La salud mental, una deuda pendiente

Por: Iván Petroff

Entre los peligros que nos acechan constantemente y que no solo es de esta época, sino de larga data a través de la historia de la humanidad, están las muchas formas y máscaras de un siniestro personaje mórbido y traicionero como son las adicciones, tratadas en un principio como una presencia diabólica y consideradas como vicio y práctica de personas sin oficio ni beneficio, hoy por hoy  se ha convertido en tema y problema mayor de salud pública; sin embargo poco, y en muchos casos nada, se ha hecho para tratar de ahuyentar este terrible mal que nos aqueja, desde una acción seria por parte del estado y los diferentes gobiernos de distinta tendencia y origen. Este monstruo que cada día se lleva vidas importantes de estos pacientes, por lo general callejeros y errantes que han transitado los pasadizos más sinuosos del alcohol y las drogas.

Una sociedad y sobre todo un Estado deben usar la fuerza de su poder para saber consolidar políticas claras para asumir no solo el diagnóstico y tratamiento de esta terrible enfermedad, sino que se debe atacar el mal con efectivos programas y planes de prevención. Muchas son las causas en sociedades  que fijan sus metas de acción y de vida en el capital y la productividad, olvidándose del bienestar mental y psicológico, sobre todo de niños y jóvenes y que decir de los viejos y jubilados que se debaten en la más oscura soledad. Hogares en franca promiscuidad por su situación de marginalidad, divorcios masivos, abandono de los padres a sus hijos y viceversa, recompensas materiales por falta de afectos, falsos valores en la era del consumismo, soledad y desamparo que provocan sistemáticamente el viaje a la fantasía del humo y la alucinación, otras galaxias donde los contextos están hechos de amplias primaveras, aguas cristalinas de dudoso esplendor, naturalezas exuberantes, cuerpos para la sexualidad desenfrenada o apariciones mesiánicas que nos resuelven la vida y que para nada son perseguidores de un mundo digno para la condición humana

Pero, claro, es el tejido social de una trama con un pésimo diseño que es el resultado de las ambiciones de los contados grupos de poder económico y político, lo que nos lleva a evidenciar un mundo parecido al imaginario que construyó, desde una extraordinaria propuesta de poética y ficción, Dante en su Divina Comedia, así mismo nos parce este hades en el que sobreviven los condenados por una sociedad enferma a alimentarse de toda manifestación alucinógena y de gula que se metamorfosea en un temible pecado social.

Pero el tema del narcotráfico, la legalización de sustancias psicotrópicas, asuntos de geopolítica y del oscuro negocio de las drogas en diversos pesos y formatos sigue navegando aguas arriba. Todos miran a este tema como una interesante forma de producir dinero y en ciertas líneas de extraordinarios montos en dólares. Son así mismo, los casos de los programas de rehabilitación de adictos que en su gran mayoría aplican viejos métodos como el famoso 12 pasos que desgraciadamente no han conseguido los resultados esperados. Y es que cuando el mal ya está dominando a la persona, los tratamientos se tornan complejos y con poca o nula eficacia.

Uno de los temas que los líderes y políticos auténticos deben asumir en este caso, es el del sistémico asunto de las adicciones y de la salud mental y psicológica de la sociedad, que dicho sea de paso, no es ni siquiera considerado por la seguridad social a más de algún convenio con ciertos centros improvisados como clínicas de rehabilitación, a fin de que sus afiliados puedan aliviar su mal que es irreversible. En lo privado, ningún plan de salud contempla la cobertura para las enfermedades mentales y de adicción. Sin embargo, con la venta de alcoholes y con el tráfico de estupefacientes se amasan verdaderas fortunas. Ni Pablo escobar, con todo su humanismo que sus lugartenientes y seguidores decían posee el amado capo de Colombia, creo que pensó en un plan piloto de asistencia médica para los niños y jóvenes adictos.

Un tema por demás sensible, pero que no se asume con entereza, pues los réditos políticos, a lo mejor, no van por ahí. Qué pena seguir siendo testigos de esos procesos de muertes lentas de tantos jóvenes y adultos que van por la ruta del aniquilamiento y la deshonra sin opción a la esperanza.