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Homenaje poético a María Rosa Crespo

Por: Mgs. María Eugenia Torres Sarmiento
Comunicadora Social y Gestora Cultural del Cañar (Ecuador)

 “De la ausencia no sabe el olvido lo que se amó, sino volviendo a amar , es decir  reinventado lo que se ama sin olvidar lo que siempre nos faltará”.
Fernando Savater en “Muy solos”

No me es extraño señalar, que a la doctora María Rosa Crespo  la conocí desde antes o quizá desde siempre;  la  conocí, sí, en lo que fue y le es esencial y permanente y que no cae vencido por el tiempo: su palabra y pensamiento iluminado, que bien puede subsumirse, no obstante su inmensa totalidad y diversidad, en dos libros que los he consultado con vehemencia, me refiero al que publicara la Casa de la Cultura del Azuay, en el año de 1997 con el título “TRAS LA HUELLA DE CÉSAR DÁVILA ANDRADE” y el otro, publicado por la misma entidad cultural, en dos tomos, año 1996, con el título ESTUDIOS, CRÓNICAS Y RELATOS DE NUESTRA TIERRA, los dos se constituyen en una maravillosa síntesis y relación de su mundo interior y el exterior al que lo habitó desde siempre y no otro sino Cuenca, su Cuenca, que hoy guarda su materialidad, en la intemporalidad de sus arcillas y polvo.

Esos dos libros, que contienen su palabra, son como dos rostros de una extraordinaria vida vivida y a la vez, formas con la que concibió al mundo, o mejor dicho a su mundo y que es de todos nosotros, que hoy nos juntamos para evocarla infinitamente vital en la perennidad de su palabra y pensamiento.

“TRAS LA HUELLAS  DE CÉSAR DÁVILA ANDRADE”, como se sabe, es uno de los estudios más hondos  y sostenidos que se ha hecho sobre la poesía davidiana y su autor, que lo desarrolla en tres de sus poemas  emblemáticos: ODA AL ARQUITECTO, CATEDRAL SALVAJE Y BOLETIN Y ELEGIA DE LAS MITAS.

Escritores ecuatorianos Miembros de PEN Internacional Ecuador, Rodrigo Aguilar Orejuela, María Eugenia Torres Sarmiento, Agustín Molina y Jorge Aguilar en el Homenaje Poético a María Rosa Crespo

Lo señalado, para advertir, que en este  libro, la doctora María Rosa Crespo vierte dos virtudes suyas: la sensibilidad para aproximarse al poeta “dotado de una potencia lírica incomparable” y como ella misma lo dijera: “Dávila Andrade, sin proponer ni sospecharlo mientras vivió, ha causado un impacto decisivo en la lírica ecuatoriana”.

Y la otra virtud, su extraordinaria sabiduría de las humanidades, la filología y la filosofía que le definieron y con la que descifra, en su estudio, los símbolos y signos de la poesía. Este encuentro le obligó a romper todos los estilos, a dejar a un lado todo lo aprendido…”.

Y es por esto, que es posible  afirmar que en María Rosa Crespo concurren la razón de la sensibilidad y la razón del conocimiento.

En el otro libro, esto es  ESTUDIOS, CRÓNICAS Y RELATOS DE NUESTRA TIERRA, en el que ella es compiladora de una diversidad de ensayos breves cuyos autores son destacados y memorables intelectuales cuencanos, pero ella es también autora de celebres textos y que en conjunto muestran, por un lado, el conocimiento  cabal que la misma tuvo sobre la cultura de Cuenca, así, sobre la cultura de Cuenca y al así señalar, sobre su totalidad espiritual, los rasgos antropológicos de sus gentes buenas, las interioridades sociológicas de sus grupos humanos, las luces de sus mitos y leyendas que subyacen en su ser colectivo y dibujan sus conductas religiosas, costumbres y modos de ser, la exclamación y colorido de sus fiestas populares y los valores colectivos.

Yo diría que en el libro está Ella, hablándonos de la cuenca y sus memorias,  a la que abraza o mejor que la abraza, juntando su voz, con las mentes más lúcidas de la ciudad y la región.

Copio dos fragmentos de algunos de sus textos: “Cuenca, como es sabido, ha podido mantener una identidad muy especial basada en el lento procesamiento de muchos rasgos de lo mejor de su cultura popular  y de su rica tradición”. “La raigambre campesino-indígena  aflora en los festejos del Carnaval, ligada estrechamente al culto ancestral de la Pachamama o la madre tierra y a los mitos de la fertilidad y la muerte”.

Entonces, han sido estas brevísimas reflexiones sobre su palabra y conocimiento, contenido en dos de sus libros, que dibujan su mundo interior maravilloso y generoso con la humanidad a través del estudio de la poesía de Dávila Andrade y el otro de conocimientos culturales, en el que camina su pensamiento de  diversidad, con las que rindo homenaje y hago memoria de una de las más lúcidas mujeres del Ecuador y que con su obra de espíritu, libros, poesía, juicios sobre literatura, en fin, superan, a cualesquier discurso de género.

Entonces así conocí a la doctora María Rosa Crespo y con esa totalidad y dimensión de palabra y letra, la rindo homenaje y hago memoria.

Y que tal, es en esta hora de memoria de la luz que dejara la doctora María Rosa Crespo, no obstante su muerte física, cuando he vuelto sobre  una estremecedora poesía que escribiera Joaquín Martínez Amador, a la muerte de la poetisa Inés Márquez Moreno, que como se sabe, es una de  las más altas voces femeninas de la lírica cuencana; y digo esto, porque en ese extraordinario texto poético, a la vez que nos permite aproximarnos a la frontera que fija la memoria y la muerte, fija también la frontera física y humana en la que se desenvolvieron estas dos extraordinarias mujeres cuencanas creadoras de la luz de la palaba.

Este, un fragmento del poema de Martínez Amador:

Mueres, Inés,

Y contigo,

También muere Cuenca. La Cuenca que amamos

Y que ya no se encuentra.

En otro fragmento, igualmente cargado  de un manifiesto  intimismo , señala:

 Eras río, sol y viento,

Y fogoso verbo,

Ancestros antiguos

Y libracos viejos.

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