Forjadores de la decadencia

(Presentación del libro Izamba Ancestral)

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato

Entremos directamente en escena, advirtiendo que esta es una presentación, que vista para los que vivimos en este teatro nacional, podría ser confundida con una prolongación de la historia. De lo que se trata ahora es de huir de lo que podría ser tenido como re-presentación. Con este libro tratamos de re-iniciar los objetivos de los hechos narratológicos con la argumentación de algo diferente.

Pero digamos que justamente ahora, hablando de representaciones, estamos en un momento de la Patria donde hay que decir que quienes nos manipulan no son actores, sino protagonistas de primera mano que han ensuciado el concepto del teatro en el escenario político. ¿Son entes históricos o ahistóricos? ¿Desde qué perspectiva siquiátrica tendremos que abordarlos? De todos modos siempre tendremos que decir que están engordando el capítulo de los forjadores de la decadencia.

Han expulsado a la razón del vínculo con la máscara, al sentido común y a la vergüenza pública como pretexto y excusa de sus actuaciones. Se desvisten para mostrarnos sus condiciones directas en sus desempeños, procurando asumir el papel de cínicos para no defraudar su concepto.

En nuestra experiencia creo que no hemos tenido fantoches armonizados con inmunidad moral que han dejado al descubierto la astucia en vez del libreto, y han evitado la máscara para desvergonzarse con el manejo del rostro propio, y mostrarse como son: actuantes megalómanos inmunes al pavor y a la repugnancia de su propia sombra. Es la serpiente que muerde su propia cola.

Son protagonistas que vemos en las pantallas, los que se hacen pasar por sí mismos traicionando a la teatralidad, dejándola vacía como a la muerte derrumbada para que no tenga la representación de las calaveras. De la tragedia del pueblo hemos pasado al “teatro de la crueldad”, no como representación, sino con actores participativos en los manejos histriónicos. Debo agradecer a Artaud que me ha hecho ver que “El teatro de la crueldad no es una representación. Es la vida misma en lo que ésta tiene de irrepresentable.” Ellos son el origen de lo impresentable, que es lo que nos presentan, y con audacia dicen que nos representan.

Ahora, con este nuevo libro y ante los compañeros académicos, debo argumentar que nuestro papel y el mío como investigador, nada tiene que ver con la inercia de contribuir a una memoria venerable. Me niego a pensar que estos escritos tengan que conducirlos al cauce común del río de la historia. Ese río está contaminado y huele mal. Eso significaría sumarme a una caravana de mentiras, alferezada por muchos notables que tienen invadidos estos espacios, para lo cual ejercen sus derechos políticos y constitucionales. Este libro es para “re-aprender historia”, negando a su propio útero. Se trata de hacer lo mismo que nos están haciendo. Dejarlos en su camino en tanto haya quienes abramos otro para nueva gente. Nos hemos propuesto publicar estos trabajos con la investigación reemplazante. Si creen que estos textos pueden ser contestatarios, se equivocan. No necesitamos del resentimiento cuando hay verdades que deben ser dichas a uno mismo. Si “Vivir no es otra cosa que arder en preguntas” (Antonin Artaud, El ombligo de los limbos) ¿qué busca la historia como fijadora de sucesos?