Las lecciones de Edward Murrow

Por: Wilson Zapata Bustamante

El 9 de febrero de 1950, McCARTHY compareció ante los periodistas y dijo que tenía en su bolsillo una lista con los nombres de 205 “comunistas” que trabajaban en el Departamento de Estado.

Al día siguiente, la prensa de los Estados Unidos publicaba con ejemplar objetividad las acusaciones del senador McCARTHY. Nadie se preguntó si era verdad o mentira. La prensa se limitó a cumplir con su deber: transmitir, textualmente, los hechos y las palabras de la denuncia. Precisamente por eso McCARTHY pudo continuar su campaña: la prensa estaba siendo utilizada a su favor. Los periodistas escuchaban, tomaban buena nota de lo que decía y lo comunicaban a sus lectores.

Pero no todos hicieron lo mismo. Hubo uno que tuvo el coraje de descubrir la verdad y se enfrentó a McCARTHY. Ese periodista se llamó Edward Murrow y trabajaba para CBS. Junto con Fred Friendly produjo el 9 de marzo de 1954 un programa de la serie See It Now sobre las acusaciones de Joe McCARTHY. Empezó anunciando que el senador dispondría del mismo tiempo en otro programa de televisión para contestar a Murrow; luego, encadenó fragmentos de sus discursos, y a cada falsedad, el periodista replicaba con la verdad. Al final pronunció una vibrante defensa de la libertad de expresión y denunció el chantaje de McCARTHY.

A las 24 horas de emitirse el programa, la CBS había recibido 12.000 llamadas telefónicas y telegramas de espectadores que, en una proporción de 15 a 1, felicitaban a Murrow.

El “Caso McCARTHY” sirvió para demostrar las limitaciones de la simple “objetividad”. Y alguien recordó entonces que cuando un político dice que en su bolsillo tiene una lista con los nombres de 2005 “comunistas”, un buen periodista lo que debe hacer es pedirle que le enseñe, exigirle que demuestre que en realidad son “comunistas”, que efectivamente trabajan en el Departamento de Estado y, en todo caso, escuchar a los acusados por si tienen algo que decir.

En las Escuelas de Periodismo y en los libros de texto se empezó a hablar a partir de entonces de la “teoría del Iceberg”, significando que no basta con mostrar la parte más visible de un acontecimiento ni dejarse engañar por las apariencias. Hay que investigar a fondo, decir toda la verdad y no limitarse al simple contraste de opiniones; informar no es jugar al pimpón. El lector necesita algo más que las versiones contrapuestas de las partes. El periodista es depositario del derecho a la información y, como tal, tiene el deber de informar. Esto es: descifrar la verdad y no contentarse con reflejar lo que se dice, por mucha precisión y textualidad con que se trasmita.

Hay que poner los intereses de la nación por encima de los intereses de los medios de comunicación.

La política no debe hacerse fundamentalmente en la prensa, sino en la Asamlea Nacional y en los organismos políticos respectivos.

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