Por: Dr. Pedro Reino Garcés
Historiador/Cronista Oficial de Ambato
Un poco disimulada resulta la práctica observada en nuestro ámbito, por decir de alguna manera, el ligado a las haciendas andinas del actual ecuador, de que hasta superada la mitad del siglo XX, aparecían anuncios de prensa que se vendían haciendas “con indios y todo”. Por lo menos podrán seguir creyendo que la venta de la tierra incluía todo lo “natural”: árboles, ríos, bestias salvajes, vacunos, caballunos, ovejunos y sus respectivos cuidadores o indios naturales sujetos a su servidumbre, dispuestos para todos los trabajos.
Los esclavos negros en cambio se vendían sin vínculo a la tierra, como se venden los animales, y se lo hacía mediante escritura pública. El caso es que se dio en América una práctica soterrada de vender indios, capturándolos para esclavitud e incluyéndolos mediante “modelo de los contrabandistas” entre grupos de negros sometidos a la trata. Esta práctica de inescrupulosos llamados contrabandistas se dio en el Caribe entre Jaimaica, La Española, Cuba, Veracruz de México y sus entornos, pese a criterios contrarios dispuestos por la Corona española. Una muestra de esta práctica se ha detectado en Hambato, en 1754, según documento investigado en el archivo de Riobamba.
“Don Christobal Moscoso y Córdoba vecino de este asiento como mejor proceda en derecho, parezco ante Vuestra Merced en el juicio que contra mí sigue don Andrés de Artiaga sobre pretender el que yo le pague la cantidad de su demanda por haber salido incerto un gañán que le vendí según alega en su escrito, cuyo tenor presupuesto digo, Que mediante justicia se ha de servir Vuestra Merced demandar que el dicho Artiaga ponga perpetuo silencio en su injusta demanda que se debe prohacer así por lo general de derecho favorable de mi justicia y siguiente, y porque habiéndole yo entregado al dicho Artiaga los mandamientos corrientes de varios indios a cuyo derecho era yo accionario, debió primero entregármelos para demandarme la devolución de su plata, la que estoy pronto a entregarla luego que se verifique la efectiva entrega de mis mandamientos por parte del susodicho, y mientras no lo ejecuta, no estoy a derecho devolverle un real, ni menos le queda acción al referido Artiaga a pedirme cosa alguna, y más siendo notorio el que por causa suya me hallo careciendo de una cantidad crecida de plata en que pudiera tener mucha parte de alivio en mis continuadas urgencias por la carga tan crecida de mis obligaciones, siendo el total fundamento de mis atrasos dicho Artiaga con no haberme vuelto dichos mandamientos,…”
Debo argumentar que los Arteaga eran unos morlacos del área de Cuenca, revendones de mulas que las comerciaban entre Loja, Guaranda y Hambato. También hay que recordar que acá en Ambato se comerciaba con negros destinados para idénticas plazas, más la de Guayaquil. Por estos caminos hay una red en la que aparecen los personajes que ahora se evidencian mediante el presente documento. El vendedor Moscoso señala que sigue causa en Quito para “demandar los gañanes que me tienen quitados” El documento concluye con el formulismo de sus protagonistas burócratas “Hambato, julio 16 de 1754.- Por presentada traslado a Andrés de Artiaga y el presente escribano le de el testimonio que pide, y Su Merced está pronto a certificar.- Y lo formó el señor Teniente General = f) Naranjo, ante mi Valenzuela… leí y notifiqué la petición y el decreto de suso al Andrés de Artiaga y para que de ello conste y obre el efecto que requiere lugar en derecho, lo firmé, Juan Garcés.- f) Artiaga.”