Estado mafioso

 

Por: Dr. César Ulloa Tapia

Vicerrector del Instituto de Altos Estudios Nacionales, la Universidad de Posgrado del Estado

¿Estado fallido o estado mafioso? No son lo mismo, aunque comparten ciertas características. La primera similitud entre ambos es que son la consecuencia de varias y múltiples crisis, pero posiblemente no en iguales intensidades y magnitudes. Haití es un estado fallido, pues no hay institucionalidad que valga, el monopolio de la fuerza está repartido en bandas criminales, las personas hacen justicia por sus propias manos y, por tanto, los gobiernos de turno son aventuras casi fantasmales con fecha muy corta de caducidad. Ahí se vive la ley de la selva, porque sobrevive el más fuerte y apto en un escenario extremadamente hostil. En definitiva, no hay sentido de futuro para nadie, porque el mismo presente es demasiado incierto.

Como resultado de un estado fallido se generan estados paralelos, es decir, zonas en las que un grupo de personas diseñan sus propias reglas de convivencia, pero sin ninguna certeza de que estas se respeten en el tiempo. Basta un quiebre para que se produzca el caos, la violencia, la resolución de los conflictos con la muerte. En esos casos, pesan más los fusiles que las razones. La recomposición del tejido social es muy laborioso, costoso, de largo tiempo y de muchas pérdidas como las humanas, porque las personas adaptaron como forma de vida la fuerza, la viveza criolla, un mínimo de acceso a los servicios pagando coimas. Se ha comprobado en Haití que las intervenciones extranjeras tampoco resuelven las cosas, sin embargo, desde adentro tampoco se ha encontrado una vía adecuada para hacerlo.

Un estado mafioso es donde la institucionalidad, las condiciones políticas, sociales y económicas coadyuvan para permitir, favorecer y consolidar la generación de dinero proveniente de fuentes ilícitas. Para el efecto, las autoridades de las funciones del Estado y sus operadores se convierten en los diseñadores e implementadores del modelo, bajo las órdenes y la supervisión de las mafias. Al final, estas tienen el control de la Justicia, los cuerpos de seguridad, la política y también hay asociación con grupos privados. En este contexto, vale preguntarse si Ecuador camina a un estado fallido o mafioso. O qué podemos hacer para revertir cualquier síntoma.