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El poeta Gustavo Alfredo Jácome debe ser laureado

Por: Dr. Luis Rivadeneira Játiva

Tenemos la suerte de tenerlo con vida al ilustre escritor otavaleño Gustavo Alfredo Jácome, hijo predilecto de su Ciudad. Consideramos que, por su obra poética completa, debe ser laureado, en vida, por el Municipio de Otavalo, con la corona de laurel.

El poeta nació en Otavalo, el 12 de octubre de 1912. Sus padres fueron José Antonio Jácome Carrillo y Rosa Jácome Terrero. Su familia fue un apoyo importante para Jácome, en todo sentido. Su tía Carmen Jácome Terreros se hizo cargo de 11 sobrinos. Ella fue como su madre.

A los 11 años, cuando cursaba el quinto grado, decidió ser maestro y escritor. Tuvo como profesor a Fernando Chávez, también otavaleño. Quedó prendado de su palabra fácil. Quería ser como él. En su escuela aprendió a manejar el idioma.
A Simón Burga, indígena, quien vivió una vida de suplicio porque fue discriminado y maltratado por ser… indio, le dedicó un capítulo en su obra: “Barro dolorido”.

En 1928, ingresó como interno del Normal Juan Montalvo. Es Normalista, doctor en Ciencias de la Educación (1955), docente universitario, miembro de Número de la Academia Española de la Lengua y Miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Sus obras publicadas son: Luz y Cristal (1945); Ronda de la primavera (1946); Biografía de Luis Felipe Borja (1947); Barro dolorido (1961); Romancero otavaleño (1967); La imagen en la poesía de César Dávila (1971); Barro dolorido (1972). Consta en la Antología del relato ecuatoriano (1973). En la muerte de Pablo Neruda (1974); Siete Cuentos (1976); Estudios estilísticos (1977); Porqué se fueron las garzas (1979); Los Pucho Remache (1984); Luz y Cristal (1984); Biografía de César Vallejo (1988); La Torre de Babel; Gazapos Académicos en Ortografía de la Lengua Española (2002).
De su poema balada de amor a Otavalo: “¿En dónde escribir tu nombre Otavalo? ¿En qué pámpanos? ¿En qué heridas amapolas? ¡Ah, tierra mía! ¡Otavalo!. Te grabaré si aquí, adentro donde siempre te he llevado, en las raicillas del alma, en mi pleno meridiano. Y me abriré todo el pecho y mi lírico costado a que todo el mundo lea tu solo nombre: OTAVALO”.

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