Por: Andrea C. Lema
La vida no consiste en un camino en línea recta, por el contrario, se trata de un camino fraccionado y sinuoso. En el transcurso de este camino aparecen muchas dificultades. Ante ellas, “no te rindas, que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros, y destapar el cielo” (Benedetti).
Los problemas pueden causar trastornos de diversa índole a quienes los padecen. Se dice que cuando somos pequeños los problemas también son pequeños, y conforme vamos creciendo estos se tornan más difíciles de resolver pues crece la responsabilidad con las decisiones que tomamos. Los problemas pueden desgastar y desmotivar a las personas, pero la autoconfianza, la fuerza interna de superación, la motivación para luchar por lo que queremos, y el diálogo con los demás nos hará ver una luz después del túnel.
Las situaciones difíciles se presentan en todos los escenarios de la vida. Esto incluye la familia, el trabajo, las amistades, y desde luego la pareja. De estos, los problemas familiares y de pareja son quizá los más preocupantes ya que existen sentimientos de por medio. Por esa razón, el diálogo es una herramienta importante para ayudar a resolver esas dificultades. Es recomendable expresar todo lo que se siente y se piensa, y no darle la espalda a los problemas pues esto deprime, preocupa, y no permite seguir en el camino apropiado. Por eso se debe recordar que para resolver una situación difícil se necesita actitud positiva y valor para enfrentar la realidad, sin esperar que otro u otros revuelvan “nuestros problemas”.
Nuestras aspiraciones, metas, y sueños pueden hacernos recorrer el camino de la vida en el tren de la felicidad, esperanza, y superación. Pero eso no quiere decir que estamos exentos de encontrar piedras en el camino. Para resolver estas dificultades es primordial pensar con cabeza fría, ver las ventajas y desventajas de lo que se nos presenta, no estresarnos y tomar cada desafío como un reto personal. Es importante mantener la mirada hacia adelante y perseguir los objetivos con tenacidad. No hagas a un lado tu plan de vida; ahora es cuando más debes seguirlo. También puede indicarte que es hora de tomar al toro por los cuernos en el asunto que te preocupa y actuar por ti mismo.
El problema de los problemas es darnos por vencidos. Para evitarlo, la solución es simple, no rendirse. Si algún momento sientes que ya no puedes más ante un desafío, pregúntate ¿por qué empezaste?, ¿cuáles son tus objetivos?, y ¿a que te proyectas en un futuro?
Cada situación vivida se convierte en experiencia, y la experiencia es enriquecedora, pues nos enseña a no volver a cometer errores. No hay tiempo para el pasado cuando el futuro tiene mejores oportunidades. El éxito se logra cayéndose y levantándose día tras día, pues no es más fuerte quien cae menos si no aquel que se levanta cada vez con más fuerza, perseverancia, y garra. Elaborar un plan estratégico para solucionar nuestros problemas permite también desarrollar una mentalidad ganadora. Es importante creer en nosotros, estar seguros de nuestras capacidades, pedir consejos, opiniones a personas en las que confiamos, y no desquitarnos con terceros por nuestros problemas. Lo último es un acto desesperado que acarrea resentimientos y más problemas.
Ante una situación difícil, recuerda que no hay problema que dure 100 años ni cuerpo que lo resista. Siempre hay alguna alternativa o solución ante un desafío. “La vida es corta, por eso ámala, sé feliz y siempre sonríe. Vive intensamente y recuerda: Antes de hablar escucha, antes de escribir piensa, antes de criticar examínate, antes de herir siente, antes de orar perdona, antes de odiar ama, antes de gastar gana, antes de rendirte intenta, y antes de morir Vive” (Shakespeare).