Por: Dr. Luis Rivadeneira Játiva
El escritor cuencano Efraín Jara Idrovo, uno de los poetas más influyentes del Ecuador, ha muerto este 8 de abril del 2018 a los 92 años de edad. La cultura nacional está de luto por la muerte de este poeta extraordinario que en agosto de 1999 recibió el Premio Eugenio Espejo. “Mi mayor defecto creo que es la abulia; mi mayor virtud es la honestidad, la integridad frente a mí mismo”, afirmaba.
Efraín Jara Idrovo nació en Cuenca, el 26 de febrero de 1926. Hijo de Salvador Jara, comerciante exportador de sombreros de paja toquilla, y de Leticia Idrovo, profesora de castellano y escritora de sonetos. Hasta abril de 2018 fue considerado, por muchos, el poeta vivo más importante del Ecuador.
Todos sus estudios los realizó en Cuenca, la primaria en el Asilo de las Monjas Catalinas y en la Escuela de los Hermanos Cristianos y la secundaria en el colegio Borja. Ingresó en la Universidad de Cuenca, donde se graduó de Doctor en Jurisprudencia, sin embargo nunca ejerció como abogado.
Fue docente y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cuenca. Durante muchos años, dictó la cátedra de Literatura en los colegios Benigno Malo y Fray Vicente Solano.
Su producción literaria se inició en 1947 -dentro del grupo “Elan”- publicando sus primeras expresiones poéticas que dieron testimonio de la fuerza renovadora que le correspondió emprender para imponerse en una época y un medio denso y poblado de tradiciones. Efraín Jara no pudo mantenerse ausente a los problemas sociales y, adoptándolos como propios, se comprometió con ellos y con la sociedad que le tocó vivir, sufriendo sus padeceres y gozando sus efímeros placeres. Por eso su poesía se expresa en un lenguaje convincente -desafiante si se quiere-, con certeza formal, dando la cara para respaldar todas sus palabras; por eso su poesía está bien modelada dentro de la contemporaneidad poética ecuatoriana.
Sus dos libros iniciales son: “tránsito en la ceniza” (1947) y Rostro de la ausencia (1948). Dos poemas, obra escrita en 1963.
En 1954, huyendo de un medio social y literario que a veces le resultaba asfixiante, buscó refugio en Galápagos donde permaneció hasta 1958, durante un período al que él mismo llamó de “metamorfosis”. Regresó entonces a Cuenca donde -siempre ligado con la lingüística- durante algunos años ejerció la cátedra universitaria y secundaria.
Carla Badillo Coronado nos hace saber que: “El poeta en Galápagos nunca hizo gala de sus dotes literarias. De hecho, casi nunca escribía y pocos sabían que era poeta. Prefirió dedicarse a la pesca y a la educación. No pasó mucho tiempo para que fundara en la Isla Floreana una escuela, inaugurándose como profesor de primaria, improvisando pedagogía (tenía como referente a Rousseau) y utilizando los mismos elementos que, generosamente, la naturaleza le entregaba. Me iba con ellos en el bote y les daba clases en el mar. A veces se lanzaban, nadaban, aprendían a sumar contando langostas; o a escribir sus nombres dibujándolos, con sus propios dedos, sobre la arena”.
Su labor como docente tiene resultados positivos, pues tuvo la capacidad de formar a los mejores críticos literarios del país, como es el caso de: María Augusta Vintimilla, María Eugenia Moscoso, María Rosa Crespo y Manuel Villavicencio.
Jara hace de su poesía un escenario para el enfrentamiento entre el yo y el mundo… Los textos del poeta motivan las composiciones musicales de Juan Campoverde.
La muerte, el tiempo y la soledad han sido siempre sus temas transversales; también el amor y el erotismo. Ha sido uno de los innovadores de este último género.
En 1970, fue nombrado Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay, donde fundó la revista El Guacamayo y la Serpiente, cuyas 56 ediciones difundieron los estudios lingüísticos y estéticos de muchos profesores y los ejercicios académicos de sus alumnos.
En 1973, publicó “Dos poemas”, un libro que contenía dos piezas extensas: “Balada de la hija y las profundas evidencias”—dedicada a su hija Renata—(1963), como culminación de su poesía en las formas tradicionales, y “Añoranza y acto de Amor”, una propuesta experimental que rompía con todo lo establecido.
A estas dos obras le siguieron “Sollozo por Pedro Jara” (1978), “El mundo de las evidencias” (1980), “In memoriam” (1980), “Alguien dispone de su muerte” (1988), “De lo superficial a lo profundo” (1992), “Los rostros de Eros” (1997); y los libros de ensayo: “Lírica ecuatoriana contemporánea” (1979), “Poesía viva del Ecuador” (1990) y “La palabra perdurable” (1991).
En 1974, ocurrió un hecho que lo marcaría para siempre: su hijo, Pedro, se suicidó. Tenía 16 años y alguien lo encontró colgado del baño. Un año más tarde, Efraín le dedicó uno de los poemas más bellos, conmovedores y experimentales que jamás se hayan escrito en el país: Sollozo por Pedro Jara, que es necesario leerlo y releerlo, pensarlo y repensarlo, porque es una poesía infinita.
/ pedromar te ansié / te perdí pedroespuma / como a la playa la marea debías sobrepasarme / pero tu muerte crecía más rápido que mi amor / delicada espina de erizo / sombrilla errante de la medusa / agonía de terciopelos del deslizamiento del pez / chillido de la gaviota entre el fragor dula rompiente/ todo se ahonda / se hunde / se difunde / parecías forjado con la tenacidad del arrecife/ farallón olvidado del tiempo /.
A Sollozo por Pedro Jara (1978) le siguieron obras como El mundo de las evidencias (1980), In memoriam (1980), Alguien dispone de su muerte (1988), De lo superficial a lo profundo (1992), Los rostros de Eros (1997); y los libros de ensayo: Lírica ecuatoriana contemporánea (1979), Poesía viva del Ecuador (1990) y La palabra perdurable (1991); además de algunos compendios y publicaciones revisadas.
En 1983, el poeta estuvo en Cuba para ofrecer varios recitales; en 1984 recorrió Estados Unidos mientras dictaba conferencias en prestigiosas universidades; y, un año más tarde, anduvo por casi toda Europa durante tres meses por su cuenta.
En el año 2005, cuando el auto en el que Efraín regresaba del trabajo a su casa fue impactado por un vehículo, provocándole un derrame cerebral, el mismo que deterioró su memoria y su vista.
Su escritura poética, una de las más representativas de la poesía ecuatoriana e hispanoamericana del siglo XX, reunida en “El mundo de las evidencias”, se inicia en 1945 y se inscribe en una tradición que hunde sus raíces en el modernismo, el postmodernismo y las vanguardias, para instalarse después en el movimiento poético hispanoamericano contemporáneo.
En la Reseña que le hace la Universidad Andina Simón Bolívar –UASB- consta lo siguiente: “El poeta Jara Idrovo, con asombrosa escritura poética, hace de su poesía un escenario para el enfrentamiento entre el yo y el mundo, en medio de un diálogo tenso y conflictivo, hecho de complicidades y desencuentros que no acaba de resolverse jamás: en este enfrentamiento se reconoce el acto fundante de la subjetividad humana.
Su obra poética hace reflexiones sobre el tiempo, la soledad, la muerte, el lenguaje, la no correspondencia entre conciencia y mundo, vivida como ruptura y nostalgia de la armonía original, anterior al tiempo y a la historia, conduce su escritura por sucesivos intentos de restaurar la unidad perdida, la apertura hacia la experiencia de esa radical “otredad” que es el mundo”. La obra tiene el estudio introductorio y notas de María Augusta Vintimilla.
El pensamiento poético de Efraín Jara Idrovo, se divide en las siguientes partes:
El mundo de las evidencias: obra poética, 1945-1998. El mundo de las evidencias I: 1945-1970. El mundo de las evidencias II: 1971-1997.3. El mundo de las evidencias III
Por su importancia, la obra poética universal de Jara Idrovo hay que leerla, releerla, pensarla y repensarla, a más de que se la puede leer de diferentes maneras.
“De lo superficial a lo profundo” es una obra inmensa del poeta cuencano Efraín Jara Idrovo. Tiene el estudio introductorio de Marco Tello y recoge algunos juicios críticos, la cronología de Efraín Jara Idrovo y su tiempo, bibliografía recomendada, temas para trabajo de los estudiantes y el texto de la obra.
Dentro de los juicios críticos sobre su obra, están los siguientes:
Oswaldo Encalada Vásquez, considera que: “Sollozo por Pedro Jara” es producto de una exacerbada laboriosidad de hormiga; de una apasionada paciencia de artesano, dilatada a lo largo de más de un año de trabajo empeñoso, durante el cual se procuró dar configuración estética a un lacerante desgarrón vital”.
Para Jaime Montesinos, “El poema es un ejemplo claro de lo que suele llamarse obra abierta, en la medida en que obliga al lector a escoger un tipo determinado de lectura; de este modo, el poema terminado y no terminado al mismo tiempo (….).
Carlos Pérez Agustí manifiesta: “Efraín Jara Idrovo pertenece a aquellos poetas en los cuales la materia lingüística se potencia con insospechadas cargas significativas, trabaja la lengua hasta límites pocas veces alcanzados en las letras ecuatorianas, mediante un proceso de condensación y ambigüedad polivalente que incorporan definitivamente a la lírica ecuatoriana una nueva voz y de gran trascendencia para el futuro de la poesía del país”.
Empezó a escribir “Breve semblanza a la golondrina” y nunca más paró. Efraín Jara Idrovo, tenía 92 años y era considerado, por muchos, el poeta vivo más importante del Ecuador.
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