr. Lucas Espinosa de los Monteros, nacido en 1701. ¿Qué fue para su primera esposa doña Leonor? ¿Acaso fue hermano de esta? Debo decir que no he encontrado datos en los genealogistas.  El nuevo vínculo se trata de argumentar que el II Marqués de Solanda, primogénito del segundo matrimonio, tenía sus intereses en la actual provincia de Tungurahua.

El I Marqués de Solanda, Don Antonio Sánchez de Orellana, murió a los 79 años en Latacunga, en 1730, a donde había pasado a vivir en 1710, por el señalado nombramiento que tuvo su hijo. Por  esta sencilla razón, el padrino del niño indio, bautizado en 1746  no puede llamarse Antonio, puesto que él está fallecido en 1730. El caso es que rastreando genealogías y documentación, no aparece un Antonio, con funciones de Gobernador General por 1746, por lo cual, presumimos que se trata más bien del primogénito don Pedro Javier, que para ese entonces es el hombre más importante de Latacunga. Sin embargo de esto, nos queda el enigma del por qué el padre Lucas escribió en el acta el nombre del muerto, como padrino del niño. Como los Sánchez de Orellana son muchos, y cada quien ocupaba importantes cargos a lo largo de la Sierra ecuatoriana, desde Loja hasta Otavalo, y muchos en Latacunga, la pregunta que nos queda es ¿Quién mismo fue el padrino del niño indio?

La información de páginas virtuales dice que Felipe V le nombró  “corregidor de los asientos de Latacunga y Ambato, alrededor de 1710 a 1715” al primogénito vástago de don Antonio, llamado Pedro Javier, quien por 1735 está de corregidor de Quito. Entre los bienes de su cuantiosa fortuna, a más de un trapiche en Ambato, tenía: Hacienda y obraje en Turubamba, la hacienda San José Chisinche, varias casas en Quito, hacienda Conocoto, casas y alfalfares en Chillogallo, trapiche en Quito, la hacienda Alpamala y el Hato de Cachi, la hacienda Cuturibí con obrajes de Isinchi, casas en Latacunga, y hasta un almacén de ropa en Quito; además se señala que tenía joyas y deudas por cobrar del tribunal de la Santa Cruzada, etc. Según el documento relativo a la fundación de su mayorazgo, su fortuna alcanzaba los 338.500 pesos. Era de tal magnitud la fortuna de los marqueses de Solanda que hasta realizaron préstamos a la corona española para defender Cartagena. Pedro Javier  prestó 2.000 pesos. Es una pena que Antonio José de Sucre no haya podido disfrutar de las riquezas de su esposa, después de haber peleado por la Independencia para heredar el poder con las oligarquías criollas.

Nos hemos puesto a hablar del padrino, y nos hemos olvidado de lo esencial: el bautismo. La triste pregunta que nos hacemos debe ser ¿Cómo era el Dios del padrino y cómo se entendería el Dios en el ahijado, según lo que dice el acta: “quien sabe bien la obligación y parentesco”? ¿Qué biografía nos queda de los padres y familiares del niño indio? El dios de la opulencia necesitaba súbditos. El dios de los ahijados buscaba migajas. En América no ha funcionado entre compadres sino un Dios manipulador frente a un dios de la resignación. Nunca hubo un dios de la reivindicación. Hay un dios fiestero que llega y pasa confundiendo dos palabras: la fe con la esperanza.

Salir de la versión móvil