Por: Marco Vinicio Vásquez Bernal
El concepto de tiempo se sujeta estrictamente a los parámetros de la relatividad, por tanto el segundo o el año son meras percepciones que permiten ubicar los espacios y caracterizar las circunstancias. En consecuencia desde el positivismo de lo absoluto de los números, setenta y cinco años puede considerarse un gran lapso o simplemente un pestañeo.
Lo que da sentido y trascendencia al tiempo son las vicisitudes superadas, los sueños logrados, los mensajes legados y claro los objetivos cumplidos, pero también los sinsabores y las actitudes de quienes, a propósito o no, fijan sus metas en derroteros distintos.
La Casa de la Cultura Ecuatoriana, institución que sintetiza y tangibiliza las añoranzas y el esfuerzo de Benjamín Carrión, fue legalmente creada el 9 de agosto de 1944, con el siguiente fin: “Institución orientada a fortalecer el devenir histórico de la patria y cuyo fundamental propósito busca dirigir la cultura con espíritu esencialmente nacional, en todos los aspectos posibles a fin de crear y robustecer el pensamiento científico, económico, jurídico y la sensibilidad artística de la colectividad ecuatoriana”.
Pensamiento articulado en los valores del hombre y que tiene como directriz el desarrollo de la Patria, proponiendo como motor principal el crear y robustecer el pensamiento en sus distintas formas. Estimo pertinente hurgar en el párrafo citado, en lo intrínseco de estas letras encontraremos el afán de superar las limitaciones en base de potenciar y desarrollar la creatividad y el ingenio.
En sus líneas descubriremos esa fuerza que ha permitido que no desmayen, que no desmayemos, que hagamos que cada fruto del ser humano de espíritu libre nos permita impulsar el mensaje de que no somos una nación pequeña simplemente porque en nuestra esencia está la capacidad de transformar el desosiego en luz de cultura, fundamentalmente porque nuestros genes responden al vigor de conocimiento eterno.
Así, mientras nuestra historia escribía las páginas de lo que vino con el protocolo de Rio de Janeiro, a la par que nuestros hermanos reivindicaban sus derechos conculcados por 500 años, mientras las familias han buscado formas de mitigar el dolor de los embates de la migración, mientras los vaivenes de la política han evidenciado inestabilidad y la corrupción ha sembrado decepción, la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión se ha mantenido incólume, reclamando y potencializando el derecho de crear, dando la razón a que quienes creemos que el desarrollo social es posible únicamente cuando se permite que la creatividad construya sus formas y sonidos.
Es tiempo de la reflexión, la cultura, al igual que todas las manifestaciones del ser humano debe adaptarse a los cambios que afectan a nuestra sociedad, la cultura debe ubicarse a la altura del hombre de pueblo, construyendo los espacios para conversar y discutir esos temas que se perciban como conflictivos, propiciando los medios para transformar lo contradictorio en complementario.
No podemos entender la cultura en lo estático de los resultados finales que aparentemente caracterizan los colectivos, debemos concebirla en la dinámica de la vida, donde los cambios constantes nutren y construyen nuevos espacios, donde la identidad es mucho más que colores y movimientos, es el insumo y la fuerza que da vigor a la creatividad a la vez que direcciona los senderos y las formas para construir resultados.
Es necesario que el accionar cultural marque senderos de ética, respetando las manifestaciones del semejante, compartiendo los resultados validados, de forma que los mismos constituyan un beneficio colectivo.
Consecuente con lo dicho, estimo preciso que claramente ratifiquemos el mensaje de que únicamente las manifestaciones culturales permitirán un auténtico desarrollo, aspirando lograr la recepción necesaria de conciudadanos y gobernantes a fin de que se entienda a la cultura como espacio ideal para la inversión social, aspirando que alguna vez se supere esa postura dañina que sustenta que el apoyo a la cultura es únicamente un gasto.
La Casa de la Cultura del Ecuador está cumpliendo setenta y cinco años de existencia, sus vivencias han sido un constante caminar para superar los embates del sesgado interés que busca irrespetar la libertad de la creatividad, su enérgico accionar ha permitido prevalecer sobre la mezquindad y la prepotencia que simplemente se niega a ver lo evidente.
Los resultados están a la vista, construyendo mecanismos de gestión que no sucumban ante las fauces del centralismo, respondiendo a requerimientos de los hacedores de cultura, la Casa de la Cultura Benjamín Carrión se ha erigido como una voz comprometida con el ciudadano, con razón exige absoluta autonomía y reclama el apoyo necesario para cumplir su misión.
Celebremos este aniversario, siendo fieles a la propuesta de Benjamín Carrión, reiterando que nuestra cultura es nuestra mayor potencialidad de desarrollo y, sobre todo, sin olvidar que la cultura es voz de reclamo.