Por: Luis Enrique Coloma
El título de esta nota corresponde al libro que es una contribución del Hospital del Día Dispensario Central de Quito-IESS, compilado y editado por los doctores Dante Orellana Salvador y Germán Ochoa Dávila, en el que consta el ensayo “Contribución al Estudio de las Realidades entre las Clases Obreras y Campesinas”, del doctor Pablo Arturo Suárez, que en su introducción señala:
“A quienes no hablan con más o menos énfasis, de la liberación de las clases oprimidas, de la incorporación del indio a la civilización, no se les estima hombres de ideas avanzadas. Y por presumir de tales, hay ecuatorianos que toman actitudes espectaculares y hasta agresivas, para hablar sentenciosamente sobre las reivindicaciones del preterido, pero sin asomar la cara por la ventana de la realidad y sin hurgar en el fondo de la conciencia esta sincera pregunta: el indio, el campesino, el humilde obrero de nuestras ciudades, es explotado por la fuerza de la malevolencia de los demás o por fuerza de su situación físico-moral, que le vuelve incapaz para desenvolverse por sí solo, formando clase consciente, susceptible de perfeccionamiento bajo el impulso de sus propias fuerzas físicas y morales y al amparo de su libre albedrío.
Este conjunto humano miserable de nuestro País, llámesele indio, proletario o como se quiera, se encuentra, en realidad, a un nivel muy bajo, degradante, ofensivo para la categoría de hombre. Pero esta situación es el resultado complejo al que ha conducido no sólo el afán absurdo del patrón de obtener servicios personales a precio barato, dentro de un régimen de esclavitud; sino también el estado somático, psíquico y orgánico de los individuos de cada clase; estado que se aviene más a un acondicionamiento vegetativo, parasitario, bajo un régimen de subordinación inconsciente, que a un vivir con valía moral y material que permita se destaquen la personalidad, la dignidad humana, los derechos mutuos estableciendo un régimen de colaboración consciente.
Han sido la incultura no redimida en absoluto por la escuela, la conformidad indolente, refractaria a perfeccionamiento, a nuevas modalidades, que han hecho someterse esta clase a otra prevalida, consciente, con resabios de inquisitorial, por sólo el requisito de encontrar los únicos factores a que aspiran animalmente: el sustento a su manera, con todos sus defectos agravantes de la misma situación, que contribuyen más y más a hundirse en el abismo de la degradación.
Esta clase baja a que venimos refiriéndonos, se halla hoy sumida en un estado de postración físico-moral. ¿Qué requiere para su levantamiento?”
¿Es posible verter la vida de ese grupo humano dentro de otros moldes? ¿Serán vanos los esfuerzos? ¿Qué clase de medidas serían las más apropiadas para integrar ese proletariado ecuatoriano a la civilización?
Tales son los interrogantes que relativos a este problema nuestro, vienen a la mente. No han faltado ilustres ecuatorianos y aún extranjeros que han tratado de este problema brillantemente; pero bajo un aspecto filosófico, histórico, administrativo. Quizá pueda ser un complemento de esta obra de muchos, el presente ensayo en que se trata de contemplar las realidades de esta clase humana a la luz de la Higiene. Es un mero recuento de los hechos advertidos en varios recorridos en misión docente de Higiene, a través de campos y ciudades, hurgando el vivir cotidiano de esas gentes y apreciando el ambiente en que se desarrolla. El amor y pasión juveniles que se ponen en las santas causas, han procedido especialmente de mis alumnos de Higiene, quienes, cual más, cual menos, han puesto su ojo y su pensamiento en las gentes desvalidas, para que yo les consigne en este libro, como una invitación a meditar y especialmente, a obrar, pero sobre bases reales y no forjadas imaginaciones calenturientas e interesadas, explotadoras de la inquietud que en el ambiente nublado por los prejuicios y la ignorancia las tendencias modernas infiltran lentamente.
Que llegue, en buena hora, la de la justicia para todos, que no la de los audaces y logreros, a profanar el santuario de la humanidad, amparando su inicua política personalista bajo el disfraz de una incomprendida y falaz regeneración.
Para sistematizar nuestra exposición, dividimos todo el grupo humano de condiciones más miserables, estudiado, en seis clases; Clase Obrera Urbana A, Clase Obrera Urbana B, Clase Obrera Urbana Industrial, Clase Campesina A, Clase Campesina B, Clase Campesina Manufacturera”.
Puede notarse claramente la diferencia entre lo anteriormente expuesto, con la realidad que actualmente se vive. El texto fue escrito en el año 1934.