En el contexto mundial se están presentando en forma simultánea, grandes transformaciones que afectan directamente a la sociedad ecuatoriana y, por ende, al sistema educativo. Cabe mencionar, entre éstas: La revolución científica y tecnológica que está dando origen a la llamada sociedad de la información y el conocimiento.
Súmese la reestructuración de los aparatos productivos a través de cambios en el paradigma técnico-económico por el uso intensivo de las llamadas nuevas tecnologías (microelectrónica, informática, biotecnología, nuevos materiales, entre otras); la revolución de las comunicaciones y la información, que han acortado las distancias y los tiempos.
Agréguese la revolución del género por la incidencia que tiene en la organización social y los cambios en el papel de la mujer; la globalización que ha revolucionado las relaciones internacionales dando origen a la internacionalización de la justicia, de la economía, de la guerra al terrorismo y a un nuevo mercado que es el del conocimiento y la información.
Todos estos grandes cambios inciden sobre los aparatos educativos tradicionales y crean retos a las universidades y escuelas politécnicas en lo investigativo, lo formativo, en la extensión y en la gestión universitaria. La dinámica que imponen las transformaciones señaladas, y de la cual no pueden sustraerse las instituciones de educación superior ecuatorianas, obliga a reconvertir los actuales sistemas de formación para flexibilizarlos y adaptarlos a las demandas culturales, políticas, sociales y económicas que les hace la sociedad en su conjunto.
El mundo actual gira en torno de las nuevas tecnologías de carácter flexible. Asistimos a una nueva civilización sustentada en el poder de la información y la comunicación que marca nuevas formas de aprehensión de la realidad y nuevos estilos de aprendizaje.
En la educación, la microelectrónica y la informática constituyen el principal medio alimentador de información en las más diversas esferas del conocimiento y de la práctica profesional, generando redes sistémicas del saber de carácter inter, trans y multidisciplinario, lo cual conlleva cambios en las teorías del aprendizaje, en los modelos pedagógicos, en las prácticas curriculares y en las carreras que se ofertan. Una educación superior que ignore esta necesidad criará jóvenes a merced del desempleo, la obsolescencia y la perplejidad.
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