¿En quién se inspiran las mujeres?

Por: Ximena Ortiz Crespo

Si les preguntan a las mujeres profesionales en quién se inspiraron para llegar a ser lo que son, casi siempre confiesan que sus madres y abuelas fueron su modelo a seguir. Mencionan también a sus maestras o a personas que les enseñaron el camino. En muchos casos comentan que no tuvieron modelos, pues muchas se ven obligadas a romper patrones y crear nuevos paradigmas mientras viven situaciones impensadas en el transcurso de sus propias vidas.

La figura de mentora resulta interesante para las mujeres. El modelo antiguo de madrinas de bautizo era de alguna manera una forma de encausar a una niña e inspirarla a seguir su ejemplo. Yo misma tuve una madrina maravillosa que siempre me dedicó tiempo para conversar y darme consejos. Y mis maravillosas tías fueron efectivamente mis mentoras, ya que me dedicaron tiempo y me hicieron sentir única. Con todas ellas me sentí respaldada y obtuve fuerzas para superar tropiezos y emprender retos.

Las especialistas en empoderamiento de mujeres dicen que es indispensable que las niñas puedan inspirarse en modelos de mujeres fuertes, talentosas e intrépidas; mejor si ellas están cerca, en el entorno familiar o escolar. ‘Sororidad’ –la nueva palabra que incorporó la Real Academia Española al diccionario hace un par de años– es el equivalente al masculino ‘fraternidad’ y describe la amistad y reciprocidad entre mujeres que trabajan por un mismo objetivo. Las mujeres que apoyan a otras mujeres ejercen la sororidad al servirles de consejeras y guías para la vida.

Sucede, sin embargo, que no hay mucha conciencia en nuestra sociedad de esa relación tan especial e importante para el desarrollo de la vida personal y profesional de las mujeres. El rol de las mentoras es poco común. O porque no hay suficientes, o porque la sociedad ecuatoriana todavía no ha establecido su importancia, o porque las mismas mujeres no se han puesto a reflexionar sobre el apoyo que pueden brindar a las jóvenes. Pero ese panorama debe cambiar, no solo porque es importante para la generación actual, sino también para las que vengan después.

Las jóvenes necesitan modelos a seguir que sean visibles, que sean líderes seguras, competitivas y fuertes. Las mentoras ayudan a desarrollar la autoestima de sus pupilas, a que ganen confianza en ellas mismas y a que se mantengan activas y comprometidas en estudiar, prepararse, ser constantes y luchadoras, en definitiva, a buscar ser mejores.

“Ver para creer”. Las mentoras que tienen una vida profesional exitosa –especialmente si cuentan a las más jóvenes sus historias de vida– se vuelven excelentes ejemplos de lo que pueden lograr las mujeres. Es más fácil para las jóvenes soñar en grande cuando tienen cerca a una mujer de carne y hueso que les muestra que es posible tener el control de su vida.

A muchas chicas les encantan las matemáticas y las ciencias, les gusta el fútbol o la natación, pero se alejan de sus intereses porque esas disciplinas están dominadas por los hombres, se sienten intimidadas y les preocupa que las juzguen o se rían de ellas. Las mujeres que están en “profesiones para hombres” pueden abrir las puertas a las jóvenes, quienes al ver su experiencia con seguridad decidirán luchar por sus intereses.

Una mentora entiende los problemas de las chicas jóvenes: ha experimentado las presiones que enfrentan las mujeres ya sea por haber roto con los roles asignados, por haber superado sus temores o por haber ido tras sus sueños. Tales desafíos con frecuencia pueden afectar el rendimiento académico, el desempeño profesional, la realización personal, por ello, tener a alguien que sirva de modelo es de gran utilidad.

Las mentoras conocen cómo dar importancia a las relaciones y las emociones. Las jóvenes necesitan mentoras con las que puedan reír, bromear y hablar sobre asuntos serios y no tan serios de la vida. La educación puede ser un desafío muy exigente, pero se convierte en algo soportable y agradable si hay un vínculo personal entre mentora y estudiante. Además, las mentoras, como buenas mujeres que son, son amigables por naturaleza, por lo que pueden asumir el lado humano de ser guía y no ser demasiado exigentes.

Las profesoras que adoptan el papel de mentoras, según las investigaciones, tienen la ventaja de ofrecer diferentes estilos y perspectivas de aprendizaje. A diferencia de sus colegas hombres, pueden salir de su lugar de confort para adoptar diferentes enfoques de enseñanza, lo que es muy provechoso para las y los estudiantes. Comparten con fluidez sus experiencias de vida, valores y actitudes, por lo que ofrecen siempre ideas prácticas y consejos útiles.

Las mujeres que desafían los estereotipos pueden también construir equipos de personas talentosas, poderosas y exitosas. Las mentoras cambian la percepción de los obsoletos clichés de género de que las mujeres son dóciles, débiles y sumisas.

Las mujeres son grandes comunicadoras y pueden guiar a otras a formarse, a emprender, a perder el miedo, a crear grupos de apoyo mutuo y de apoyo social. Son gregarias, por ello saben cómo conectarse. Asisten a eventos (incluso virtualmente) y tienen facilidad para actuar dentro de las comunidades digitales que son un paso para unirse a redes de apoyo para necesidades específicas.

Resumiendo: las mujeres mentoras son un gran apoyo para otras mujeres. Además de compartir su poder, son catalizadoras de las capacidades colectivas para crear cambios y contribuyen a organizar a otras mujeres para mejorar el mundo y volverlo más igual, más pacífico y más próspero para todos.