La cumbia y el baile de medio paso

Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Hitoriador/Cronista Oficial de Ambato

Estando en una “fiesta” en Colombia, el país de la cumbia, cuando trataba de imitar el medio paso con que se los veía bailar a los herederos de esa cultura que tomó palabra y ritmo africano para una de sus múltiples identidades, un investigador de su tierra me dijo que era una rememoración vergonzante y dolorosa del esclavismo. Bailar la cumbia con el pie derecho retraído hacia atrás del izquierdo, y poner en actitud un poco protuberante las nalgas, como quien dice, “sacando el culito” hacia atrás; y sacando y a su vez sacudiendo los hombros y adelantando el pecho, fueron formas que tomaron “tradición” en el mestizaje y creolización de los colombianos, copiadas de una resignación a bailar encadenados, puesto que así fue como los obligaban sus patrones a los negros a mantener una actitud de alegría en las travesías o en los patios donde comerciaban los de la trata infame.

Leo un relato sobre un negro llamado Tamango, escrito en Argentina en 1944, por Próspero Merimée (Peoplan, Magazine popular argentino), y me aclaro sobre lo que escribió Galeano que un barco para esclavizar se llamó irónicamente “La Esperanza”. Fue un capitán marino Ledoux, quien fabricó un bergantín destinado a la trata, “fino velero estrecho, largo como un navío de guerra, y a pesar de ello capaz de contener un gran número de negros”. El caso es que en los otros navíos los negros por lo general viajaban de pie. Ledoux era algo humanitario porque había perdido la mano izquierda en la batalla de Trafalgar. Ideó la embarcación para que los esclavos pudieran viajar sentados “con las espaldas apoyadas en las bordas del navío y dispuestos en dos líneas paralelas, dejaban un espacio vacío, que en los demás barcos negreros solo servía para la circulación. Ledoux imaginó colocar en aquel espacio otros negros acostados perpendicularmente a los primeros. De esta suerte, su navío podía contener diez negros más que otros del mismo tonelaje…”

Para matar el tedio o aburrimiento de a veces 6 semanas de viaje en el mar, se cuenta que algún músico de la tripulación tocaba un violín, y que los negros, encadenados como estaban, emitían aplausos de algún modo. Ledoux se dio cuenta que la música les hacía mucho bien. “El ejercicio es saludable para la salud, por eso, una de las saludables prácticas del capitán Ledoux, era hacer bailar a menudo a los esclavos, como se hace piafar a los caballos que van embarcados en una larga travesía. Vamos hijos míos, bailad, divertíos – decía el capitán con una voz de trueno, haciendo restallar un enorme látigo de postillón. Y enseguida los pobres negros saltaban y bailaban”. Pero bailar con cadenas atadas a los tobillos, con pocos eslabones que apenas les permitían moverse, realmente habría sido una odisea. En todo caso, la terapia del baile les mejoraba el ánimo y beneficiaba a los amos para su venta.

Admirable voluntad de supervivencia nos han legado los negros con el baile de la cumbia que, según varias etimologías buscadas en lenguas africanas, dicen que significa “escándalo, griterío, ombligo”. Otros ven la raíz de la cumbia en Kumbe que tiene que ver con Mandinga, el diablo. Lo que está claro es que el baile de medio paso tiene relación con lo que queda dicho.

Bailar con velas a orillas del mar rememorando el ‘medio paso’ debe ser tenida como la paradoja que mezcla la alegría con la tristeza. Tener un ritmo, bailarlo y no entender su trasfondo histórico es hacerlo como si fuésemos ciegos de nacimiento que nunca hubiésemos conocido ni el sol ni las estrellas.

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