Por: Vinicio Vásquez Bernal
Lo cambiante de nuestra época obliga a repensar los conceptos, lo normalmente aceptado requiere cada vez de mayor cantidad de elementos que lo fundamenten y el “es obvio” es ya una expresión que esconde la falta de juicio.
La información nos llega de todos lados, lo que cuestionamos ahora es su calidad y cada vez más nos sujetamos a criterios de mayor subjetividad. Cabe entonces un pregunta: ¿Qué directrices básicas deben guiar el accionar de los docentes de ahora?
Quizá este cuestionamiento suene a retórico, y se afirme que el profesor tiene que adaptarse al cambio para “construir” del alumno, el ciudadano que nuestra sociedad requiere, lo cual no es tan simple, porque la educación siempre se enmarcará en ese triángulo donde profesores, alumnos y maestros estamos obligados a contribuir con nuestros recursos para lograr el éxito, sin olvidar el rol del Estado, cuya participación comprometida es de vital importancia para un fin adecuado. En ese sentido vale la pena entonces buscar una respuesta a la interrogante expuesta.
Somos testigos de la facilidad innata con la que los niños actuales manejan los dispositivos electrónicos, tanto que no me atrevo a utilizar aquí el concepto de adaptación, ya que la vivencia afirma que para ellos ese manejo de la informática es algo tan normal, que obliga a que asumamos esta característica como un elemento a potencializar.
Por otro lado, la información, en todas sus formas, está al alcance de cualquier individuo. Así expuesto, esto causa temores. Información de todo tipo al alcance de niños, es una alternativa atroz, que obliga a reformular el objetivo y el método del maestro.
Lo sustancial, es dotar al alumno de los elementos necesarios que le permitan juzgar la validez de la información, escogiendo lo pertinente a su necesidad y que se sujete a criterios de sostenibilidad social; es decir, hay que dotarle al alumno de la capacidad de construir respuestas en base de la información acumulada, ajustándolas a las realidades circunstanciales, subrayando temas como valores, medio ambiente, democracia, participación ciudadana, tolerancia entre otros.
El profesor, por tanto, debe ser un facilitador que complique las respuestas, que cada vez exija mayor complejidad en las ideas, que explote el raciocinio y la inteligencia de sus alumnos. El reto mayor está en realizar lo expuesto con amor, en un contexto de humanismo, generando en los alumnos espacios de conflictos internos que obliguen a que cada vez se busque verdades de mayor profundidad a sabiendas de que la verdad absoluta no es alcanzable y que la ignorancia es una cualidad genérica de los seres humanos. De esta manera el conocimiento no podrá nunca convertirse en insumo de segregación, más bien el compartirlo ha de ser una de los valores que más debe practicarse para lograr el avance de la humanidad.
En este sentido se viene ya hablando de generar destrezas, o posibilitar la adaptabilidad de procesos en distintos escenarios. El aula se ha de constituir en la fábrica-laboratorio donde el compartir con respeto posibilite esa sinergia que ha de hacer que todos los involucrados se desarrollen y generen conocimiento para la sociedad, aclarando que de estos procesos quien más aprende es el docente, por cuanto parte de su función es asimilar cada experiencia como insumo nuevo para cumplir a cabalidad esa misión noble esculpir a los forjadores del mañana.