Por: Rodrigo Villacís Molina
Nota del Director: Este artículo fue publicado en el Diario HOY, el 18 de mayo de 2001 y reproducido en el libro COMPROMISO CULTURAL asamblea por la cultura mayo 2001.
La cuestión cultural es un asunto que compete a diversos organismos públicos del país, entre los que se dispersan recursos y se duplican esfuerzos, debido a que no hay la necesaria coordinación, ni un criterio definido sobre los propósitos y los medios para alcanzarlos. Y esto ocurre por la falta de unas políticas culturales, que nadie ha podido formular (a pesar de más de un intento) debido a la confusión sobre las acepciones de cultura. Porque si la tomamos en el concepto antropológico, según el cual «es cultura todo lo que no es naturaleza», resulta sencillamente imposible, e incluso una tontería, pensar en unas políticas que incluyan los hábitos y costumbres de la población.
Es necesario adoptar el concepto restringido de cultura, en términos de producción científica y artística, para pensar en políticas culturales. Pues de lo que se trata es de marcar las líneas gruesas de las aspiraciones nacionales en ese campo, previo un análisis de situación, y de establecer la normatividad adecuada para alcanzar esas aspiraciones, incluyendo lo que se refiere a financiación y a las entidades que deberán encargarse de poner en acción esas políticas. Pero aquí, desde que recuerdo, estamos enredados en las palabras, y en cada reunión, como estas que acaban de concluir, organizadas por el Consejo Provincial de Pichincha, siempre hay alguien que se luce proclamando airadamente que ‘cultura’ y ‘todo’ son sinónimos, sin que haya manera de hacerle entender que hay vocablos que poseen un sentido general y otro específico, como en este caso.
De todas maneras, la Asamblea Provincial por la Cultura, aunque no tuvo la convocatoria que se esperaba y que merecía, resultó exitosa, en la medida en que, a lo largo de una serie de reuniones realizadas en las instalaciones de Ciespal, fueron analizados diversos aspectos de nuestro quehacer cultural, por parte de gente versada en cada uno de los asuntos y con la intervención del público, que en muchos casos hizo aportes muy significativos. En la Sesión Plenaria, por ejemplo, intervinieron dos maestros albañiles refiriéndose al aporte de su gremio, desde la Colonia, a la arquitectura tradicional de Quito, y reclamando el reconocimiento que les corresponde. En las otras reuniones, estudiantes, intelectuales y artistas expusieron sus puntos de vista relacionados con el pensamiento de los expositores, o aprovecharon la coyuntura para expresar sus propias inquietudes; lo cual enriqueció el debate y será recogido en la publicación que preparará el Consejo con el material de este encuentro.
La impresión que al final nos quedó a los asistentes es que en el país, los problemas son comunes a todas las manifestaciones culturales, y consisten, básicamente, en el escaso interés tanto del público como de los medios de comunicación por tales manifestaciones. Lo cual constituye un círculo vicioso.
Pero cosa interesante, se reveló que si bien la crisis afectó, aún más, la demanda de la obra de los artistas, estimuló en muchos casos su creatividad. Y hubo un pedido generalizado: que esta Asamblea tenga continuidad, a fin de que no se quede todo en el papel.