El terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter ocurrido el sábado 16 de abril a las 18:58 dejó en evidencia la baja calidad de las construcciones, no solo en las zonas de desastre, sino también en todo el país.
El ingeniero Hugo Yépez, exdirector del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, en una entrevista con Ecuadoradio, dijo que la vulnerabilidad de las construcciones está presente en todo el país, no solo en Manabí, debido a su alto porcentaje de informalidad.
El terremoto que sacudió a Pedernales, Manta y Portoviejo es “una catástrofe que conmueve, pero que también genera una rebeldía por cómo se ha construido”, expresó Hugo Yépez.
Según el diario EL COMERCIO, Jorge Valverde, profesor de la Politécnica Nacional, ha manifestado que la informalidad con la que se construye evita que el diseño de edificaciones vaya en función del entorno y la calidad del suelo.
Valverde, señala que en el caso de Manabí, por estar cerca a una costa con alto riesgo sísmico, las viviendas debieron ser más livianas.
EL COMERCIO destacó esta semana «que el Censo del 2010 dejó en claro la calidad de las viviendas. De las 337.970 viviendas que fueron registradas en Manabí, el 67% tenía paredes en estado regular y malo. Porcentajes similares presentaban sus techos y pisos».
Un constructor ha declarado a EL COMERCIO: «Las exigencias constructivas que constan en la NEC y que son más altas que el anterior Código de la Construcción tienen un alto precio. Hoy ha subido la escala de diseño (estructural y arquitectónico) ante un sismo. Mientras más alto es el parámetro, la edificación es más cara y la economía no se presta para eso”.
El constructor «propone subsidios a ciertos materiales de construcción, como el hierro, para no poner en riesgo al sector».
En Chile, en septiembre de 2015 ocurrió un terremoto que se situó a unos 177 kilómetros al norte de la ciudad costera de Valparaíso, a una profundidad de 11 kilómetros.
El sismo tuvo una magnitud de 8,3, similar al que aconteció el 1 de abril de 2014. Aquél fue de magnitud 8,2, mató a 6 personas y dañó 2.500 viviendas.
El terremoto que golpeó Haití el 12 de enero de 2010 fue considerablemente menos potente que los chilenos: de magnitud 7,7. Pero las pérdidas fueron mucho mayores: más de 220.000 muertos y un millón de personas sin hogar.
Este hecho, que los terremotos de gran magnitud en Chile resulten menos mortíferos que en otros lugares, llama la atención de otros países sísmicos.
Cuál es la razón, más allá del abismo económico entre Chile y Haití o Ecuador? La respuesta es: construcción antisísmica.
Ya en abril de 2014, BBC Mundo se preguntó por qué si el palacio presidencial de Haití se desplomó después del terremoto de 2010 o si Ciudad de México quedó hecha ruinas en 1985, cómo es posible que en Chile no ocurra eso cuando vive sismos más fuertes.
«Es impensable construir, por lo menos en zonas urbanas, sin atender al cuerpo normativo legal», dijo entonces a BBC Mundo el presidente del Colegio de Arquitectos de Chile, Sebastián Gray.
El hormigón armado, los disipadores de energía y los estudios de suelo exigidos por una normativa muy estricta son las claves.
En ese sentido, en Haití y en otros países de la regióon son muy distintas. No es que no haya normas de construcción segura. Las hay, pero no se cumplen por pobreza, por viveza criolla o por desconocimiento.
Las de Chile, por su parte, exigen el uso de materiales y estudios que encarecen mucho la construcción. «La norma asegura que en Chile las estructuras mantengan una resistencia tal que permitan salvar vidas humanas, pero no obliga a que no sufran daños», aclaró el arquitecto Jaime Díaz, profesor de la Universidad de Chile.
Así, la estructura debe ser de hormigón y de acero, suficientemente flexible y resistente para dejar que el edificio se mueva, se balancee y no se caiga.
Además, las construcciones más modernas «tienden a incorporar elementos como aisladores y los disipadores sísmicos, que permiten que el movimiento de la tierra no se transmita al edificio y, si se transmite, que esa energía sea absorbida», añadió Díaz.
Y el estudio del suelo permite que los cimientos sean los adecuados. «A cada tipo de suelo corresponde un cálculo específico para el tamaño, forma, profundidad y resistencia de las fundaciones», explicó Sebastián Gray, Presidente del Colegio de Arquitectos de Chile.
A todo esto se debe la resistencia de los edificios de Chile frente a los terremotos, pero son medidas caras que difícilmente se aplican en países con situaciones económicas menos favorables.
En Chile, la respuesta inmediata fue una lección que las autoridades aprendieron tras el terremoto de la madrugada del 27 de febrero de 2010. Tuvo una magnitud de 8,8 y murieron 525 personas, la mayoría por el tsunami que le siguió.
Los damnificados llegaron a ser más de dos millones y se dañaron más de 370.000 viviendas, de las que cinco años después aún quedaban por reconstruir 17.178. Aquello puso en entredicho la capacidad del país para enfrentar una emergencia y tuvieron mucho éxito en el 2015 cuando enfrentaron el último terremoto.
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