Todos sabemos que la educación superior no se encuentra vinculada en forma real, efectiva y orgánica a la sociedad, no responde a sus intereses y ha dejado de ser su portavoz: la voz de los que no tienen voz. Existe todavía un abismo que separa los conocimientos científicos de la academia con los saberes populares.
En el discurso se exalta la vinculación con la sociedad, pero en la realidad se ahonda la distancia, se crean barreras culturales, se olvidan compromisos, se reviven actitudes paternalistas y asistencialistas, se generan frustraciones y desencantos. La educación superior y la sociedad viven mundos diferentes, muchas veces contrapuestos. Hace falta un mayor acercamiento, comunicación, diálogo, renunciamientos, establecimiento de alianzas estratégicas en función de objetivos comunes.
Las instituciones de educación superior (IES) tienen que mantener una vinculación real y efectiva con la sociedad, compartiendo con ella la ciencia, los saberes, las artes, la cultura, los experimentos; a su vez en ellas se debe atesorar y hacer circular por sus cátedras los saberes ancestrales, las medicinas alternativas, las creencias y tradiciones, los saberes intuitivos. Ya es hora de que los saberes populares ocupen un lugar importante en la formación académica de la educación superior.
La vinculación debe darse con los diferentes sectores sociales y económicos. Con el sector productivo la educación superior debe estrechar su vinculación a través de las prácticas de profesores y estudiantes. Esta interacción debe darse en el contexto de la solidaridad, la solución de problemas, de mutuos intercambios de aprendizaje, de saberes alternativos y del contacto con la naturaleza. Con los sectores sociales más vulnerables la vinculación debe expresarse en servicios comunitarios, reconociendo las potencialidades de estos sectores: sus manifestaciones culturales, sus valores y sus contribuciones históricas.
Es necesario ampliar las alianzas estratégicas de la educación superior con el sector productivo, lo cual implica una relación de doble vía: por parte del sector productivo, asumir las contribuciones académicas de la educación superior; y por parte de ésta, incorporar las necesidades de la producción en sus programas académicos. El éxito de estas alianzas dependerá del diálogo para encontrar áreas de convergencia en la investigación y desarrollo tecnológico, en la capacitación, así como en la revisión conjunta del currículum para adaptarlo a las necesidades de los procesos productivos.
EcuadorUniversitario.Com