Por: Dr. Luis Rivadeneira Játiva
EL PAMBIL
Crece lento,
vive 150 años,
30 metros de altura.
“Es el árbol que camina”,
el más importante
por su trascendencia cultural
e importancia económica.
José Mora, del recinto Umpe Chico,
lleva 30 años en el cuidado y rescate de esta especie nativa.
El pambil, guayacán, cedro, son especies en proceso de extinción.
Fabián Calderón, joyero cuencano, encontró en el pambil su materia prima.
Luego de 30 años, como artesano joyero,
descifró cómo manipular este material
noble por su brillo natural
y por su belleza.
Se utilizan:
su tronco,
ramas y frutos,
que se transforman en
prendedores, anillos, brazaletes.
La tonalidad café del árbol resalta en la joya,
que incluye piedras como spondylus, rodocrosita y otras.
Con las ramas: beige, con rayas cafés,
(similar a un leopardo)
realiza los aretes.
Con los frutos,
una suerte de bolitas
(café, como la madera)
elabora aretes y pulseras
y adornos para los anillos.
Al estadounidense John Gordon,
le llamó la atención un dije cuadrado
sobre una concha de spondylus.
Sonríe, al ver el dije y no duda en decir: «hermoso».
Le gustaron unas mancuernas en plata, combinadas con pambil.
Es un árbol sagrado, camina junto al tiempo y es amigo y hermano.
Debemos conservarlo porque pertenece a nuestra familia,
con sus ramas nos habla y bendice a quienes le damos agua
en el parque botánico “Padre Julio Marrero”.
Luis Rivadeneira Játiva.
Santo Domingo, 20 de junio de 1983.