La Batalla de Stalingrado en la historia

Entrevista a Rodolfo Bueno Ortiz. Asociación AMARUN - PDF Free Download 

Por: Rodlfo Bueno

Hace 79 años se dio la épica Batalla de Stalingrado, la más sangrienta y encarnizada que se conoce, la suma total de las pérdidas por ambas partes supera con creces los dos millones de soldados muertos; se prolongó desde el 17 de julio de 1942 hasta el 2 de febrero de 1943, cuando, luego de ininterrumpidos y feroces combates, culminó con la victoria del Ejército Soviético sobre el poderoso Sexto Ejército Alemán, comandado por el General Paulus, algo que nadie en el mundo occidental esperaba.

La Batalla de Stalingrado fue el punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial, marcó el inicio de la victoria de los Aliados en esta guerra, sentó las bases para la expulsión masiva del territorio de la URSS de los invasores nazis y sus acólitos, desbarató los planes de Alemania nazi, resquebrajó su sistema de alianzas y llenó de esperanzas a los pueblos del mundo que luchaban por la libertad. La derrota de Stalingrado fue una auténtica catástrofe militar para los agresores alemanes, cuyas tropas no pararían de retroceder hasta rendirse en Berlín, ante el Mariscal Zhúkov, dos años y cuatro meses después.

El 18 de diciembre de 1940, Hitler firmó la orden para desarrollar todo un conjunto de medidas políticas, económicas y militares, conocidas como el Plan Barbarrosa. En él se contemplaba la destrucción de la Unión Soviética en tres o cuatro meses. El alto mando alemán estaba tan seguro de su éxito que, luego del cumplimiento del Plan Barbarrosa, planificaba la toma, a través del Cáucaso, de Afganistán, Irán, Irak, Egipto y la India, donde las tropas alemanas esperaban encontrarse con las japonesas. Esperaban también que se les unieran España, Portugal y Turquía. Dejaron para después la toma de Canadá y los EEUU, con lo que lograrían el dominio del mundo.

A finales de abril de 1941, la dirección política y militar de la Alemania Nazi estableció la hora y la fecha definitiva para el ataque a la URSS: las cuatro en punto de la madrugada del domingo 22 de junio de ese mismo año. Ese día, la Wehrmacht se lanzó al ataque en un frente de más de 3.500 kilómetros de extensión.

El 3 de julio de 1941, Stalin se dirigió al pueblo soviético en un discurso, célebre porque, pese a no ocultar para nada la gravedad de la situación en frente, sus palabras imbuían en el pueblo soviético la seguridad en la futura victoria. En su discurso dijo: “… Camaradas, nuestras fuerzas son poderosas. El insolente enemigo se dará pronto cuenta de ello ¡Hombres del Ejército Rojo, de la Armada Roja, oficiales y trabajadores políticos, luchadores guerrilleros! ¡Camaradas! ¡Los pueblos de Europa esclavizados os miran como libertadores! ¡Sed dignos de tan alta misión! La guerra en la que estáis luchando es una contienda libertadora, una guerra justa. Ojalá, os inspiren en esta lucha los espíritus de nuestros grandes antepasados… ¡Adelante, hacia la Victoria!” A partir de entonces se dio inicio a una conflagración conocida como la Gran Guerra Patria. Se necesitó del colosal esfuerzo del pueblo soviético para revertir la grave situación y lograr la victoria.

El primer fracaso del Plan Barbarrosa se dio cuando la Wehrmacht fue derrotada en las puertas de Moscú. Sobre esta batalla, el General Douglas MacArthur escribió: “En mi vida he participado en varias guerras, he observado otras y he estudiado detalladamente las campañas de los más relevantes jefes militares del pasado. Pero en ninguna parte había visto una resistencia a la que siguiera una contraofensiva que hiciera retroceder al adversario hacía su propio territorio. La envergadura y brillantez de este esfuerzo lo convierten en el logro militar más relevante de la historia”.

Durante la Batalla de Stalingrado, cuando el General Vasili Chuikov llegó a hacerse cargo de la comandancia del 62.º Ejército que se enfrentó al Sexto Ejército Alemán, fuerza élite de la Wehrmacht que había conquistado Europa continental, el Mariscal Yeriómenko le preguntó: “¿Camarada, cuál es el objetivo de su misión?” Su firme respuesta fue: “Defender la ciudad o morir en el intento”. Yeriómenko tuvo la certeza de que Chuikov había entendido perfectamente lo que se le exigía.

Según Chuikov, “por todas las leyes de las ciencias militares, los alemanes debieron ganar la batalla de Stalingrado y, sin embargo, la perdieron. Es que nosotros creíamos en la victoria. Esta fe nos permitió vencer y evitó que fuésemos derrotados”. Comprendía cabalmente que si triunfaba en Stalingrado, Alemania ganaba la guerra.

Chuikov seguía la doctrina del conde Súvorov: “Sorprender al contrincante significa vencerlo”. Por eso, luchaba en las condiciones que los alemanes detestaban, ello le permit derrotarlos. Comenzó con menos de 20.000 hombres y 60 tanques, pese a ello fortificó las defensas en los lugares donde era posible contener al enemigo, especialmente, en la colina de Mamáev Kurgán, además, estimuló el uso de francotiradores, uno de ellos, el famoso Vasili Záitsev.

Después de tres meses de sangrientos combates, los alemanes habían capturado el 90% de la ciudad y dividido a las fuerzas soviéticas en tres bolsas estrechas. Gracias a la moral combativa de los defensores de Stalingrado, los alemanes lograron avanzar apenas medio kilómetro en doce días de la ofensiva de octubre del 1942. El 11 de noviembre, y por última ocasión, los alemanes atacaron en Stalingrado, intentaban llegar al río Volga en un frente de cinco kilómetros; el ataque fracasó porque los rusos defendieron cada metro de su tierra.

Sobre la Batalla de Stalingrado, el General alemán, Dorr, escribió: “El territorio conquistado se medía en metros, había que realizar feroces acciones para tomar una casa o un taller… Estábamos frente a frente con los rusos, lo que impedía utilizar la aviación. Los rusos eran mejores que nosotros en el combate casa por casa, sus defensas eran muy fuertes”. El General Chuikov fue el que ideó esta forma de lucha, en la que el espacio de separación de sus tropas de las alemanas jamás excedía el radio de acción de un lanzador de granadas.

El 19 de noviembre de 1942 comenzó la operación Urano, ofensiva soviética que había sido preparada con el mayor de los secretos, por lo que fue inesperada para los alemanes, el objetivo donde convergían las tenazas de la ofensiva era el pueblo de Kalach y su puente. Al cuarto día, el 23 de noviembre, 330.000 soldados alemanes fueron cercados en un anillo de entre 40 a 60 kilómetros de amplitud. El ultimátum enviado por el Mariscal Rokosovsky al General Paulus fue rechazado.

El 30 de enero, Hitler ascendió al rango de Mariscal de Campo al General Paulus. En realidad, el acenso era una orden de suicidio, pues en la historia de las guerras no hubo un sólo caso en que un mariscal de campo haya caído prisionero. Pero Paulus no tenía la intención de dispararse por ese cabo bohemio, como informó a varios generales, y prohibió hacerlo a los demás oficiales, que debían seguir la suerte de sus soldados.

El 2 de febrero de 1943, luego de arduos combates en los que fracasaron todos los intentos por romper el cerco, cesó la resistencia alemana en Stalingrado. El Ejército Soviético capturó un mariscal de campo, 24 generales, 25.000 oficiales y 91.000 soldados. Paulus fue hecho prisionero y en 1944 se unió al Comité Nacional por una Alemania Libre. En 1946 fue testigo en los Juicios de Núremberg. Antes de partir hacía Dresde, donde fue jefe del Instituto de Investigación Histórica Militar de la República Democrática Alemana, declaró: “Llegué como enemigo de Rusia, me voy como un buen amigo de ustedes”. Murió en Dresde el 1 de febrero de 1957.

En la batalla de Stalingrado, la Wehrmacht perdió cerca de un millón de hombres, el 11% del total de todas las pérdidas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial, el 25% de todas las fuerzas que en esa época operaban en el Frente Oriental. Fue la peor derrota sufrida por el Ejército Alemán durante toda su historia. En Memorias de un Soldado, el General Heinz Guderian escribe: “Después de la catástrofe de Stalingrado, a finales de enero de 1943, la situación se hizo bastante amenazadora, aún sin la intervención de las potencias occidentales”.

Un episodio épico de esta batalla es el de la Casa de Pávlov, que sucedió entre el 23 de septiembre y el 25 de noviembre de 1942. Los alemanes fueron incapaces de apropiarse de ese edificio de departamentos, defendido por una docena de aguerridos soldados rusos. Los hombres de Yákov Pávlov, suboficial que tomó el edificio y comandó la defensa de ese fortín, eliminaron más soldados del enemigo que los soldados alemanes que murieron durante la liberación de París.

La casi totalidad del material militar que se empleó en Stalingrado fue fabricado en las fábricas que los técnicos de la URSS habían trasladado desde la zona central de Rusia hasta el otro lado de los Urales, con los alemanes pisándoles los talones. ¡Gloria eterna al heroico pueblo soviético que libró al mundo del nazi-fascismo!