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Elogio a la Pobreza

Por: Rodolfo Bueno 

Amados por Cristo, San Francisco, Gandhi, entre otros, los pobres sobreviven en una miseria que ninguno de nosotros podría soportar, y no solo eso sino que se multiplican en todo el planeta más que los peces y los panes del milagro de Jesús y son la inmensa mayoría de la población del mundo. Consumen del bien común una ínfima parte de lo que los estados despilfarran en armas para exterminarlos. Sí, así es, pues las guerras van dirigidas contra ellos, que son los que más la padecen, y si hasta ahora existen es porque por cada rico que nace se gestan millones de pobres.

El cristianismo en sus orígenes era solidario con ellos, basta leer la bienaventuranzas para comprender a qué extremos llegaban los evangelistas en este aspecto. San Lucas condena al rico a perpetuarse en el hades por haber recibido sus bienes en la tierra, al mismo tiempo que Lázaro, el mendigo que se saciaba de las migajas que caían de la mesa del rico y cuyas llagas eran lamidas por los perros, es llevado por los ángeles al seno de Abraham. Y ningún perdón hay en este pasaje bíblico para el rico.

La crisis actual representa por sí misma los estertores de agonía del capitalismo, sus dolores de parto son los sufrimientos de los miserables que ni siquiera se han enterado de que se alumbra un nuevo mundo. Como la revolución no está aún en el orden del día, al pueblo no le queda más que seguir el sabio consejo bíblico: sentarse a esperar el entierro de sus enemigos mientras se gesta el gran despelote universal, preludio de la victoria final de los pobres del mundo. Todo sucederá a pesar de que por ellos nadie lucha y que los que dicen hacerlo lo hacen de boca para afuera, porque desconocen la pobreza y hablan de ella por hablar.

La genuina pobreza es un círculo vicioso imposible de romper. Si un mago de las finanzas como el primer Rockefeller, que, según dicen, hizo la fortuna con el sudor de la frente y la sangre de sus obreros, hubiera tenido la desdicha de nacer en los guasmos o en los páramos de nuestra serranía, habría muerto tan pobre como nació. El verdadero menesteroso es víctima de la incomprensión de un medio, que le achaca toda la culpa de sus desdichas, y se encuentra encadenado a la penuria, la ignorancia y la tiranía del tiempo; se saca el aire desde el amanecer hasta el anochecer sin devengar siquiera para un pedazo de destiño que por lo menos lo ilusione con el olor de la miel, siempre siente hambre y cansancio y lleva la vida a cuestas, cual pesado fardo, sin haber gozado nunca de una sola alegría.

El 99,99% de sus dominios es de ingreso rigurosamente prohibido por nosotros mismos, que lo tenemos todo: clínicas de primera, acceso a la cultura, viviendas de lujo, alimentación en abundancia. Pero estas fortalezas son nuestra debilidad, ya que no podremos adaptarnos como ellos a la escasez que habrá mañana. Tal vez a esto se refiere Abraham cuando sostiene: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lazaro, también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. No en vano Jesucristo sentenció: ellos recibirán la tierra por heredad.

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