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La Revolución Rusa de 1917 y la izquierda latinoamericana

Por: Klaus Meschkat

De Emiliano Zapata en 1918 a Hugo Chávez en la década del 2000, ¿cómo atraviesa la Revolución Rusa la historia de la izquierda en América Latina? El fenómeno mundial al que Klaus Meschkat denomina como la chispa inicial que “fue la justificación suficiente para conquistar el poder del gobierno en nombre de un proletariado que en la misma Rusia todavía no era más que una pequeña minoría de la población”.

Como sociólogo e historiador, Klaus recoge la historia de la izquierda latinoamericana, sus personajes y vinculación con la Internacional Comunista, para la que en un primer momento “el mundo fuera de Europa prácticamente no estaba en la mira”.

Desde la integración tardía al partido único del proletariado, hasta la formación de cuadros latinoamericanos por prolongados períodos de hasta 50 meses, el artículo nos ofrece detalles para comprender y aprender de los intentos latinoamericanos en el anhelo de repetir la revolución de octubre con sus propios matices; como la defensa de José Carlos Martiátegui por un partido de masas que no debía restringirse a un núcleo de miembros probados y acreditados o el surgimiento de grupos revolucionarios por fuera del comunismo moscovita, como las variantes marxistas de la Teoría de la Dependencia en la escala teórica.

Estos son algunos detalles breves del texto que les invitamos a disfrutar. El artículo es uno de los materiales con los que la Fundación Rosa Luxemburg se suma a las reflexiones en torno a los 100 años de la Revolución Rusa.

El texto completo está disponible en:http://www.rosalux.org.ec/images/Rusia_nuevo.pdf

Klaus Meschkat es sociólogo e historiador. Entre otros cargos, fue profesor en la Universidad de Antioquia en Colombia
(1969/70), y en 1973 aceptó una cátedra en la Universidad de Concepción en Chile. Poco después del golpe de Estado, los militares lo encarcelaron en la isla Quiriquina y finalmente lo expulsaron del país.

De retorno en Alemania, fue profesor de sociología con especialidad en América Latina en la Universidad de Hannover hasta
su jubilación.

FRAGMENTO

Aquí les ofrecemos un fragmento del mencionado artículo de Klaus Meschkat

Cuando a principios de 1917 los líderes bolcheviques que habían regresado del exilio emprendieron un levantamiento y tomaron el poder en Petrogrado, pensaron que eran la avanzada de una inminente revolución global. La Revolución Rusa sería la chispa inicial y eso fue la justificación suficiente para conquistar el poder del gobierno en nombre de un proletariado que en la misma Rusia todavía no era más que una pequeña minoría de la población. En un primer momento, las esperanzas de una revolución mundial tenían un enfoque bastante “eurocentrista”, concentrándose en el proletariado de los países desarrollados de Europa Occidental y Central, en especial en la revolución que se esperaba se produzca en Alemania. El mundo fuera de Europa prácticamente no estaba en la mira. El potencial revolucionario de movimientos de liberación nacionales en las colonias y semicolonias comenzó a tener importancia estratégica sólo cuando se perfiló el fracaso de la revolución proletaria en Europa Central y Occidental. Por razones evidentes, inicialmente los bolcheviques centraron su atención en los “pueblos del Este” como parte o vecinos directos del Imperio Ruso, de modo que, durante mucho tiempo, los países latinoamericanos quedaban muy lejos –no sólo en términos geográficos.

Sin embargo, fue en México donde años antes de la Revolución de Octubre brotó una de las mayores revoluciones del siglo XX. Sólo que en medio de la tormenta de la de la primera Guerra Mundial y sus secuelas inmediatas, en Europa el eco de la revolución mexicana se perdió prácticamente sin ser escuchado, mientras que a la inversa, las agrupaciones más radicales de la revolución en el país centroamericano se dieron perfecta cuenta del significado y la importancia que tenía la Revolución Rusa para la historia mundial y trataron de establecer vínculos. Así, en febrero de 1918, Emiliano Zapata escribió a un amigo: “Mucho ganaríamos, mucho ganaría la humana justicia, si todos los pueblos de nuestra América y todas las naciones de la vieja Europa comprendiesen que la causa del México Revolucionario y la causa de Rusia son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos.”

En la misma carta, Zapata señaló una “visible analogía, el marcado paralelismo, la absoluta paridad, mejor dicho, que existe entre este movimiento y la revolución agraria de México.” Y en la misma época, también Ricardo Flores Magón, teórico y activista del anarquismo mexicano, vio en la Revolución de Octubre en Rusia el comienzo de una gran revolución mundial.

Movimiento de renovación mundial.

Pero el mensaje de Petrogrado fue interpretado en forma similar no solamente en México, sino que el desmoronamiento del orden antiguo en Rusia fue aliento para los explotados y oprimidos en todos los países, motivándolos a rebelarse contra la represión y el dominio obsoletos. De hecho, en varios países latinoamericanos las primeras noticias sobre los soviets rusos reafirmaron en su propia doctrina especialmente a los anarquistas y anarco-sindicalistas. Sin embargo, al revelarse la visión meramente instrumental que los bolcheviques tenían de la democracia de los soviets, el entusiasmo inicial pronto se convirtió en desencanto y distanciamiento, más aún y de manera definitiva cuando en marzo de 1921 los bolcheviques recurrieron a la fuerza militar para sofocar la Rebelión de Kronstadt. En ese momento, también el anarquista mexicano Ricardo Flores Magón condenó tajantemente la “dictadura de Lenin y Trotski”.

En Argentina, las consecuencias de la Revolución de Octubre se manifestaron de manera más directa y rápida que en otros
países latinoamericanos. Pues, a raíz de la abundante inmigración desde Europa – es pecialmente de Italia y España, en menor medida también de Alemania, Inglaterra y Rusia – el país y también sus primeros movimientos obreros tenían mayor orientación hacia Europa. En 1916, conflictos internos sobre la entrada a la guerra de Argentina del lado de la Entente contra los imperios centrales sacudieron el Partido Socialista argentino fundado en 1896. La cúpula del partido, de tendencia reformista, estaba a favor. En cambio, al igual que los objetores de la guerra en Europa, la oposición al interior del mismo partido estaba en contra de una participación en la guerra imperialista. Finalmente, la oposición interna se separó del partido y formó el Partido Socialista Independiente (PSI) que después de la Revolución de Octubre se convirtió en la célula germinal del Partido Comunista en Argentina.

En estos conflictos tuvieron un rol importante varios intelectuales progresistas que lideraban la reforma universitaria de
Córdoba en 1918 y que tuvieron seguidores no solamente en el Partido Comunista que, por cierto, en un primero momento tenía
pocos militantes. De hecho, el movimiento estudiantil iniciado en la ciudad provincial argentina no tardó en expandirse por toda América Latina. Su demanda de la democratización integral de la universidad coincidió con las reivindicaciones de un movimiento global contra todas las autoridades obsoletas que habían surgido como consecuencia de los horrores de la Guerra Mundial orquestada por los gobernantes. Desde este punto de vista, la Revolución de Octubre era más que solamente la toma de poder por parte de un grupo de revolucionarios, sino que se inscribió “en un movimiento político-cultural universal de renovación de ideales y valores, frente a los cuales se levantan tozudamente los viejos fantasmas de la rutina, la domesicación, el miedo a lo nuevo, la mentira, la ignorancia y el convencionalismo.”

En aquella época, Jorge (José) Ingenieros era uno de los intelectuales de izquierda más influente en Argentina. Si reivindicó abiertaente sus simpatías por Lenin y Trotski, fue porque vio en la Revolución de Octubre una ruptura clara y consecuente con el orden antiguo. Y bueno, la Revolución en Rusia fue un fenómeno revolucionario-cultural que uno podía admirar desde lejos aún sin saber muy bien lo que en realidad estaba ocurriendo en el lugar. Efectivamente, había otros líderes de la reforma universitaria que se remitían al modelo ruso de manera similar….

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