La Universidad debe ser vanguardia

Los centros de educación superior son instituciones fundamentales para impulsar el desarrollo del país. En las universidades y en las escuelas politécnicas se produce la mayoría de las investigaciones científicas, humanísticas y tecnológicas y en su interior se concentra un capital humano de importancia estratégica, que se ha cultivado por décadas. Las universidades albergan, también, una reserva ética y una conciencia crítica que resultan fundamentales a la hora de definir el futuro del país.

En el Ecuador, pretendemos alcanzar, aunque suene utópico, un sistema de educación superior académicamente competitivo, que se caracterice por su ética, autonomía, pertinencia y calidad, que se fundamente en el conocimiento y el pluralismo, y que se comprometa con el desarrollo, los valores ancestrales y el respeto a la naturaleza.

Los términos calidad, competitividad, desarrollo, equidad, deben ser comprendidos desde una perspectiva humanística integral.

Participar en la sociedad global del conocimiento-como lo manifiesta José Luis Coraggio- no consiste en ser receptores pasivos de conocimientos transferidos de unos que saben más a otros que saben menos, sino en el encuentro de saberes, de culturas diferentes, en el despliegue de conflictos y la construcción de voluntades colectivas con objetivos compartidos. Ni el desarrollo ni el conocimiento más importante vienen de afuera, sino que son de raíz endógena.

Coraggio subraya:” El conocimiento tácito apegado a la práctica, es tan importante como el conocimiento codificado, formalizado como teorías o metodologías universales. Una sociedad del conocimiento es una sociedad que aprende de su propia práctica porque actúa reflexivamente. La inteligencia es encarnada en personas, grupos, comunidades, sistemas institucionales, no como bits de información, que se compran en el mercado, sino como capacidades inseparables de sus soportes personales organizativos o sociales y de sus historias”. Aprendemos, entonces a reaprender.

El desafío de la competitividad es inexcusable en un mundo internacionalizado. Sin competitividad estamos condenados al atraso y al subdesarrollo. Competitividad implica conocimiento, tecnología, manejo de información, destrezas significa elevar la calidad de nuestros sistemas educativos, ponerlos al nivel de sus similares internacionales, flexibilizar los sistemas de reconocimiento, homologación de estudios y circulación de profesionales.

Tenemos que ser competitivos para que el país pueda promover su participación en los mercados internacionales y, a la vez, elevar el nivel de vida de su población, mediante el progreso científico y tecnológico y la inserción a la producción de los recursos explotables y renovables.

Sin dejar de considerar la permanente búsqueda por la equidad y la justicia social, podemos con certeza afirmar que no seremos competitivos sin una universidad de calidad mundial. Conformarse es de mediocres. No se puede coartar la creatividad ni la capacidad emprendedora del ser humano. No podemos sentirnos satisfechos formando exclusivamente profesionales que busquen empleo, debemos sobre todo formar profesionales que generen empleo. Se torna entonces imprescindible que la educación superior adopte como uno de sus postulados el concepto de aprender a emprender.

La innovación y la competitividad, vinculadas a la solidaridad, la justicia y la equidad, son parte esencial del aprender a aprender y del aprender a emprender sin descartar el aprender a reaprender, nuevos paradigmas de la educación superior. Los procesos de creación, difusión y aplicación del conocimiento interactúan dinámicamente entre sí. “… Las tecnologías convencionales dependen de la ciencia del año pasado, las tecnologías de punta dependen de los descubrimientos de ayer”. En este contexto, la innovación no es solo “cosa de las empresas” sino también “cuestión del Estado”. Nuestro compromiso y el reto de todos es “… una economía basada en el conocimiento”, lo que supone la pertinencia de la educación superior.

La Universidad debe retomar el camino, debe encabezar el camino, debe ser vanguardia hacia la superación de la mediocridad de lo académico, en lo político, en la administración de justicia, en la calidad de la gestión, en todo quehacer humano, que deberá estar signado por la voluntad de la excelencia. La universidad debe constituirse en la conciencia de nuestra sociedad. Para ello, solo una formación superior en la excelencia y el pluralismo ideológico permitirá construir nuestro país con la equidad y el desarrollo con que soñamos y que merecen nuestros hijos y las generaciones venideras. Ese es el compromiso de la SENESCYT, del CES, del CEAACES y las Instituciones de Educación Superior del Ecuador.

EcuadorUniversitario.Com

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