Por: Marco Vinicio Vásquez Bernal
El hablar de innovación en un tiempo donde los éxitos humanos se parametrizan en función de los logros materiales exige reflexión y una fundamentación profunda; el medio circundante nos impone un criterio donde el valor de la innovación depende del impacto logrado en el mercado y los beneficios económicos que han derivado del mismo.
Los principios de la Educación moderna nos hablan de un humanismo donde el conocimiento ha de servir para generar bienestar a través de construir equidad y equilibrio entre el ser humano y su entorno. Estos dos pensamientos como que se contraponen o más bien nos obligan a pensar las formas cómo la innovación educativa ha de contribuir para lograr la misión de la Universidad Nacional de Educación -UNAE-.
El concepto de innovar tiene que ver además con el ejercicio del ingenio, de la creatividad, lo que hace que la propuesta se interiorice y se convierta en un reto ¿Qué tipo de innovación ha de desarrollarse a fin de que se genere bienestar colectivo? Y más aún ¿Cómo se debe articular esa innovación desde el accionar de la educación?
Partiendo de que la educación como obligación ineludible debe responder a las inquietudes planteadas, el reto está en ¿cómo hacerlo?
Lo que es preciso reafirmar es el sentido de mejora que se plantea, es este concepto el que debe derivarnos en resultados que respondan a lo colectivo y al bienestar social.
También es menester recordar que cualquier desarrollo para que sea sostenible debe partir desde la educación, dando forma a las mentes libres y a los conocimientos pertinentes que han de generar esos espacios de igualdad y han de validar cualquier propuesta, recordando que no hay felicidad donde no hay libertad.
La educación es una acción social que involucra varios actores y debe ser la interacción de esos actores la que genere la innovación que planteamos. El profesor en su aula de clase da vida a su misión y es su amor lo que le motiva a buscar las mejores formas para hacer eficiente su desempeño.
En tal sentido la innovación es una actitud constante que debe caracterizar al maestro; que le permita superar sus propios miedos, utilizar herramientas y recursos nuevos; validar los logros, aprender de los errores y proponer mejores formas.
Más esos logros construidos y valorados por los docentes en su aula no pueden sucumbir en el mismo espacio donde fueron concebidos; deben proyectarse al colectivo para que sea replicado y mejorado, y para que se convierta en referente para otros.
Consecuentemente, es misión de profesores, investigadores y pensadores divulgar las prácticas exitosas, presentando resultados concretos, donde el criterio de mejora esté asociado a lo simple y a la percepción de bienestar social.