Por: Dr. César Hermida B. | cesarh@plusnet.ec
El Internet es una maravilla tecnológica, particularmente para la salud. Permite acceder a la información que antes la proveían exclusivamente los médicos. Pero tiene el riesgo de la consulta indiscriminada de los pacientes sobre sus propias enfermedades y dolencias. Aunque la persona se considere sensata, la naturaleza humana tiene la tendencia a temer lo peor, ni se diga si es insensata o exageradamente preocupada sobre sus males, imaginarios o reales, llamada “hipocondríaca”, que cree padecer muchas enfermedades y se vuelve experta en procedimientos y medicamentos.
Antes los médicos consultaban en las bibliotecas tradicionales, propias o institucionales, luego en las revistas actualizadas que recibían o se hallaban en los centros de documentación. La revolución tecnológica de las fotocopias permitió tener a mano los últimos avances. Las tarjetas de notas con citas de los libros fueron reemplazadas por carpetas de fotocopias. Hoy la consulta y el archivo son virtuales. Esta etapa se ha vuelto dinámica, acelerada, pues la tecnología del teléfono aparejada a la electrónica pone a mano la disposición de la información para el intercambio de opiniones prácticamente sin tiempo y sin espacio. Desde luego siempre existirán los ociosos que antes se dormían sobre los libros, o leían los periódicos en lugar de trabajar en la oficina, como hoy navegan de modo placentero pero improductivo o juegan en el computador dejando a un lado sus tareas de servicio.
La ventaja de que el conocimiento en salud esté accesible y el léxico sofisticado de la ciencia se transforme en un lenguaje asequible y cotidiano, tiene el riesgo de iniciar un camino de angustias y preocupaciones. La producción tecnológica, que tiene más de mercado que de intención altruista, puede llevar, además de la preocupación, a la compra de productos innecesarios, equipos de poco uso, procedimientos nuevos que, todos ellos, agravan no sólo el bolsillo sino el estado de ánimo.
La tecnología es un instrumento, y así como ha facilitado la producción e intercambio de conocimientos, puede incrementar el desconcierto al no saber con qué guía, criterio o filtro deberíamos seleccionar el material frente a las innumerables alternativas que la pequeña pantalla del computador muestra. El Internet, como instrumento, debe ser controlado de acuerdo a las propias necesidades materiales o subjetivas, los valores culturales, sin permitir que subyugue.
Fuente: El Tiempo -Cuenca
Fecha de Publicación: 2012-06-18
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