Por: Dr. César Hermida B. | cesarh@plusnet.ec
Hace 100 años la ciudad (Cuenca) se extendía entre San Blas, San Sebastián, Cullca y el Barranco.
Todo sucedía en ese pequeño espacio, se hallaba a mano, y las necesidades humanas se satisfacían allí. La ciudad, con su pequeño grupo de blancos cultos como clase dominante, tenía una mayoría de mestizos, ricos o pobres. Los indígenas vivían en el campo, cultivando la tierra para alimentar a los señores, aunque enviando regularmente a sus muchachitas para que fueran criadas en el servicio doméstico, sin salario, y que, si no se casaban con un artesano, trabajarían hasta su vejez. Las calles servían para caminar, aunque algunos salían o entraban a caballo. No existían aún vehículos a motor ni fábricas que contaminaran el ambiente. Casi todos se conocían y, de acuerdo a las clases sociales, se reunían, se visitaban y relacionaban. La educación era pública y privada, como los servicios de salud. En general los servicios eran municipales pues el Estado central apenas se hacía presente (para cobrar impuestos). Hace 50 años la ciudad inició su extensión más allá del Tomebamba, las calles comenzaron a llenarse de autos, aparecieron nuevas fábricas con obreros, el comercio floreció en las calles del centro.
¿Cómo es hoy? ¿Cómo será el futuro? Como éste es la obra de un presente inagotable y la ciudad del porvenir la construimos cada día, debemos reflexionar sobre la Cuenca en la que vivirán los nietos y bisnietos. Para el efecto debe analizarse las necesidades humanas que, como derechos, deben satisfacerse individual y grupalmente de acuerdo a la propia cultura. De este modo debe abordarse el ciclo de producción y mercadeo de alimentos hasta su consumo, su origen, los mercados y supermercados. Las características familiares del número de hijos y las viviendas. El trabajo agrícola, artesanal, fabril y de las oficinas, y el de los quehaceres domésticos. Las necesidades subjetivas del conocimiento con escuelas y colegios, la vida afectiva familiar con las amistades, la identidad de etnias, géneros, generaciones. La libertad para vivir plenamente sin las limitaciones económicas. La seguridad en las calles y en los domicilios, las posibilidades de la creación artística y los espacios del ocio. Las necesidades sociales de servicios públicos del Estado central o local como los de agua, electricidad, teléfonos, y aquellos sociales como salud, educación, vivienda, bienestar social. (Continuará).