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El movimiento cultural de Cuenca en Pandemia

 

Por: Iván Petroff Rojas

Si bien la pandemia ha sido un flagelo para la humanidad, la peste también nos permite la reflexión y el análisis para avanzar por nuevos caminos e itinerarios que los vamos haciendo realidad en el ejercicio de la creatividad, la imaginación y los emprendimientos. Nada es tan catastrófico como la resignación y la pasividad. Hoy más que nunca tenemos que reinventar una condición humana que ha estado muy venida a menos, sobre todo en la consolidación de nuevos ejes y principios de acción y de pensamiento hacia la conformación de un nuevo imaginario. Es fundamental volver sobre las prácticas ancestrales de nuestras culturas que nos precedieron, la solidaridad, la minga, el trueque, el canto y el ritual del colectivo, la tolerancia y el respeto a la filosofía del otro, que en el caso de la cosmovisión andina giraba en torno del círculo y altos conocimientos sobre astronomía y las fuerzas universales que posibilitaban en su enfrentamiento el movimiento y por lo tanto la vida.

La cultura y sus distintas manifestaciones, como siempre en estos casos, ha sido muy golpeada, estigmatizada, postergada y ha quedado en el ostracismo más vulnerable. Los gestores culturales sin  trabajo, los artistas con diferentes síndromes de depresión. Los espacios públicos, los teatros, las bibliotecas, los cines, los centros culturales convertidos en arquitecturas repletas de vacío, donde es evidente la ausencia del calor humano y sus conquistas.

Sin embargo, en este contexto, y luego del cisma o hecatombe, el arte y la cultura se restablecen, el hecho estético recupera el ímpetu y la fuerza propia de la creación, asistimos poco a poco a su resurrección. En la ciudad reaparece la actividad institucional y de los proyectos de gestores que están persuadidos por el concepto de su propia trascendencia. El arte es lo que nos salva, más allá de hospitales, clínicas, encierros o el aliento del oxígeno embotellado. El arte tuvo un papel protagónico en el terremoto de abril de 2016. Entonces hemos sido testigos de la actividad cultural de la ciudad. El mismo proyecto de José Manuel Castellano con su quimérica Editorial Centro de Estudios de América Latina lo confirma con la edición digital –tan pertinente en esta época de pandemia y la imposibilidad de acceder al libro físico- de una serie de ediciones que han venido a reconfortar la práctica lectora. Libros y proyectos últimos como los de Paco Godoy, Iván José Petroff, el periódico La Clave, el Congreso Internacional de Jóvenes investigadores, con el aval académico de algunas universidades, dan cuenta de lo que en realidad se está logrando en esta época de supuesta sequía y vacas flacas en el quehacer cultural de Cuenca.

Es, asimismo muy importante destacar la labor de otros colectivos y proyectos culturales como los que llevan adelante Casa Tomada, dirigida por el cineasta y profesor universitario Carlos Pérez Agustí, o el trabajo de la familia Moreno Ortiz que en torno a una de las figuras destacadas del grupo Elan como es el caso del poeta Eugenio Moreno Heredia,  han comprometido su esfuerzo y trabajo para  mantener una colección  de publicaciones dedicada a la misión de difundir la obra de quienes amen y atesoren la palabra en declaración de sus gestores. Los dos primeros títulos ya están en circulación y se trata de “No hay reposo” de Susana Moreno Ortiz (textos poéticos) y “La noche de Mercucio” de la autoría de Fernando Moreno Ortiz (poesía)

En el caso de Sonia, su poesía tiene la misión de construir una propuesta desde su estética lingüística en la que subyacen como pretextos el tiempo y sus delirios en los que la metáfora del agua y la naturaleza están presentes. Autora de finas urdimbres que a ratos se convierten en laboriosa filigrana para terminar en las rúbricas de lo eterno como contradicción de lo efímero y pasajero en una constante de lo que significa ser pasajeros de nuestras propias presencias.

Fernando Moreno, vuelve en La Noche de Mercucio a una nueva búsqueda del amor, desde varias estrategias lingüísticas y de enmascaramiento proponiendo nuevas perspectivas desde autores o personajes que le sirven al escritor para su cometido. En esa búsqueda y a veces hasta persecución, va encontrando su escritura que de pronto podría quedarse atrapada en el ilusorio mundo del deseo o el hedonismo, pero que se sacude para poder llegar a puerto seguro.

Por todo lo expresado en estas líneas, suponiendo una narrativa de lo cultural en Cuenca es que tenemos que estar convencidos de que el movimiento cultural en Cuenca y de hecho en el país no ha sucumbido y que más bien es tiempo de la fe y el reconocimiento, así como una seria apuesta por todos los gestores culturales que contra viento y marea y aunque llueva,  truene o relampaguee, siempre están listos como buenos guerreros que son, convencidos de su misión. Larga vida para el arte y la cultura y sus actores y gestores.

 

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