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Fanesca de revoltosos independentistas

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Cronista Vitalicio de Ambato

Parece que tenemos bien aprendida la lección y muy clara la herencia de pescar a río revuelto, porque mover el concho de las chichas fermentadas nos ha servido para que las bacterias más listas tomen las riendas de la borrachera popular. Imaginémonos a “la Antuca Salinas, mestiza, hija de Salinas en una india; en términos que el que más gritaba, maldecía y botaba, era el obedecido”. Imaginémonos por esas calles de Quito y en algunos poblados andinos, a una “plebe enardecida” con palos y con piedras, con caras tiznadas, con puños convertidos en palabras sangrantes contra cualquiera que se creía más español que criollo, más noble que mestizo, sin darse cuenta que sus propios seductores y agitadores eran sus propios patrones pelucones que preparaban, lo que ellos mismo calificaron como “juanesca” (fanesca). Los indios habían generado una nueva idea de “legitimidad” que querían imponerla, para lo cual, corrieron las bolas de que iban a volver a tener rey indio, “con dos curiosos personajes, los indígenas Caparredonda y Tabango… que habían formado dos partidos” para llegar a ser reyes de Quito. Del lado “oficial” estaba a la cabeza de la insurrección Juan Pío Montúfar el Marqués de Selva Alegre, a quien se dirigía la gente como a “Su Alteza Serenísima, que en su trono recibió la arengas de los cuerpos y comunidades”. De este lado de la historia nos han llegado nombres como de Morales, Quiroga, del Dr. Juan de Salinas que se acordó que le valía para estos casos su hija tenida en la india, pero que también sabía que era “nieto de Diego de Salinas” que entregó Gibraltar a los ingleses. Estaba Ascázubi que en esos días fue a Pasto con sus soldados a meterles bala.

Estas listas interesantísimas y largas han sido escritas “por un andaluz venido a Quito a finales del siglo XVIII. Ardiente realista”. Se llamaba Pedro Pérez Muñoz (casado en Quito con María Teresa Calisto y Borja, hija del Regidor Perpetuo de la ciudad) que “también tuvo un papel protagónico en el proceso independentista… (que) fue condenado por los rebeldes a confinamiento en el Castillo de Cartagena de Indias, mientras que su suegro y su cuñado (en Quito) fueron pasados por las armas en 1812. Don Pedro logró escapar en el camino a su prisión y posteriormente se radicó en España”. De él se han encontrado en España un manojo de cartas que el investigador ecuatoriano Fernando Hidalgo Nistri ha puesto a nuestro alcance después de 180 años. Son testimonios de un testigo de las circunstancias, que aporta datos para desmontar los mitos de nuestra historia convencional.

Entre las curiosas cosas que cuenta don Pedro Pérez, de lo que vio y vivió en Quito “una ciudad infernal”, en la época de las revueltas que empezaron unos 20 años antes de 1810, señala la corrupción de los políticos, que con el objeto de justificar el reparto de cargos burocráticos necesarios para el nuevo Estado, dieron a todos los de las listas de aventajados los calificativos de “doctores”, y la universidad en Quito, daba tales títulos hasta mediante poderes: “En Guayaquil aún vive el protomédico Hurtado, que tomó así su grado de doctor en medicina y salió por las calles de Guayaquil con música, adornado con su museta amarilla, luego que recibió el título que le mandó de Quito don Pedro Arteta, su apoderado.” Otro dato interesante de los corrillos de la época que difundían las mujeres de los nobles que iban a las iglesias a rezar, era de que el rey Fernando ya había muerto y que no había nadie en el trono de España. Por eso los indios creyeron que ya podían volver al principio, es decir a tener reyes nativos. Dato por demás curioso también resulta, de nuestro observador, pues relata cómo vio las salas de la gente opulenta de Quito, que había retirado los cuadros con que adornaban sus salas, antes con imágenes cristianas y cosas de la hispanidad. Habían sido sustituidas por retratos de Napoleón. Sin embargo, recuérdese que hasta se escribieron cartas de respaldo a “Nuestro Adorado Monarca don Fernando”. Todo vale en época de revueltas.

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