La lectura un derecho de todos

Por: Marco Vinicio Vásquez Bernal

Una de las características de la época actual es la abundante información a la que tenemos acceso, algo sin precedentes en la historia de la humanidad. Recuerdo mi tiempo de estudiante, cuando uno de los mayores problemas que teníamos para realizar un trabajo científico era justamente el poder acceder a fuentes de consulta, actualmente esto se ha superado y en buena hora.

Ahora tenemos un problema mucho más grave: a las personas, al alumnado específicamente, no le gusta leer, cada vez son más calamitosos los índices de lectura, quizá la iconografía que en todo se utiliza está haciendo que se vea a la letra y a la palabra como algo aburrido e innecesario; criterios muy dañinos en una sociedad que por otro lado busca fundamentar, sistematizar y documentar el desarrollo del tiempo.

Una imagen vale más que mil palabras, se dice y publicitariamente es correcto; mas el poder de la palabra radica en su capacidad de generar el concepto creativo y subjetivo que transmite un mensaje completo, donde son los detalles los que hacen la diferencia y muestran contextos absolutamente integrales; el vocablo y su utilización correcta nos llevan a espacios donde la imaginación creadora del lector le permite interpretar un texto a su manera y extraer del mismo lo esencial que guardara para su enriquecimiento y deleite, es por ello que la herramienta esencial para el desarrollo educativo de una sociedad es su capacidad lectora, misma que por supuesto está ligada intrínsecamente a la capacidad de escribir.

Nuestra sociedad requiere de gente que lea de forma íntegra, que busque la esencia de lo plasmado en letras, allí radica lo cardinal del conocimiento y de nuestra verdad; las síntesis, los diagramas, los grafos conceptuales y otros ayudan a entender un tema, pero no pasan de ser apoyos complementarios. Es únicamente el ejercicio cabal de la lectura correcta el que genera un entendimiento sustancial de la información.

El hombre es un ente social, cuyo desenvolvimiento es siempre parte de la humanidad, lo que conocemos de él es lo que se ha escrito, lo que fundamentadamente nos ha llegado como información valida, explicándonos hechos, hitos y fracasos que no podríamos explicarlos adecuadamente si los aislamos de sus respectivos contextos o si nos limitamos a imágenes instantáneas. La oración es la única herramienta válida que transmite ese mensaje, pudiendo enriquecerlo con apoyos complementarios, que por lógica jamás serán más importantes.

Se intenta culpar a la informática de nuestra realidad, olvidando que la computadora responde a quienes la programan y además la información que allí se recrea es textual; intentamos solapar el hecho de que cuando accedemos a esa información, poca importancia le damos a los textos, peor si se ven largos, preferimos la imagen que lo acompaña y talvez leeremos el pie de imagen y listo, pensando que hemos “ganado tiempo”. Inconscientemente desechamos la riqueza de la información.

El éxito de un escritor se basa en tener el poder de atrapar al lector en sus primeras líneas y no dejarlo ir hasta cuando haya concluido la última letra de su escrito. Pocos genios pueden lograrlo. Es más, los textos científicos están para transmitir conceptos, suponiendo que el alumno accede a ellos en calidad de investigador y en su búsqueda de la verdad. Exigirá validez científica y claridad en la explicación para edificar su pensamiento crítico propio.

En fin, son tantos los matices que engalanan el hábito de la lectura. Solamente quisiera resaltar aquel que se sumerge en el deleite de simplemente leer, donde la mente pintarrajea con colores propios cada acción narrada, cada rostro descrito, cada horizonte, cada gesto, cada sentimiento, logrando que el lector deje de ser un ente pasivo y se convierta en involucrado activo que reflexivamente vive su lectura. El ser humano, especialmente los niños y jóvenes no pueden perderse esa delicia por frívolos conceptos de facilismos. Permitamos que conozcan el grandioso mundo de las letras, no como un deber, sino como un derecho que les va a permitir entender su realidad y gozar la plenitud de los desarrollos del hombre.

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