Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador, Cronista Oficial de Ambato
“Si yo estuviera dispuesto a callar, sería indudablemente por motivos muy bajos: mi bienestar, el no ser perseguido”, lo dijo el dramaturgo y poeta Berthol Brecht (1898-1956), uno de los más influyentes pensadores del siglo XX, que entre los méritos que, por ahora vale la pena traer a la memoria, es por haber recibido el “Premio Lenin de la Paz”. Entre las anécdotas de su precocidad intelectual había dicho en la escuela en una crítica al poeta Horacio, -quien hablaba que es dulce morir en una guerra por la Patria-, que esas son expresiones propagandísticas de quienes arman los enfrentamientos entre los hombres, de quienes alteran la paz del mundo; y que solo los tontos caen en esa trampa de esa manera de pensar. Esto le valió la resolución que siempre sabe dar la escuela: su expulsión.
Retirarme al silencio hasta que pase el griterío de las hordas se me está volviendo una atracción fatal, podría ser una respuesta al imperio de la barbarie que se ha instalado ahora en nuestros entornos. Nos metieron en la guerra de las obsesiones disfrazadas de reflexiones. El modelo y las amplias posibilidades nos dan las redes sociales donde todo el mundo es escritor, libre pensador, videopromotor, libre calumniador, difamador, editorialista de la deshonra, divulgador de su secta paranoica en la semiósfera de las virtualidades de la confusión.
De esta posibilidad virtual a la ejecución pragmática de las hordas en las calles haciendo el show o la parateatralización de los absurdos solo se necesita un viento impulsor para que las ciudades cuenten con sus propias llamaradas. Y tenemos a sus protagonistas infames de estos arrebatos, vociferando desde sus tarimas, con la esperanza de que surjan los tontos de las masas sometidas, y se conviertan en víctimas; y ofrezcan sus vidas por las causas ajenas, puesto que los patrioterismos creídos como patriotismos, eso de “defender las democracias” en las que son “otros” los que han ganado elecciones, y serán esos otros los que engorden sus egos y sus bolsillos, son cosas que no están al alcance ni entendimiento de las hordas.
¿A qué y a quiénes estamos sometidos con nuestro comportamiento en la actualidad? Creo que si los medios de manipulación respetaran la inteligencia y la mesura, nuestra paz social sería una evidente forma de convivencia. Pero los noticieros del escándalo y los sectarismos, las claras insinuaciones de sus “entrevistadores” con exacerbación audible del griterío y la histeria, nos manejan como a pollos enjaulados en galpones, o como a ratas en desespero que buscan a quién agredir para “defenderse”. A esto llaman libertad de expresión.
Para algo ha de servir la reflexión de gente que ha soportado estos procesos a los que nosotros no hemos estado acostumbrados. Nadie puede decir que no, en estos momentos de la Patria, que estamos sometidos a nuevas tiranías. El pensador John Berger dice: “La nueva tiranía […] depende en gran medida de un abuso sistemático del lenguaje. Juntos debemos reclamar nuestras palabras secuestradas y rechazar los nefastos eufemismos de la tiranía; si no lo hacemos nos quedamos con una sola palabra: ignominia”. Pero de una vez hay que decir que la ignominia es la afrenta pública, el insulto bajo de cierta gente que vive al borde de su animalismo instintivo. Con esto, no queda más que afirmar que la inteligencia queda secuestrada.