Una persona culta debe ser capaz de pensar y escribir con claridad y precisión. Tiene que profundizar en algún campo del saber y debe ejercitar sus capacidades de razonamiento y análisis.
Está obligada a formar su sentido crítico en contacto con la experiencia estética, artística y literaria; debe entender los problemas actuales relacionando el presente con el pasado histórico; necesita dominar los conceptos y técnicas de las ciencias sociales, y no puede ignorar los métodos matemáticos, los fundamentos del mundo físico y los avances de la biología.
Una persona educada debe estar acostumbrada a reflexionar sobre los problemas de índole ética y moral. De tal modo que, la cualidad más sobresaliente de un hombre culto será precisamente, el tener un juicio formado que le permita tomar decisiones morales con un criterio acertado.
Por último, esa persona no puede ser en esta parte del siglo XXI un “provinciano” que ignore otras épocas y culturas. Su vida debe proyectarse al amplio mundo que le rodea.
Para toda persona culta Shakesperare, Platón, Santo Tomás de Aquino, Tocqueville, Eistein o Mozart ya no serán unos extraños. Como tampoco lo serán los problemas de la nueva biología, la genética , la astrofísica, la nanotecnología o las computadoras . Ya no tendrán miras “provincianas” y su cultura se proyectará sobre otras lenguas y civilizaciones. En definitiva, sabrán “ pensar, hablar y escribir con claridad y precisión”.
En ese sentido, la misión fundamental de la eduación superior debe ser la formación de hombres cultos, de seres humanos profesionalmente competentes, éticamente íntegros, comprometidos con los sectores sociales, especialmente con los más vulnerables, con capacidad y motivación para educarse en forma continua, con sensibilidad para comprender , respetar y proteger los derechos humanos y el ambiente natural, a través del ejercicio articulado, crítico, innovador, pertinente y prospectivo de la docencia, investigación , producción y vinculación con la sociedad.
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