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El “cambio civilizatorio”*

Por: Dr. Marco Antonio Rodríguez 

La caída del Muro de Berlín marcó, simbólicamente, un punto de inflexión drástica, uno de los más fuertes de todos lo tiempos. Viraje del tiempo histórico en el ámbito planetario. Mundialización. Inicio de un formidable cambio de época.

A partir de este hecho se desataron, a ritmo de vértigo, una serie de acontecimientos, entre los cuales se destaca el derrumbe del marxismo como sistema actuante de ideas: arraigo y circulación de postulaciones en instituciones y sociedades y la conmoción del llamado “estado de bienestar” que en muchos casos fue desmantelado. Lo ocurrido fue hace rato calificado como “cambio civilizatorio”. La realidad, por primera vez en la historia, va más rápido que nuestra capacidad para imaginarla, peor aún para conceptualizarla. Nada es definitivo, si alguna vez pudo alcanzarse esta condición. Todo es provisional. Lo efímero es mucho más tangible en la edad que vivimos. Prolifera una energía terca y feroz, moviéndolo todo: actos, usos, costumbres, política, cultura, de un lado a otro, como un tiovivo para peleles. Las legiones de indignados no se reducen a Occidente sino a todo el planeta Tierra, salvo aún, nuestros países. ¿Por qué? Por nuestra irreductible asincronía histórica (retraso, desfase). Y nuevas guerras se vienen a galope. ¿Visión catastrófica? Ojalá lo fuera. Lectura de un tiempo en el cual el vacío va construyéndose en el eje de la historia.

Revolución: futuro y retorno. El porvenir es la expresión predilecta del tiempo cíclico: proclama el retorno de un pretérito arquetípico. La práctica revolucionaria –ruptura con el pasado cercano y reinauguración de un pasado antiguo-. Vuelta de los tiempos. Y en el sentido originario, vuelco del universo y otros elementos. Se trata, por tanto, de algo inmensamente más profundo con que lo asumen los políticos de una generación. Engels elevó a categoría suprema el “comunismo primitivo” de Morgan, lo propuso como la etapa iniciante de la evolución humana. Comienzo y origen. Cimiento y simiente del tiempo. Fin del mal tiempo e instauración del nuevo. No obstante lo aseverado anteriormente, el “cambio civilizatorio” acaso sea ese pasado que es, a su vez, un incesante principio.

 *Fragmento del discurso “Palabra y Arte” de incorporación del Dr. Marco Antonio Rodríguez como Miembro de Número a la Academia Ecuatoriana de la Lengua, la institución cultural más antigua y con mayor prestigio del país. La ceremonia se cumplió el miércoles 18 de julio de 2012.

Marco Antonio Rodríguez fue miembro correspondiente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua desde 1998, y pasó a ocupar el sillón C de Jorge Salvador Lara por una resolución del directorio de la institución, esto en reconocimiento por su aporte a la cultura ecuatoriana e hispanoamericana y sobre todo al idioma.

• Doctor en Jurisprudencia, el escritor Rodríguez ostenta también un doctorado en Filosofía y Letras y máster en Ciencias Políticas. Ha publicado Cuentos del Rincón, Historia de un intruso, Premio al mejor libro de habla hispana, Feria Internacional del Libro, Leipzig, Alemania, 1977; Un delfín y la luna, Premio Podestá, México, 1986; Jaula, 1992, los tres últimos con varios premios nacionales, traducidos a varios idiomas y considerados por la crítica nuevos clásicos de la literatura ecuatoriana y latinoamericana.

• En ensayo sus obras más representativas son: Palabra e Imagen, cuatro volúmenes sobre artistas plásticos ecuatorianos, Grandes del siglo XX (dos ediciones), Poetas nuestros de cada vida, doce ensayos sobre poetas ecuatorianos; Palabra de pintores Artistas de América (I); Palabra de Pintores Artistas del Ecuador (II); entre otras obras.

• Está terminando su mandato de Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

 Nota del Director: La Academia Ecuatoriana tiene ciento treinta y ocho años de existencia, desde su fundación en 1874, pues es la segunda academia fundada en América, luego de la Academia Colombiana de la Lengua en 1871.

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