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Humanismo en los procesos de la educación superior

Por: Dr. Juan Morales Ordóñez 

La norma jurídica es el producto más sofisticado que regula la convivencia social. En educación superior, estamos determinados por una normativa específica, la cual, además de establecer políticas y objetivos, define procesos detallados y minuciosos, que actualmente han adquirido un rol protagónico que antes no lo tenían. Además, los procesos se encuentran informatizados, siendo cada vez más lejana la posibilidad de argumentar dilatoriamente para justificar su no acatamiento.

Esta situación representa en el Ecuador un cambio cultural muy grande, que se vive no solamente en educación superior, sino en todo el sector público. Y, está bien y es correcto. En los últimos años hemos cambiado hacia la sistematización y la organización. Hoy, debemos afinarnos frente a ellas.

Si no ejercemos las características humanistas que nos identifican, seremos presa fácil de nuestra propia creación, en este caso, de los procesos. Este riesgo ha sido visto y sentido en todo el mundo y, claro, también lo ha sido entre nosotros. A modo de ejemplo me refiero al espacio judicial en el cual los profesionales del Derecho, durante muchos años e inclusive en estos tiempos, hemos sido y aún lo somos, obsecuentes servidores de los códigos y sobre todo de los de procedimiento. Hoy, nuestra Constitución plantea una ruptura y posiciona a los valores en un nivel superior. Es la justicia la que debe buscarse y encontrarse como respuesta a cada caso; y, si en ese camino algo debe ceder, no es ésta la que debe hacerlo.

No podemos emular en educación superior a lo ya superado conceptualmente en lo judicial. Por esa razón, es necesario que las autoridades públicas del sistema de educación superior y las autoridades universitarias, desarrollen lo que es más importante: la vivencia humanista de los momentos, para que no nos arrellanemos en lo procedimental y podamos respirar profundamente en los amplios espacios del mejoramiento humano.

Me parece que no vemos con claridad esta posibilidad y que muchos han entrado jubilosos al plano de la apología miope de lo que solamente es un instrumento: el proceso. Y, en ese camino hay heridos y contusos, situación que podríamos haberla evitado desde el entendimiento de que lo uno, los procesos, no se opone a lo otro, el humanismo.

Una vez superado el impacto de haber ingresado en la racionalidad sistémica – si aún no lo hemos hecho, ¡es tiempo ya de hacerlo!- estamos obligados a transitar por los ilimitados caminos de la creatividad científica y la superación ética-académica… y, esta es la tarea, la más importante y la de mayor trascendencia.

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