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La educación es tarea de todos, usemos la cabeza

Cuantos forman parte de la Universidad tienen un papel importante que jugar, porque la educación es tarea que a todos nos afecta. La cosa está muy clara.

Afecta, desde luego, a los alumnos. En un mundo que –como le ocurre al nuestro- evoluciona a un ritmo acelerado, y en el que las fronteras del conocimiento avanzan sin cesar día en día, resulta indispensable formar hombres capaces de seguir autoeducándose. Ahora bien: esa capacidad no surge como por milagro al recibir un título o diploma, ni siquiera en este país nuestro obsesionado por las titulaciones, exige entrenamiento. Ello quiere decir que o los alumnos adoptan curso a curso una actitud activa, o no conseguirán más que un bagaje informativo de dudoso valor. Como dice el conocido tópico, una cabeza “hecha” es algo por completo distinto de una cabeza simplemente “llena”. Aquélla es capaz de actualizarse; ésta es solo un fichero. Y no nos engañemos: alojar un fichero es algo que puede hacer cualquier armario; quien no consiga más, será en la vida un hombre sine baculo. Así pues, los alumnos han de ser conscientes de que la educación que intentan adquirir depende, en gran parte, de su propia actitud. Son, en este sentido, educadores imprescindibles de sí mismos.

La tarea afecta también a gerentes, administrativos y auxiliares de la institución universitaria. Como es sabido, el el Ecuador está todavía en sus comienzos el análisis de la productividad de los sistemas educativos, y se carece casi por completo de instrumentos capaces de medir el rendimiento de los centros docentes (porque, claro está, no basta con establecer proporciones entre el número de graduados y el de ingresados). Por otra parte, tampoco es razonable que la gestión de tales centros se confíe – como ocurre a menudo- a gentes sin la adecuada preparación específica.

A decir verdad, nos alegra profundamente la recomendación del Presidente Rafael Correa y de los directivos de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación, SENESCYT, a aplicar el sentido común a la gestión y administración de las universidades públicas del país, porque gracias a ello se podrá reducir los gastos administrativos y mejorar la parte académica, construir nuevos laboratorios e incrementar el pago a los docentes.

Resulta, pues, que todos los profesionales de la educación tienen por delante una tarea que importa mucho lo desempeñen bien.

A inicios del siglo XXI, René Maheu, director general de la UNESCO, al intervenir en un coloquio internacional sobre Educación y Desarrollo, decía entre otras cosas: “Se habla mucho del cómo; pero creo que no se indaga bastante sobre el por qué y menos aún sobre el por qué”; y congruente con esta apreciación, subrayaba la necesidad de que reflexionáramos acerca de los fines y la calidad de la educación, y dedujéramos –todos- consecuencias.

Vamos a hacerlo, centrando la atención en la Universidad, al fin y al cabo puede ocurrir –y ocurrirá- que contemos con medios asombrosos (audiovisuales, computadores, o laboratorios…” de ciencia ficción”) que alivien nuestro esfuerzo; pero ni siquiera entonces dejará de ser cierto que con nada se puede remplazar el arduo ejercicio de usar la cabeza…

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